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El Salvador en la Exposición Universal de Viena

Hace 150 años, El Salvador decidió presentarse en la Exposición Universal de Viena para asegurarle al mundo que no había sucumbido ante los daños y mortandad dejados por el Gran Terremoto de San José del 19 de marzo de 1873.

Por Patricia Guerrero Medrano y Carlos Cañas Dinarte | Abr 01, 2023- 05:56

Entrada principal a la Exposición de Viena, fotografiada el 16 de agosto de 1873 por Michael Frankenstein. Imagen cortesía del Herausgeber Technisches Museum.

En este 2023, la ciudad austríaca de Viena celebra su pasado al conmemorar el sesquicentenario de la Exposición Universal de 1873. En el marco de esta celebración, está prevista una serie de actividades, exposiciones y eventos especiales, donde se destaca el proyecto Panorama Viena. Será un nuevo espacio de exposiciones que abrirá a fines del verano y evocará la Rotonda (Rotunde), una construcción abovedada construida especialmente para la Exposición Universal y que hace 150 años fue considerada la más grande del mundo, ya que alcanzaba un diámetro de 108 metros, una altura máxima de 84 metros y 8,000 metros cuadrados de área. Por su parte, el proyecto Panorama tendrá una altura de 34 metros, sobre la que se proyectarán imágenes antiguas de la Exposición, en un novedoso formato diseñado en exclusiva para la celebración.

Además de Panorama, otros espacios como el Museo Técnico de Viena, el Welthmuseum Weibo, el MAK (Museo de Artes Aplicadas de Viena) o el House of Strauss unirán esfuerzos para conmemorar el magno evento. Este último, el House of Strauss, inaugurará un nuevo local dedicado a la música de la dinastía Strauss, mientras que el Museo Técnico de Viena inaugurará la exposición Women at Work, que recordará al Pabellón de la Mujer mostrado en la Exposición Universal de 1873.

Sumado a estos espacios, Japón ocupará un lugar especial en la conmemoración, ya que su participación en 1873 marcó el inicio de su apertura al mundo occidental. Ningún otro país acaparó tanto la atención como el imperio nipón. La influencia del orientalismo japonés se reflejó en múltiples formas en la cultura de la época, como ocurrió en las famosas pinturas de Gustav Klimt, la artesanía de porcelana e incluso en la literatura de viajes. La Exposición de 1873 también marcó la entrada de la soja en el mundo occidental, ya que fue presentada por primera vez en los jardines imperiales del Palacio de Schonbrunn. Para conmemorarlo, Viena acogerá al Congreso Internacional de la Soja, que se celebrará del 18 al 23 de junio de 2023.

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La Exposición de Viena fue un evento único en su tipo. Se celebró entre el 1 de mayo y el 2 de noviembre de 1873, con un total de 186 días. El evento, que abrió sus puertas todos los días, necesitó de casi 4,000 trabajadores que atendían a visitantes, turistas y expositores, cerciorándose de que todo funcionara a la mayor y precisa perfección.

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Plano general de la Exposición Universal de Viena y vista de la Rotonda o edificio principal de la misma.

El banderazo de salida a la exposición lo dio el propio emperador austríaco, Francisco José, hermano del fallecido Maximiliano de Habsburgo, segundo emperador de México. Tuvo como lema Kultur Uned Erziehung (Cultura y educación). En total, participaron 36 naciones junto a 19 territorios coloniales de los principales imperios de la época: español, francés, ruso, portugués, neerlandés y británico.

Tras el éxito de las exposiciones de Londres en 1851 y París en 1855 y 1867, la expectación acerca de la organización de Viena era enorme. La Great Exhibition of the Works of Industry of All Nations, como se le denominó a la muestra londinense, le permitió a Inglaterra mostrar su supremacía industrial de la época. Las exposiciones universales e internacionales se convirtieron en el nuevo espectáculo de la ciencia, en que ya no sólo participaban las clases altas. Por primera vez, los más de ocho millones de visitantes que acudieron a la City disfrutaron del Crystal Palace, un edificio de hierro y vidrio diseñado de forma exclusiva para ese evento. Las grandes máquinas industriales, objetos artísticos, materias primas y modernas instalaciones arquitectónicas se convirtieron en las protagonistas de estos acontecimientos periódicos, que lograron reunir a más de 15 mil expositores y 100,000 objetos.

Sin embargo, las difíciles circunstancias globales de la época, como la epidemia de cólera morbo de 1873, que se cobró 3,000 vidas tan solo en la ciudad de Viena, así como la quiebra financiera del 9 de mayo de ese mismo año, impactarían de manera directa en el flujo de visitantes. De los 20 millones de turistas y visitantes esperados por la organización, al final tan sólo acudieron 7.3 millones. Pese a tan difícil y adverso contexto, el gobierno austríaco y la organización de la Exposición decidieron seguir adelante y se enfocaron en atraer más a los países invitados.

El 6 de febrero de 1873, el consulado de Austria y Hungría en la ciudad salvadoreña de San Miguel, remitió al Lic. Manuel Cáceres, secretario de Relaciones Exteriores, la invitación y catálogo detallado de la Exposición Universal de Viena. La nota fue suscrita por el cónsul Johannes Schönenberg (Iserlohn, Prusia, 29/01/1811-¿?), comerciante exportador e importador asentado desde hacía casi tres décadas en la urbe oriental, donde fundó su casa de negocios y su familia, gestada con Johanna Wilhelmina Elisabeth Schlösser (09/03/1822-¿?), su esposa desde 1843. Aquel documento fue difundido por el Boletín Oficial en sus números 93 y 94, jueves 27 de febrero y sábado 8 de marzo de 1873.

La República de El Salvador tuvo una participación propia con el objetivo de proyectar una nueva imagen de la nación, vanguardista y moderna. La organización salvadoreña, hecha por el gobierno liberal del mariscal de campo Santiago González Portillo, se enfocó en la cuidadosa selección de recursos naturales con el fin de atraer inversionistas y mostrar las bondades de la nueva nación. En especial, tras el desastre generalizado producido por el Gran Terremoto de San José, ocurrido en la madrugada del 19 de marzo de 1873 y que dejó destrucción y muerte en 24 poblaciones centrales del territorio nacional.

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Participación salvadoreña en el catálogo oficial de la Exposición Universal de Viena.

A diferencia de las exposiciones anteriores, en Viena se optó por organizar los productos bajo el criterio de naciones, más que por categorías. Eso dejaba en clara desventaja a El Salvador, pues no tenía previsto participar en todas las secciones y categorías. En contraste de las potencias europeas, que ocuparon grandes pabellones propios y que fueron reasignadas bajo el criterio de localización geográfica y ocuparon la sección media de la exposición, las nuevas naciones americanas se situaron al oeste del edificio principal. Los países asiáticos ocuparon otro bloque de menor magnitud al este. Esa configuración le valió críticas a la organización, pues para los visitantes resultaba confuso encontrar países, uno detrás de otro, con muchos productos similares.

En la Exposición de Viena resultaba claro el énfasis en las artes, las artesanías y la fotografía, con el fin de desmarcarse de las exposiciones predecesoras de París y Londres. Sin embargo, el auge técnico e industrial, así como la facilidad que brindaron las nuevas comunicaciones, como vapores y locomotoras, permitió que inmensas piezas de la ingeniería y la industria desplazaran el foco hacia las máquinas y el progreso tecnológico. Las grandes máquinas modernas (como el inmenso cable submarino que uniría Brasil con Portugal, inaugurado en 1874) fueron ampliamente publicitadas en la prensa de la época.

El gobierno de la República de El Salvador centró sus esfuerzos en promover los recursos naturales con los que contaba su territorio, por lo que optó por participar en los Grupos I, II, III, IV y VII. En el Grupo I, dedicado a la minería y la metalurgia, presentó las piedras de azufre del volcán de San Miguel y dos trozos de plata extraídos de la mina Corozal (cerro Divisadero, departamento de Morazán), cuyo valor fue marcado como muy alto: una de ley de 400 libras y otra de 120 libras.

En el Grupo II, el espacio estaba dedicado a la agricultura y los bosques. En ella, la parte salvadoreña mostró fibras de mezcal, de gran utilidad para la confección de hamacas, lazos y sacos para las mulas. También se presentaron granos de cacao, café y silvicultura. El café, bien recibido por los visitantes y turistas, fue ovacionado por la prensa de la época por tener una calidad muy alta y destacar al competir con los nuevos comerciantes de ese producto agroexportador, como Venezuela o la Guyana, que participaban por primera vez.

Además, fue presentada la chinchona o quina, cuyo uso contra la fiebre y como tratamiento en la prevención y tratamiento contra la malaria la habían convertido en una planta de gran valor en todo el mundo, hasta peligrar su extinción en las tierras nativas de Sudamérica.

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Junto con la quina, otros productos salvadoreños fueron presentados como alternativas a los fármacos de la época, como los frutos del arbusto guacuco (Eugenia hondurensis), que actuaban como un remedio contra la disentería. También se dedicó un espacio para las pieles de animales como las del tunco de monte y otras registradas como de “tigre”, pero con seguridad pertenecientes a ocelotes o pumas, felinos de la región centroamericana.

En el ramo de productos del Grupo III, que correspondía a la industria química, se presentó el índigo o añil salvadoreño, con énfasis en la calidad de su color por encima de los presentados por otras naciones, como la India o Guatemala. El Grupo IV fue dedicado a la industria de los alimentos y bebidas. El Salvador mostró su azúcar cruda en diversas variedades, con una calidad comparable a la de Venezuela, que llevó el mismo producto en una novedosa presentación de conos de 5 libras y distintas calidades. Por último, el Grupo VII, dedicado a la industria textil, incluyó una moneda salvadoreña cortada con un valor de 3.5 dólares, en plata muy pura.

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Afiche oficial de la Exposición Universal de Viena, capital del Imperio Austro-Húngaro, mayo-noviembre de 1873.

Aunque no fue el éxito económico previsto, la Exposición Universal de Viena no sólo rompió la hegemonía de las exposiciones francesas e inglesas, sino que también fue un reflejo del incipiente capitalismo global apoyado en los imperialismos coloniales y en el auge de los nacionalismos. A nivel comercial significó un gran paso en la promoción salvadoreña, ya que -aunque la presencia latinoamericana seguía siendo mínima comparada con las grandes naciones europeas- El Salvador cumplió con su compromiso de presentarse, como lo venía haciendo de forma ininterrumpida desde la exposición de París en 1855. La participación de El Salvador en la Exposición implicó una enorme movilización financiera que no hubiese sido posible si el gobierno y los empresarios locales no la hubieran considerado un inmenso escaparate publicitario y de negocios. Era la forma de presentar al mundo a un país renovado que la prensa presentó unos meses antes bajo noticias como “El desastre de San Salvador” o “San Salvador no existe más”. El terremoto significó una gran catástrofe humanitaria y económica, por lo que la decisión de estar en la Exposición representaba una oportunidad de participar en ese gran escenario internacional como una tierra capaz de proveer a los inversores extranjeros de recursos exuberantes y valiosos, además de exponer la riqueza creativa de sus habitantes.

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Después de Viena, la hegemonía europea de las exposiciones se rompió. Fue gracias a eso que pudo organizarse la Exposición de Santiago de Chile en 1875 y la de Filadelfia, en los Estados Unidos de América, en 1876. Como indicara el historiador Mauricio Tenorio Trillo en su libro Artilugio de la nación moderna: México en las exposiciones universales, 1880-1930 (1998), ese tipo de eventos con enfoques casi globales son miradores privilegiados para estudiar lo que entonces se creía eran el Progreso y la Modernidad en los centros urbanos de la época, como París, Londres, Chicago, etc. Constituyeron un vistazo privilegiado en un mundo de fantasía y esperanza de un futuro impulsado por la ciencia y la técnica. Su circuito de estudio nos permite entender ahora cómo El Salvador enfrentó los últimos años del siglo XIX entre la promesa del progreso y las profundas crisis políticas, socioeconómicas y bélicas nacionales, regionales e internacionales.

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