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José B. Cisneros, tipógrafo y opositor político

El próximo miércoles 15 de marzo, la Editorial Universitaria, de la Universidad de El Salvador, cumplirá su primer centenario de fundación. Durante algún tiempo, ostentó el nombre del obrero tipógrafo y activista político José B. Cisneros.

Por Carlos Cañas Dinarte | Mar 11, 2023- 07:47

La vida y obra de José B. Cisneros (1875-1962) deben ocupar un lugar destacado en la historia de las imprentas y libros de la República de El Salvador.

Durante el primer tramo de su rectorado (1915-1922 y 1923-1926), el abogado Dr. Víctor Jerez buscó dotar a la Universidad de El Salvador con su propio sello editorial. La intención era aprovechar los recursos del Alma Mater para difundir materiales científicos, literarios e históricos.

Con esa finalidad, el Dr. Jerez gestionó la adquisición de varios documentos coloniales e independentistas que formaban parte del archivo personal del médico e investigador histórico Dr. Alberto Luna, así como del manuscrito de los tomos segundo y tercero de la “obra histórica y de fentasía” Recuerdos salvadoreños (1891), redactada bajo el seudónimo Justo Franco por el abogado Dr. José Antonio Cevallos. Esos gruesos volúmenes fueron publicados por la Imprenta Nacional, en 1919 y 1920, con el patrocinio de la casa de estudios superiores presidida por el Dr. Jerez. Gracias a su administración visionaria, la Universidad pasó a contar con un Archivo Histórico (1915, hoy parte del Archivo General de la Nación) y un Museo Jurídico (1923).

En una de sus primeras acciones como nuevo Presidente de la República de El Salvador, el médico Dr. Alfonso Quiñónez Molina dio seguimiento al proyecto presentado por el Dr. Jerez y continuado por los Dres. Emeterio Óscar Salazar y Salvador Rivas Vides, quienes desempeñaron el rectorado universitario por pocos meses, entre 1922 y 1923. Así, el 15 de marzo de 1923, el Poder Ejecutivo decretó la fundación del Centro Editorial Universitario (Diario Oficial, San Salvador, viernes 18 de marzo de 1923, pág. 549) y lo dotó de su propio Reglamento (pág. 726).

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Esas disposiciones legales marcaban que el rector universitario era el encargado de las publicaciones y de la administración del trabajo editorial. De esa manera, se fijó que la Universidad necesitaba del apoyo de un editor y no necesariamente de un equipo especializado de tipografía e impresión para sus libros, revistas y demás materiales destinadas a distribución interna y canjes. Para eso existían suficientes casas impresoras en San Salvador y otras localidades del país, entre las que sobresalían La Unión -de los hermanos Dutriz Reffsmann-, La República -de Samuel Cleto Dawson- y los Talleres Gráficos Cisneros, del vicentino José B. Cisneros. Este último personaje de la historia de la imprenta y del libro salvadoreño estaría muy vinculado con el desarrollo editorial y la actividad política de la Universidad de El Salvador durante varias décadas.

Universidad el salvador en nota de tipógrafo
Segundo edificio de la Universidad de El Salvador, usado entre 1879 y 1955. Estaba situado en la manzana poniente de la Catedral de San Salvador.

José Ezequiel Benjamín Cisneros Villavicencio nació en la ciudad de San Vicente, el 9 de abril de 1875, de la unión de Fidelia Cisneros y Rodrigo Villavicencio. Tras aprender los rudimentos del oficio en su localidad natal, se trasladó a la capital, donde en 1898 comenzó las operaciones de su Imprenta y Encuadernación Cisneros con el diseño e impresión de diversos materiales vinculados con la reunificación política centroamericana, una intención herida de muerte en ese mismo año con el golpe de estado protagonizado por el general Tomás Regalado Romero y que marcó el final de la República Mayor de Centro América.

En 1908, de su imprenta salió el breve volumen Recortes, de Alberto Masferrer (1868-1932). Ese fue uno de los primeros encuentros del obrero tipógrafo con las ideas del escritor, diplomático, librepensador y promotor del vitalismo, de quien más adelante publicaría los tres amplios tomos de sus Obras (1948-1949 y 1951), patrocinados por la Universidad.

Entre 1909 y 1910, en la urbe santaneca se publicó El heraldo, un diario de gran formato y cuatro páginas. Era redactado por los poetas José Calixto Mixco y Juan Antonio Solórzano, bajo la dirección del periodista cubano Atanasio Rivera, quien solía calzar sus escritos con el seudónimo Sancho Panza. Al cesar los tirajes de este impreso progubernamental, su maquinaria pasó a manos del señor Cisneros y de su socio Mariano Lobos, quienes la usaron para publicar al también fugaz medio El heraldo de Santa Ana.

salarué en nota de tipógrafo
Luis Salvador Efraím Salazar Arrué (1899-1975), Salarrué, en una fotografía de la segunda mitad de la década de 1920.

De las prensas de la Imprenta y Encuadernación Cisneros salieron los escasos números de Vida y verdad, un semanario anticlerical dirigido desde marzo de 1909 por el escritor y diplomático Juan Ramón Uriarte, con el fin de cuestionar las disposiciones, acciones y decisiones del Obispado católico nacional.

A las 16:30 horas del 19 de noviembre de 1910, en su finca Mercedes, jurisdicción de Mejicanos, el tenaz tipógrafo contrajo matrimonio civil con Emiliana Mercedes Barraza. Testigos de la ceremonia fueron los tipógrafos Juan Francisco Boulogne y Francisco Saso. Nacida en 1883 en Zacatecoluca, Mercedes fue la madre de sus hijos José Rafael Ignacio, José Benjamín, Raúl, Manuel y Mercedes. Ella fue su compañera en las duras y maduras de la vida hasta que fue vencida por el cáncer de mama, en su casa del barrio capitalino de San José, el 13 de mayo de 1931.

Unionista convencido, el señor Cisneros Villavicencio fue uno de los corredactores de la Revista Obrera, fundada el primer día de diciembre de 1911, como publicación mensual del Consejo Federal de las Sociedades de Artesanos del Estado de El Salvador. Durante el corto período presidencial del médico Dr. Manuel Enrique Araujo, los gremios obreros y sindicatos tuvieron mucho protagonismo en los afanes regionales por reconstruir la llamada Patria Grande o concretizar el “sueño morazánico” de la reunificación ístmica.

Luego del magnicidio del Dr. Araujo, en febrero de 1913, Cisneros Villavicencio adoptó posturas más opositoras en el campo político. Abrió sus talleres a los integrantes de la Asociación General de Estudiantes Universitarios (AGEUS) para la publicación de su órgano oficial Opinión Estudiantil, a la vez que acogió la impresión de muchas hojas sueltas de crítica política, que más de alguna vez lo llevaron a ser citado en los juzgados y en las oficinas policiales de censura y control de medios e imprentas.

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Entre noviembre y diciembre de 1922, en los Talleres Gráficos Cisneros se imprimió El Constitucional, medio representativo del Partido Constitucional, que llevaba como su candidato a la Presidencia de la República al abogado Dr. Miguel Tomás Molina, coterráneo de su esposa. Pocas horas después de la matanza de mujeres molinistas en las calles capitalinas a manos de elementos del ejército y de las paramilitares Ligas Rojas quiñonistas, El Constitucional publicó un número especial para contar los hechos sangrientos y acusar como responsable de los mismos al candidato oficialistas Dr. Quiñónez Molina.  Las fuerzas del régimen asaltaron los talleres tipográficos, donde destruyeron equipo e impresos. Como resultado de todas aquellas acciones, el Dr. Molina se retiró de la contienda electoral.

Para la historia de la literatura salvadoreña, los Talleres Gráficos Cisneros representan muchos hitos en géneros como la poesía, la novela, el cuento, el teatro, el ensayo y más. De sus cajas de impresión y maquinarias salieron cientos de obras esenciales de las letras nacionales.

Entre ellas, cabe enumerar a Celajes de la cordillera (1915), poemario del unionista Salvador Ricardo Merlos; Cuentos y narraciones (1931), de Francisco Gavidia; Cuentos de barro (diciembre de 1933), de Salarrué; Nociones de historia de Centro América (1935), del odontólogo Dr. Manuel Vidal; Jícaras tristes (1936), la antología poética póstuma de Alfredo Espino Najarro, hecha por su padre Alfonso; Obras (1936), seis tomos con trabajos del unionista Salvador Mendieta Cascante; Guía turística de El Salvador/Tourists Guide to El Salvador (1937), primera guía turística nacional, elaborada por la Junta Nacional de Turismo; Idioma pipil o náhuat de El Salvador (1937), de Tomás Fidias Jiménez; El joven sembrador (1938), de la escritora y educadora Amparo Casamalhuapa; Normas supremas (1938), del pedagogo Camilo Campos; los dramas La torre de marfil y Ramona (1939), de Francisco Gavidia; Lecturas nacionales de El Salvador (1940), compiladas por el educador viroleño Saúl Flores; Datos históricos de la música en El Salvador (1940), del químico y farmacéutico Dr. Rafael González Sol; Vidas humildes (1940), cuentos de Juan Ulloa; Campanario (1941), de Ricardo Trigueros de León; Historia de El Salvador: anotaciones cronológicas (1941-1943), dos tomos de Francisco J. Monterey; En los jardines de Academo (1942), ensayo del abogado Dr. Sarbelio Navarrete; Me monto en un potro… (1943), cuentos del médico Dr. Alberto Rivas Bonilla y los dos volúmenes de gran formato de Cuzcatlán típico (1951), de la folclorista y pianista María Mendoza de Baratta.

en nota de tipógrafo
La educadora y escritora Amparo Casamalhuapa (1910-1971) fue una de las intelectuales y opositoras del martinismo publicadas por Tallleres Gráficos Cisneros. Fotografía cortesía del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), San Salvador.

Desde el 9 de diciembre de 1931 y de forma anónima, las prensas del señor Cisneros Villavicencio dieron cabida a los pocos números de La estrella roja, el periódico de tendencia marxista dirigido por los estudiantes universitarios Alfonso Luna y Mario Zapata. Durante el levantamiento etno-campesino de enero de 1932, desarrollado en el occidente, norte y centro del país, ambos jóvenes fueron capturados y fusilados junto con Agustín Faramundo Martí, el líder nacional del Socorro Rojo Internacional.

El 26 de noviembre de 1938, la firma de Cisneros Villavicencio apareció, entre decenas más, al calce del manifiesto ciudadano dirigido a la Asamblea Legislativa para que se impidiera la modificación a la Constitución de 1886, con el afán de permitir la reelección del brigadier Maximiliano Hernández Martínez. Aquellas voces de protesta fueron desoídas, el gobierno apretó a medios e imprentas con nuevas leyes represivas y la dictadura continuó atornillada en el poder hasta que fue el propio pueblo y la intervención directa de la embajada estadounidense las que dieron al traste con el régimen, entre el 8 y 9 de mayo de 1944.

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Para aquellas jornadas cívico-militares de abril y mayo de 1944, los Talleres Gráficos Cisneros suministraron miles de las hojas volantes para informar al pueblo de las movilizaciones contra la dictadura martinista. Cientos de aquellos papeles fueron distribuidos de mano en mano por personas como el poeta y estudiante universitario Oswaldo Escobar Velado, acompañado de su madre María Velado. En los meses siguientes, aquellas mismas prensas también dieron cabida a la publicación de varios medios opositores. Ante la falta apremiante de tintas negras para dar cobertura a tanta demanda, varios de aquellos periódicos contrarios a los regímenes militares menendista y osminista (mayo de 1944 a marzo de 1945) circularon impresos en papeles burdos y con tintas de diversos colores. 

Francisco Gavidia en nota de tipógrafo
Francisco Gavidia (1863-1955), en sus años de senectud. Fotografía cortesía del Lic. Jorge Ortiz Espinosa (RIP), San Salvador.

Para la historia política nacional, los Talleres Gráficos Cisneros imprimieron Historia militar de El Salvador (1935), de Gregorio Bustamante; Recordatorio histórico de la República de El Salvador (1938), del educador y periodista José Flores Figeac; Dejados de la mano de Dios: una tiranía audaz y un pueblo inerte (1939), del médico Dr. Manuel Quijano Hernández, Inquietudes de un año memorable (1944), del abogado Dr. Romeo Fortín Magaña, etc.

En 1957, la Universidad de El Salvador decidió hacer una reorganización de su actividad científica y decidió fundar algunos proyectos y reformular otros ya existentes. Para el caso, estableció una Escuela de Geología (derivada del Instituto Tropical de Investigaciones Científicas, pionero de las pesquisas nacionales en geotermia), otra de Tecnología Médica, un Instituto de Estudios Económicos, un Centro Sanitario de Servicio Público y Docencia Médica y una Planta piloto para la preparación y conservación de alimentos. Atrás quedaba el interés por abrir un Centro de Estudios Asiáticos, pero sí se retomó la idea de replantear la existencia de una Editorial Universitaria.  Así quedó plasmado en la Memoria de las actividades universitarias durante el período 1º de mayo de 1957 al 30 abril de 1958, leída por el Sr. Secretario General de la Universidad (revista La Universidad, San Salvador, no. 2, abril-junio de 1958).

Para honrar décadas de servicio a la luz y a las sombras a la Universidad y al país, la máxima casa de estudios superiores decidió bautizar con el nombre de José B. Cisneros a la Editorial Universitaria. En la década de 1980, su nombre dejó de usarse al lado de dicha institución cultural, casi al mismo tiempo que Talleres Gráficos Cisneros cesó sus operaciones. Para entonces, el obrero tipógrafo y opositor político José Ezequiel Benjamín Cisneros Villavicencio llevaba casi veinte años fallecido. Murió a las 15:00 horas del 24 de abril de 1962, en el número 330 de la 5ª. avenida norte, en la ciudad de San Salvador.

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