Es la noche del miércoles 7 de mayo de 1919. El ágape se desarrolla con gran pompa. Asiste mucha de la alta sociedad de la ciudad de Washington, Distrito de Columbia (WDC), capital de los Estados Unidos. Desde noviembre, ha cesado el fragor de los cañones, el trazado luminoso de las balas de las ametralladoras, el rugir de los tanques y aviones y las trincheras repletas de lodo, gases mortales, inundaciones y dolor comienzan a ser cerradas en la realidad y en la mente. Atrás quedan millones de tumbas. Mientras finaliza la Primera Guerra Mundial, la pandemia de influenza continúa su marcha devastadora por todo el planeta.
La dirección es el 1143 de la parte noroeste de la extensa avenida Connecticut, en la capital estadounidense, muy cerca de Dupont Circle. La galería es el estudio privado del japonés Hisada y la exposición es patrocinada por el Dr. Rafael Zaldívar y su esposa -él en su carácter de ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de El Salvador ante el gobierno estadounidense- y por las mecenas princesa Shika-ko (japonesa, casada con un miembro de la Casa Kuni, vinculada con el Mikado reinante) y condesa Korgypska (rusa). Aquel es el evento inaugural de esa Galería Japonesa, sala de exposiciones y venta de arte y té, decorada para esa ocasión con muebles, alfombras, tapetes y detalles de la cultura ancestral española.
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El expositor de 17 cuadros es un joven llamado Efraín S. Salazar-Arrué, nacido en Sonzacate (en la actual colonia Zedán), en la noche del 22 de octubre de 1899. Desde hacía casi tres años, Luis Salvador Efraín Salazar Arrué estaba becado por el gobierno salvadoreño de Carlos Meléndez Ramírez en la Corcoran School of Arts, un centro formativo de la capital estadounidense, establecido desde 1869. Lejos está aún de adoptar a Salarrué como su alias literario y artístico.
No hay catálogo impreso, pero las pinturas llaman la atención por sus formas y colorido. La que más atrae al público es De posada, un cuadro de temática campesina navideña, con mujeres con rebozos y hombres con chaquetas blancas y sus sombreros de palma en la mano, mientras acompañan a María y José a pedir posada.
Uno de los asistentes aquella noche es el notable arquitecto y crítico de arte Albert Burnley Bibb (WDC, 08.jun.1853-23.dic.1942), quien pensó que el salvadoreño era español al hacer un comentario de su obra: "Me parece que hallo en el talento de este joven artista algo más que un eco de esa rara cualidad de su raza, que es como una ofrenda al arte de los grandes pintores españoles de antaño y del ídolo contemporáneo Zuloaga; y desearía que los más grandes contemporáneos españoles pudieran ver este trabajo y apreciar su promesa". Pocas semanas después de recibir esa apreciación para su futuro como artista plástico, el joven salvadoreño abandonó la ciudad y se marchó hacia San Salvador. Nada se ha vuelto a saber de qué fin tuvieron esas obras pictóricas exhibidas en los salones de Hisada, un japonés que creyó en la potencialidad de aquel tímido centroamericano, de alta estatura, pelo rubio y ojos verdiazules, que recién se había librado de ser llamado a filas para marcharse a ser combatiente en la Gran Guerra.
La galería de Hisada estaba situada en la parte oriental de un complejo de tres edificios, construido en 1915 por los arquitectos Clarke Waggaman y George N. Ray como un centro comercial pionero en esa zona de la capital de Estados Unidos. Desde 1995, es patrimonio edificado de la ciudad.
Paul Kiyoshi Hisada nació el 15 de agosto de 1888 en Hikone, Japón. Su padre residía en Fukida-cho, en Osaka. El joven Hisada estudió Bellas Artes en la Universidad Doshisha, de la que se graduó a los 16 años, para emprender ruta hacia Francia y Reino Unido en busca de perfeccionar sus conocimientos de artes y lenguas.
Llegados al puerto de Boston en el primer semestre de 1908, Hisada y su compatriota K. Murakami se establecieron en el 324 de la calle Boyston y entraron en contacto con el empresario Yamanaka Leo, radicado en el 93 de la calle Summer. Con una estatura de 165 cm, ojos cafés y pelo negro, en los próximos once años Hisada se dedicó a ser oficinista, mercader de arte oriental y gerente general de la compañía de Yamanaka en Hancock (Maine) y en Washington, D. C., donde abrió sus oficinas en el número 1253 de la avenida Connecticut. Por sus negocios de importación y exportación, viajó a Reino Unido (1912), Canadá (junio de 1917) y Japón (1917-1920), tiempo en los que también estuvo involucrado en la llegada de los miles de árboles sakuras (cerezos) a Tidal Basin y otros puntos de la capital estadounidense, así como en el envío de los american dogtrees (árboles de cornejo) hacia Tokio.
En el verano de 1915, junto con su compatriota Henry T. Koshiba diseñaron una fuente artística de dos columnas y un tazón para suministrar agua a quienes usaban la cancha de tenis de la YMCA de Bar Harbor (Maine).
En la noche del 17 de febrero de 1916, se le vio disfrazado de oficial chino en el baile de bellas artes del New Willard Hotel. Las japonerías y, en general, el interés por el exotismo oriental estaba de moda en las sociedades estadounidense, europeas y latinoamericanas desde mediados del siglo XIX. Arturo Ambrogi Acosta aportaba pruebas literarias salvadoreñas de ese interés por el Imperio del Sol Naciente, China, Cochinchina y demás territorios todavía coloniales del sudeste asiático.
En marzo de 1916, Hisada disertó acerca del arte durante la dinastía china Tang, en un evento desarrollado en el Club de Arquitectura de la Universidad de Georgetown, reunido en la residencia de la fraternidad Sigma Nu.
En 1917, durante un viaje a su tierra natal, el tratante de arte tuvo ocasión de entrevistarse en Tokio con Koizumi Setsuko, viuda del escritor, educador y traductor griego Patrick Lafcadio Hearn (1850-1904), pionero en reintroducir la cultura japonesa en el hemisferio occidental. A ella y a sus hijos les propuso hacer una traducción al inglés de las Reminescences de su esposo y padre. Dicha labor la realizó a cuatro manos con Frederick Johnson. El volumen de 100 páginas fue publicado en 1918 por el sello editorial The Houghton Mifflin Company. En ese mismo año también se publicó otro libro de Hearn, Japanese Fairy Tales, impreso por Boni & Liveright Incorporated.
Para entonces, Hisada tenía entre sus personas amigas a Amy Law-rence Lowell (Brookline, Mass., 09.feb.1874-12.mayo.1925), poeta lesbiana y hermana de Percival Lowell, reconocido astrónomo, matemático, autor y hombre de negocios estadounidense. Ella solía enviarle cartas y fardos postales con muchos libros y artefactos desde Japón.
En la tarde del lunes 10 de febrero de 1919, los ministros plenipotenciarios de Japón y España ofrecieron un té conjunto en el Estudio de Hisada, al cual acudieron, entre otros, matrimonios como los Rockefeller, Towsend, Wheeler y otros. El interés por aquel empresario nipón y sus piezas de arte en venta despegó entre aquella sociedad entusiasmada por lo exótico del planeta.
Tras la exposición inicial del salvadoreño Salazar Arrué, el prestigio social e intelectual de Hisada creció aún más. La sociedad multicultural de la capital estadounidense comenzó a fijarse más en sus proyectos. El dinero comenzó a fluir. Se trasladó a vivir a los apartamentos Córdova (1908 Florida Avenue NW) y fue más tomado en cuenta como mecenas u organizador de eventos sociales importantes. Entre ellos, supervisó ls instalación de cada crisantemo, loto, linterna, pagoda y escultura en el Shoreham Hotel, en la noche del jueves 9 de noviembre de 1920. En esa ocasión, el ministro plenipotenciario de Japón ante el gobierno estadounidense, barón Kijuro Shidehara, homenajeaba a los delegados nipones a la Conferencia Internacional de Comunicaciones Eléctricas. Además, Hisada contribuyó con un donativo para la realización del baile a beneficio de la Casa de Papá Noel, desarrollado en el Hotel New Willard, en la noche del 22 de diciembre de 1920.
Entre 1919 y 1922, Hisada fue el galerista de otros importantes artistas plásticos de inicios del siglo XX que pasaron por Washington, D. C. Entre ellos estuvieron Alexis Many (exposición de acuarelas, noviembre de 1919), la condesa danesa Lillie Raben-Levetzau de Osborne Lithgow (exposición de esculturas, marzo de 1920), Florence W. Gotthold (selección de sus pinturas modernistas y naifs, diciembre de 1920), Henry Martin Hoyt (muestra de sus óleos, acuarelas y aguafuertes, febrero de 1921) y obra en retrospectiva del octogenario japonés Shunko Sigiura (enero de 1922, coincidente con su exposición en la Galería Nacional de Arte de WDC). En todas esas actividades culturales y de promoción de sus artistas, Hisada contaba con el apoyo de su asistente Edith Margaret McCartney Hyrup (Boston, 18.marzo.1897-WDC, 1981), una pintora y retratista a la que contrató para desarrollar esos fines específicos.
Paul Kiyoshi Hisada se sometió a una operación quirúrgica, pero no logró sobrevivir a la convalecencia. Falleció en horas diurnas del miércoles 9 de agosto de 1922 en una de las salas de pacientes masculinos del Garfield Hospital, en WDC. Su funeral fue programado en la White's Chapel y su incineración se llevó a cabo en el crematorio del lugar, a partir de las 14:30 horas del viernes 11. No se conoce el destino que tuvo su urna funeraria con sus cenizas.
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El martes 15 de agosto de 1922, su asistente y su abogado Julius A. Maedel alegaron ante un tribunal de WDC que ella tenía en su poder varias cartas que la acreditaban como prometida de Hisada y que, por tanto, solicitaba que se le permitiera acceso directo a la administración de la herencia, valorada en 5,000 dólares de activos y 10,000 dólares en deudas. Al día siguiente, la corte estimó que aquel "japo-american romance" truncado por la muerte era válido y le otorgó la administración patrimonial solicitada, entre la que había valiosas pinturas japonesas de los siglos XIV y XVII. Tras la venta de aquellos activos de cuyo destino final tampoco se sabe nada en la actualidad. Margaret se dedicó a su obra. En la tarde del 15 de marzo de 1924, mostró retratos en una sala de WDC, mientras que del 29 de septiembre al 11 de octubre de 1927 exhibió en Ferargil Galleries, en el 37 East 57 St. de la urbe neoyorquina, adonde abrió su propio estudio para desarrollar su actividad artística.
Durante sus décadas de vida en El Salvador y Estados Unidos, Salarrué jamás dedicó un recuerdo ni un escrito a aquel japonés que creyó en él y le permitió realizar la primera exposición individual de su obra plástica.