“Esto de la fundación fue una inspiración de Dios”. Así describe Ivette de Castillo el inicio de un sueño que generó una reacción encadena en pro de los más pobres de El Salvador. Uno que construyó el sacerdote jesuita Antonio Fernández Ibáñez, en medio de una tragedia en 1968, y en el que ella participó de lleno.
El sueño se desprendió de los Cursillos de Cristiandad en los que Silvia de Esquivel -esposa del recordado arquitecto Romeo Esquivel (QDDG)- fue cuestionada por el religioso.
A la pregunta del jesuita de si ella conocía varios de las comunidades marginales de San Salvador, le siguió una respuesta que dio pie a ese sueño: “NO”.
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“‘Qué poco conoce la pobreza de El Salvador’. Me dijo bien fuerte”, rememoró muy emocionada De Esquivel, en el evento de lanzamiento del libro “Vivienda mínima. Obra máxima”, que narra los primeros 12 años de la Fundación Salvadoreña de Desarrollo y Vivienda Mínima (FUNDASAL).
Ese es el milagro. Al menos, así lo considera quien se convirtió en la líder de la asociación de mujeres voluntarias de la comunidad La Chacra, que trabajaron codo a codo con el padre Ibáñez en la colocación de los cimientes de FUNDASAL.
Por 55 años, la opción preferencial por los pobres ha sido la brújula que ha mostrado el camino a todas las personas que pusieron un granito de arena en la construcción de ese sueño.
Durante la presentación del libro, el arquitecto Alberto Harth, presidente de Civitas Urbanismo y Arquitectura y director del consejo editorial detrás del libro, dejó claro que la fundación surgió para “servir a la persona, a la familia y la comunidad”, no para producir viviendas.
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“La vivienda es solo un instrumento para ese fin”, enfatizó en su reseña sobre la publicación, a cargo de Editorial Alejandría. Vale destacar que Harth se puso al frente de la oenegé por cinco años desde 1972, decisión que lo obligó a interrumpir su formación profesional por un tiempo.
El arquitecto resumió en cuatro grandes ejes el contenido del libro: el objetivo real de la fundación, los tres saltos que permitieron pasar de 100 a 15 mil viviendas construidas en 5 años, las innovaciones que se generaron y se convirtieron en modelo a nivel mundial y las investigaciones legadas al sector construcción del país.
Tres personajes claves en la temática habitacional de El Salvador fueron invitados para compartir sus impresione sobre el contenido de “Vivienda mínima. Obra máxima”: Jafet Morales, administrador de empresas al frente de Techo El Salvador; Ricardo Vega, ingeniero civil a cargo de la firma constructora Nippon Koei LAC, y especialista en el tema financiero; y Eduardo Rodríguez, ingeniero civil, director y jefe del proyecto Imagina de USAID y uno de los integrantes de la junta directiva de FUNDASAL.
Los tres coincidieron en que el libro refleja de una forma fácil de comprender, el enorme legado del sueño del padre Fernández Ibáñez, que la fundación sigue construyendo a favor de las comunidades marginadas de El Salvador 55 años después.
El toque emotivo de la presentación lo aportaron las voces de algunos de los protagonistas de los orígenes de la fundación, que coincidieron al manifestar que esa ha sido la mejor experiencia que han vivido, como De Esquivel, De Castillo, Porfirio Cerritos y Guadalupe Álvarez.
“Es un regalo maravilloso que atesoramos en grande. La vivienda es fundamental para la paz del hogar y para la paz del país, de un lugar, es el primer elemento que permite la calidad de la vida...”, expresó Claudia Blanco, directora ejecutiva de FUNDASAL, al agradecer esos fuertes cimientos que comenzaron a construirse el día que Silvia de Esquivel aceptó el reto del padre Fernández Ibáñez, de cambiar al mundo, en la comunidad La Chacra de San Salvador.