En la 'Tultecayut', se encierran los mejores y más importantes logros de la comunidad nahua-pipil del país, la que dominó el occidente y el centro del territorio salvadoreño, antes de la llegada de los conquistadores, en el siglo XVI.
Y si muchos presumen que ya no hay comunidades indígenas en El Salvador en 2024, nada más alejado de la realidad.
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En medio de la era de la Inteligencia Artificial, los pueblos originarios de la región de Nequepio o Kushkatan en Mesoamérica -nombre indígena de Cuscatlán- siguen resistiendo y luchando por visibilizar el legado de sus abuelos y abuelas.
Al pie del cañón, permanecen las comunidades Nahua-pipil (occidente), Lenca y Kakawira (oriente), que son representados a nivel nacional e internacional por la Asociación Coordinadora de Comunidades Indígenas (ACCIES).
"Nosotros no somos mayas. Somos pueblos nahua-pipiles", aclara categóricamente tata Fidel Flores Hernández, quien desde el cantón San Ramón de San Antonio del Monte, en Sonsonate, ha enfocado su vida en descubrir el legado de los abuelos y abuelas: el 'Tultecayut'.
Desde sus poblaciones, las comunidades indígenas de El Salvador batallan no solo por ser reconocidas -sobre todo en su país-, sino también por reclamar lo que les pertenece, dar a conocer su cosmovisión y aclarar mucha de la información tergiversada sobre ellos y sus tradiciones que se ha publicado.
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Y convencido de que es necesario registrar esa filosofía de vida y la historia indígena desde sus experiencias, tata Fidel se ha dado a la tarea de lanzar al mercado títulos relacionados con su cultura, escritos de su puño y letra.
Este año, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, el 9 de agosto, el Museo de la Imagen y la Palabra (Mupi) presentó el libro "Memorias del Tata Fidel", título en el que el autor abre una ventana a su mundo, a la herencia de los pueblos originarios de El Salvador.
"Se habla mucho de la conquista, pero nosotros no hemos sido conquistados", enfatiza el autor, quien no tuvo la oportunidad de ir a una escuela. En esas más de 80 páginas, el líder nahua-pipil revela más que su historia, parte de la cosmovisión que está a la base de siglos de persecución y políticas excluyentes. Este 17 de octubre, estas memorias se presentarán en el Centro Español de San Salvador, a partir de las 6:00 pm.
Sentado a la sombra de la ceiba que se levanta imponente en la cancha de su comunidad, tata Fidel recuerda que los pueblos originarios han marcado con sangre su resistencia, una que sobrepasa la matanza de 1932, que perseguía el exterminio de su gente.
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Pero, ¿qué tan peligrosa es esa filosofía de vida?, ¿por qué aún se excluye a los pueblos indígenas?, ¿por qué se les impide vivir con sus costumbres y creencias, y ser parte de las decisiones encaminadas al desarrollo de su país?
LA MADRE PROVEEDORA
A la base de su cosmovisión está la tierra, la gran proveedora, a quien respetan y agradecen cada bendición recibida.
"Salimos a trabajar nuestra Madre Tierra cuando los primeros rayos del sol comienzan a parpadear en el horizonte. Lo primero que me enseñó mi padre es a saludarla, porque la Tierra escucha lo que le decimos, nos hincamos y nos quitamos el sombrero y los caites, esto lo hacemos al amanecer de cada nuevo día, la tocamos y le pedimos al tata Dios la buena siembra y permiso para puyar la madrecita tierra, pues uno no solo debe llegar y maltratarla", se lee en el primero de los cuatro capítulos del libro de memorias de Flores Hernández.
Por ello, las tierras comunitarias de los pueblos originarios siempre han sido parte vital de su existencia. Son hombres y mujeres ligados al campo, que han aprendido a diversificar sus quehaceres, sin que ello los aleje de su estilo de vida en armonía con la naturaleza.
"Yo no me acostumbro a la comida chatarra de las ciudades", expresa el líder indígena, quien en su libro revela que su alimentación básica incluye maíz, frijol, chile, vegetales, frutas y hojas silvestres. A esto le añaden los animales de granja que cuidan en sus hogares, como pollos y cerdos.
Gracias a las gestiones realizadas a través de ACCIES, se han desarrollado una serie de proyectos encaminados a ofrecer emprendimientos que contribuyan a la economía comunitaria de estas poblaciones.
Pero desde que fueron despojados de sus tierras, los pueblos originarios siguen luchando por recuperarlas. Entre las grandes razones del levantamiento indígenas del 32, figura esta, además de la serie de abusos y vejaciones que han sufrido desde la llegada de los conquistadores.
Esas mismas razones los impulsaron a unirse a la cruzada que originó el conflicto armado. Tenían la esperanza del ansiado cambio, el reconocimiento y la recuperación de sus tierras. En vez de esto, ni siquiera se les incluyó en la firma de los acuerdos que dieron por terminados los 12 años de guerra.
"Pero llegaron los Acuerdos de Paz, fueron firmados por la guerrilla y representantes del gobierno en Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992, y nuestras comunidades se quedaron esperando por esos cambios que nunca llegaron", detalla tata Fidel en el episodio tres de su libro.
Para colmo, El Salvador aún no suscribe el “Convenio número 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales”, en el que se reconoce el derecho de los pueblos indígenas a la tierra y el territorio.
Actualmente, las comunidades salvadoreñas tienen presencia en diferentes organizaciones nacionales e internacionales encaminadas a garantizar el bienestar y los derechos humanos de los pueblos originarios. Su lucha continúa.
RESPETO Y GRATITUD
Tata Fidel comparte en sus memorias que los abuelos y abuelas lo han enrumbado por esta vida para entender, proteger y difundir el gran legado nahua-pipil de El Salvador.
Pero, ¿qué encierra el 'Tultekayut'? Eso lo explica en el segundo capítulo de sus memorias, en la que narra desde su infancia hasta su presente.
“… comprende los conocimientos, prácticas y sabiduría que nos heredaron nuestras abuelas y abuelos de las primeras grandes civilizaciones como los Toltecas, en la búsqueda de la trascendencia de la vida material para alcanzar nuestra trascendencia espiritual. La Tultekayut es el arte de vivir en armonía con la naturaleza y los demás seres vivos”, detalla.
Tata Fidel reflexiona sobre la educación que le dieron sus padres, misma que fomentaba su pueblo nahua-pipil, y que se desprende del 'Tultekayut'.
"El aprendizaje es lo que queda. La educación de nuestros padres, a pesar de que no fueron a la escuela, fue mejor (que la de hoy)", afirma el líder de 74 años. Para su pueblo, el respeto y la gratitud están a la base de la formación para la vida.
"Me enseñaron que teníamos que saludar a los mayores, a respetar lo que no es nuestro -lo que no tenemos que tocar-, a que si había un par de adultos hablando en la casa, y yo estaba afuera, no tenía que entrar, a no meterme en las conversaciones. Hoy en día, los menores no son así, porque los mayores no han sabido educarlos", resaltó.
Ese respeto les motivaba a pedir algo cuando lo deseaban y a discutir para llegar a un acuerdo. "Mientras tengamos la oportunidad de sentarnos y platicar, nos vamos a dar cuenta que ningún hermano es menos. Lo que nos toca es que nos comprendamos, nos respetemos que cada quien funciona como tiene que funcionar", agregó el líder comunitario en entrevista con elsalvador.com.
En sus memorias, tata Fidel reúne detalles curiosos y fantásticos que enriquecen una lectura fluida, que invita a desaprender. A descolonizar la mente, para hacer contacto con los abuelos y abuelas y descubrir la riqueza de la 'Tultecayut'. El libro está a la venta en el Mupi y en ACCIES.