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El Salvador y el Imperio del Manchukuo

En mayo de 1934, el gobierno salvadoreño decidió dar un paso diplomático muy atrevido, en procura de un milagro económico que lo salvara de la crisis mundial iniciada en 1929.

Por Carlos Cañas Dinarte | Ene 18, 2025- 06:00

Fotografía de la ciudad de Xinjing, antes Changchun, capital del Imperio del Manchukuo, en la Manchuria o norte de China, zona ahora denominada Dongbei Pingyuan.
Fotografía de la ciudad de Xinjing, antes Changchun, capital del Imperio del Manchukuo, en la Manchuria o norte de China, zona ahora denominada Dongbei Pingyuan.

Luego de tres años de cierre, el consulado salvadoreño en Tokio (Japón) fue reabierto el 3 de enero de 1934. Por segunda vez, en ese cargo fue nombrado el escritor y periodista León Sigüenza Mineros (Cojutepeque, 1895-San Salvador, 1942), quien contó con los auxilios del japonés Takuzo Tatewaki como mecanografista y traductor.

Ese segundo período consular de Sigüenza lo hizo tomar parte directa dentro de un episodio de gran importancia para la historia diplomática salvadoreña, cuando el gobierno dictatorial del brigadier Maximiliano Hernández Martínez reconoció la existencia del imperio títere de Manchukuo, dos días después de la coronación de su emperador Henry Pu Yi (1906-1967), llamado K’ang Te, Gangde o Kang De, líder supremo del Partido Nacional de la Concordia o Hsieh-ho.hui y quien tenía como su principal consejero al embajador y general Jiro Minami, comandante del ejército japonés en Manchukuo.

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El sábado 19 de mayo de 1934, Sigüenza comunicó el reconocimiento salvadoreño del Manchukuo al régimen imperial japonés, efectivo desde el 3 de marzo anterior. Después de Japón, El Salvador fue el segundo país del mundo y primero del continente americano en reconocer al Imperio de Manchukuo y suscribir un tratado comercial con él. En la Nota de reconocimiento fechada ese día y entregada en la mañana del martes 22, Sigüenza comunicó al general W. S. Y. Tinge Pi-Yu, representante diplomático del emperador K’ang Te en Japón, Europa y Rusia que el "paso dado por mi gobierno es la primera acción tomada por cualquier nación americana en aras de la paz en el Lejano Oriente y El Salvador espera un fortalecimiento infinito de las relaciones así inauguradas por el establecimiento de relaciones comerciales entre las dos naciones".

Recuerdo de la visita imperial a Tokio, en abril de 1935.
Recuerdo de la visita imperial a Tokio, en abril de 1935.

Sigüenza también hizo entrega de un Memorándum que afirmaba que los súbditos de Manchukuo tendrían libre entrada a El Salvador, pese a que las leyes migratorias salvadoreñas eran muy cerradas y prohibían el ingreso a chinos, mongoles, turcos, húngaros o gitanos y negros. Sigüenza argumentó en su discurso oficial de entrega de ambos documentos: “El reconocimiento de Manchukuo es puramente una cuestión de negocios, el resultado de la aguda necesidad de El Salvador de nuevos mercados para su café […]. Si Estados Unidos comprara más del 20% de nuestras exportaciones de café, por supuesto, El Salvador tendría menos necesidad de nuevos mercados”.

En cables de la agencia internacional de noticias United Press (UP), el diplomático salvadoreño manifestó que “El Salvador desea relaciones amistosas con todo el mundo” y que “no había ninguna razón importante para rechazar las relaciones amistosas ofrecidas por el jefe del nuevo estado, Pu Yi, cuando ascendió al trono”, el primer día de marzo de 1934, para así darle institucionalidad política a la invasión militar japonesa iniciada en septiembre de 1931.

De acuerdo con la propaganda japonesa, Manchukuo representaba un mercado potencial de 30 millones de consumidores. En el primer trimestre de 1934, Japón importó desde El Salvador un total de 685,000 yenes, cifra que cuadruplicaba la del mismo período un año antes. En ese sentido, el gobierno salvadoreño decidió apostarle a ser una “nación más favorecida” por Japón y su protectorado imperial en la Manchuria china y así abrirle nuevos espacios a sus exportaciones de café y otras materias primas, tan agobiadas por entonces por el impacto directo de la crisis bursátil global iniciada en 1929.

Dentro de esa lógica de la “diplomacia del café”, el jueves 24 de mayo de 1934, Sigüenza emitió una declaración pública para exponer que en "lo que respecta al reconocimiento de un gobierno, existe una disposición explícita en la Constitución de mi país. Es uno de nuestros derechos soberanos que no puede ser restringido por ningún tratado o acuerdo".

A juicio del redactor anónimo del artículo The League: Recognition No. 2, publicado por la revista estadounidense Time el 4 de junio de 1934: “Uno que simpatizaba con la solitaria situación del emperador Henry, de ojos de búho, era el moreno y menudo presidente general Maximiliano Hernández Martínez de El Salvador, una nación tan grande como Maryland. El presidente Martínez, vegetariano, abstemio y autoridad en materia de reforma agraria, había estado en el cargo más de dos años antes de que Estados Unidos lo reconociera y conocía muy bien las consecuencias de no reconocerlo. El 26 de enero de este año, el presidente [Franklin Delano] Roosevelt estaba dispuesto a admitir la existencia del presidente Martínez. Treinta y seis días después, el presidente Martínez estaba dispuesto a admitir en secreto la existencia del emperador Kang Teh [sic: De]”, en abierta violación a la resolución de la Liga o Sociedad de las Naciones que llamaba a todos sus miembros a no reconocer la invasión japonesa de la Manchuria china, pero sin condenar de manera abierta al Mikado japonés. El Salvador no votó a favor de esa resolución.

Mapa que presenta el territorio ocupado por Manchukuo y su conflicto limítrofe con la Unión Soviética. Imagen proporcionada por la Biblioteca del Congreso, Washington D. C.
Mapa que presenta el territorio ocupado por Manchukuo y su conflicto limítrofe con la Unión Soviética. Imagen proporcionada por la Biblioteca del Congreso, Washington D. C.

El reconocimiento salvadoreño dio pie a una carta agradecida de Hsieh Chiehsih, ministro de Relaciones Exteriores de Manchukuo, fechada el miércoles 23 de mayo de 1934. Esa misiva fue dada a conocer en San Salvador por el vespertino El Día el jueves 24, pocos días antes de que sus oficinas fueran visitadas por Takemi Shirakawa, editor financiero del periódico Osaka Asahi (empresa existente del 3 de enero de 1889 al 31 de agosto de 1940), cuyos trescientos mil ejemplares diarios ya habían dado a conocer al pueblo japonés la versión oficial del reconocimiento, difundida mediante una carta del Dr. Miguel Ángel Araujo, ministro salvadoreño de Relaciones Exteriores. Este mismo funcionario del martinato fue el que, de viva voz e imagen, le comunicó al pueblo salvadoreño el reconocimiento del Manchukuo mediante una filmación del noticiario capitalino Lorotone, grabada en película de 35 milímetros por el italiano Alfredo Massi (1899-1981).

El gobierno de China denunció el reconocimiento salvadoreño y solicitó a la Sociedad de Naciones que impusiera fuertes sanciones internacionales a El Salvador, pero la petición se diluyó entre la burocracia y el tiempo.
El 12 de junio de 1934, la zona noroccidental de El Salvador sufrió las graves consecuencias de un huracán, que provocó el desbordamiento de catorce ríos, 394 personas fallecidas y 106 heridas. Pocas semanas después de que enviara una nota diplomática de condolencia por esa tragedia, la Legación de Manchukuo en Tokio le entregó al cónsul Sigüenza un cheque por 10,000 yenes japoneses como contribución personal del emperador K’ang Te para los damnificados.

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En septiembre de 1934, una amplia delegación japonesa, formada por empresarios y políticos, visitó la ciudad de San Salvador para expresar su gratitud por el reconocimiento de Manchukuo. Unos meses después, en 1935, el imperio japonés designó a su ministro en México, Yoshitaka Hori, como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno salvadoreño, en carácter de diplomático concurrente.

El jueves 11 de abril de 1935 y como parte de su visita oficial a Tokio iniciada cinco días, el emperador K’ang Te recibió a Sigüenza, con quien abordó temas de las mutuas relaciones recién emprendidas tras el reconocimiento diplomático salvadoreño, que en los siguientes años sería emulado por el Vaticano, Estonia, Italia, Alemania, España nacionalista. Hungría, Polonia, Eslovaquia, Rumanía y China nacionalista.

Esa presencia internacional salvadoreña lograda de la mano del Imperio del Manchukuo y Japón hizo que, en enero de 1936 y desde Shangai, surgiera la posibilidad de fundar una Antisociedad de Naciones, formada por Japón, Manchukuo, Italia, El Salvador y otros pequeños países y territorios, inconformes con la gestión del panorama global hecho desde Ginebra por la Sociedad o Liga de Naciones. De hecho, en ese mismo año, el imperio japonés rechazó una propuesta de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para crear un comité que dirimiera el enfrentamiento fronterizo de esa nación con Manchukuo. Su negativa se centró en defender la necesidad inamovible de que El Salvador o Estonia fuera el tercer país neutral presente en la mesa de discusiones y negociación, a lo que el líder soviético Josep Stalin no accedió.

Caricatura de León Sigüenza ataviado con ropa tradicional y abanico japoneses. Fue hecha por el artista plástico ahuachapaneco Ángel Max León, alias del ahuachapaneco Ángel Maximiliano de León Arana (1907-1972).
Caricatura de León Sigüenza ataviado con ropa tradicional y abanico japoneses. Fue hecha por el artista plástico ahuachapaneco Ángel Max León, alias del ahuachapaneco Ángel Maximiliano de León Arana (1907-1972).

A fines de agosto de 1938, el emperador K’ang Te decidió otorgar la condecoración de primera clase de la Orden Imperial de los Dragones Resplandecientes al brigadier Hernández Martínez, en tanto que a los doctores Miguel Ángel Araujo y Arturo Ramón Ávila, quienes por entonces aún fungían como ministro y subsecretario de Relaciones Exteriores, les fueron entregadas las preseas de primera y segunda clase de la Orden Imperial de la Columna, misma de la que a Sigüenza le correspondió la medalla de tercera clase. Tras esto, El Salvador nombró a Wang Ching Shan como cónsul honorario en Xinjing (capital de Manchukuo, mayo de 1939), mientras que el imperio sino-nipón designó, desde el 20 de junio de 1939, como su representante diplomático en San Salvador al agricultor y empresario cervecero Rafael Meza Ayau hijo, quien hizo las primeras gestiones para obtener el execuátur oficial salvadoreño a partir del 23 de julio de 1940.

El 1 de enero de 1942, durante la Conferencia de Arcadia en la capital estadounidense, Estados Unidos, Reino Unido, la URSS y China firmaron el documento que después sería conocido como la Declaración de las Naciones Unidas. Al día siguiente, los representantes de 22 naciones se adhirieron a esa unión de los Aliados en contra de las fuerzas políticas y militares del Eje. El Salvador fue uno de esos gobiernos y, por ese motivo, no realizó ninguna celebración ni festejo público o privado el 1 de marzo, con ocasión del décimo aniversario del ascenso al trono del emperador Kang Teh.

2. Afiche del largometraje (1987) de Bertolucci dedicado a la vida del emperador Henry Pu Yi.
1. Dr. Miguel Ángel Araujo, ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador que reconoció al Manchukuo.
2. Afiche del largometraje (1987) de Bertolucci dedicado a la vida del emperador Henry Pu Yi.

El 27 de enero de 1943, el gobierno martinista estableció la nulidad del reconocimiento diplomático hecho al Imperio del Manchukuo y así se lo comunicó a la población nacional -mediante Diario Nuevo y La República, el suplemento del Diario Oficial- y a la cancillería china, a través de su representante para Centroamérica, establecido en la ciudad de Guatemala.

El episodio del Manchukuo representó una honda conmoción y censura mundiales al grado de que varios gobiernos del mundo solicitaron que se considerara su expulsión de la Sociedad o Liga de Naciones, el antecedente de la actual Organización de las Naciones Unidas (ONU), entidad a la que el país solicitó su retiro, por decisión propia, el 23 de julio de 1937, pero que se concretizó hasta el 10 de agosto de 1939, tras dos años de negociaciones y pagos de cuotas.

En 1987, el reconocimiento salvadoreño sería recordado por el director italiano Bernardo Bertolucci en uno de los diálogos de la película El último emperador (The Last Emperor), que en ese año fue galardonada con nueve premios Oscar de la Academia de Ciencias Cinematográficas.

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