Rebuscando en el costal del pasado para conocer todas las etapas de nuestra identidad hoy, las emociones son de esencia primordial. Pero las emociones de hace mil años —en la Edad Media de Europa Occidental—, ¿eran las mismas que sentimos hoy? Tan efímeras, transitorias y fugitivas que son las emociones, que examinarlas desde una distancia tan larga como son los mil años que componen el período —que abarca el año 1000 hasta hoy, en el año 2022— es de intentar ver las ilusiones, las fantasías, los sentimientos, hasta las brizas en los árboles y los olores de las flores de antaño, por un microscopio esta semana de septiembre.
Fuentes de cómo eran las emociones de la gente medieval hay. Mas difícil es penetrar en cuáles expresiones emocionales eran sinceras y cuáles solamente ceremoniales. Encontramos explicaciones en los escritos y los análisis de los Padres Occidentales de la Iglesia recopilados en la Patrología Latina de la edición de J.L. Migne en París, del siglo XIX, que se encuentran en las bibliotecas de la mayoría de las universidades de Europa. Los Padres categorizaron los sentimientos de la Pasión de Jesús, de su madre, de María Magdalena, de San Juan Bautista y San Pedro, entre otros. San Agustín de Hipona, en el siglo VI, escribiendo en la Magreb, detalló en su tratado De Trinitate que el alma tripartita del hombre es una resonancia de la Trinidad misma, porque la creencia es que Dios creó al hombre a su propia imagen y similitud. En ello está plasmada la estructura de las emociones en un contexto católico europeo, como son la razón, que deberá dominar las pasiones, que son las emociones en la forma de las otras dos partes del alma tripartita: la imaginación y la fantasía, que, sí, son reconocibles como emociones. Esta es la composición tripartita con interrelaciones entre las partes de la vida interior del ser humano para los siglos de interpretación patrística.
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Dos investigadores de la neurociencia y la psicología de las emociones medievales (uno francés, la otra húngara), siguiendo esta línea de pensamiento, han comentado lo siguiente: “La historia de las emociones nos obliga a reconocer la maleabilidad cultural infinita de la materia extraña y afectiva de la que estamos hechos” (Boquet, Damien y Piroska Nagy, (Medieval Sensibilities [París: Editiones de Seuil, 2015]). Tal vez hay una clave aquí que nos lleva a analizar, para entender, las emociones en otro contexto cultural. ¿Será acaso que las emociones básicamente siguen igual, pero son formadas y moldeadas por las estructuras culturales en las que existen, tales como estructuras eclesiales; la necesidad de la razón deberá controlar las pasiones, imaginación y fantasía de las emociones que son atraídas a la soberbia, la ira, la accidia (una especie de pereza espiritual que es traducido como “sloth” en inglés) y el resto de los siete pecados mortales que —observamos— son emociones. Son las emociones fuera de control las que son castigadas y purgadas en el Infierno y el Purgatorio de La Divina Commedia de Dante Alighieri, por ejemplo.
Y la superación de estos pecados —que son emociones desordenadas— requiere penitencia, etapas de sensaciones emocionales como la vergüenza y la tristeza para alcanzar la mesura, la alegría y el anhelo a ciertos ideales cristianos que son la esencia de la civilización occidental de Europa. El reordenamiento y redirección de deseos parece ser una metodología pertinente para la conducción hacia la salvación, y, así, las emociones están en el corazón de la salvación.
Culturalmente estas emociones aparecen en los mil años de la Edad Media como las virtudes y vicios de las teorías medievales de las pasiones cristianas y de la vida laica. Son personificadas en el género literario de las psichomaquías que presentan el conflicto entre los vicios y las virtudes; como en las alegorías de batallas entre Cuaresma y Pascua. Además, son en cierto sentido plasmadas en formaciones culturales como las comunidades emocionales, como son las congregaciones de feligreses de una diócesis, o los monjes y monjas enclaustrados en monasterios y separados del mundo que son personificaciones materiales de la cultura en esquemas de emociones ordenadas, por ejemplo, por La Regla de San Benito. Los valores monásticos expresados en emociones como amistad fraternal, el amor, la erradicación de soberbia y envidia, y el resto de los siete pecados de las tradiciones y liturgias cristianas son semilleros. Estas comunidades emocionales fomentaron principalmente las emociones de amor, caritas y dilectio, que confeccionan por medio de lágrimas, sufrimiento y sacrificio en la contemplación de la Pasión de Jesús, que, en turno, conducen a la salvación del alma cristiana en el ámbito de la Pasión de Jesús Cristo en el contexto medieval.
Estos sentimientos los reconocemos como emociones ahora en nuestro siglo. Hoy existen en otras formas culturales y materiales que son distintas, ya que vivimos en ambientes grandemente seglares. Son plasmados no en monasterios si no en el cine, literatura, medios sociales, etc. Pero son las mismas emociones. ¿O son radicalmente diferentes de nuestras expresiones y formulaciones que no son amuralladas en la doctrina de una iglesia? He aquí la cuestión fundamental. Reconocimiento y el hecho de ser parecido no son fenómenos que son idénticamente iguales.
¿Cuáles serían las comunidades emocionales del siglo XXI? En cualquier tiempo, ya sea medieval o moderno, las emociones tienen la capacidad de dar forma a la humanidad en una cultura definida como la familia y no el celibato, para tomar un solo ejemplo. Ahora podemos pensar que estas emociones al centro de formaciones medievales como monasterios, universidades o cortes políticos de gobiernos son simplemente expresiones dogmáticas y ceremoniales. Parece ser que en nuestro siglo apreciamos la sinceridad y la honestidad en la expresión de emoción: nos lleva a pensar que la expresión de emoción durante los siglos medievales era en gran parte formal, ritualista y convencional.
¿Cómo se puede penetrar la vela del tiempo para evaluar el nivel de la sinceridad, tan importante hoy? Veamos una herramienta utilizada desde la Antiguedad: la retórica, que es un arte y una habilidad en la Antiguedad y en la Edad Media dirigida a mover las emociones para persuadir al ser humano a actuar en cierta manera. La cuestión de sinceridad no juega un papel aquí. Es un arte formal que comenzó a florecer nuevamente en el siglo XII en la escuela catedralicia de la Catedral de Chartres en Francia.
Allí el religioso Hugo de San Víctor escribió su reconocido manual sobre las siete artes liberales, poniendo énfasis en el arte de la persuasión. Es el Didascalicon (manual, en griego). En Chartres también Juan de Salisbury defendió las siete artes liberales con énfasis en la retórica, en Policraticus. La retórica es el arte, en el ámbito religioso y en el ámbito seglar, dirigido específicamente a las emociones para persuadirlas a actuar en una manera indicada por la doctrina.
Ahora pasamos a la sociedad culturalmente seglar y sus fuentes y expresiones literarias. Existen poemas medievales en tradiciones como el fin’amor (amor cortés), fole amor (amor hasta la locura), joie (alegría y felicidad), de las tradiciones que comenzaron en Provence y florecieron en las cortes de Marie de Champagne en Francia, con troubadours y poetas grandissimos como Chrétien de Troyes que nos dio la primera expresión del amor adúltero en la corte del rey Arturo con la liaison de Lanzarote y Ginebra. Estos poetas del dolce stil nuovo, que provenía del sur, pasó por Sicilia y finalmente a Florencia y toda la Emilia-Romagna en el norte de la península itálica, utilizando las artes retóricas de la España musulmana, tradiciones del orden de los monjes cistercienses, además de las canciones de los goliardos en las tabernas del norte como los Carmina Burana.
Los conceptos de amor se engrandecieron y expandieron a la vida afectiva de las comunidades, aldeas y ciudades aledañas y se transformaron cuando los troubadours los expandieron al incluir temas como la consumación sexual dentro y fuera del matrimonio. Celebraron la risa, la alegría, el odio, los celos, el miedo y demás emociones relacionadas a la vida clandestina del amor prohibido. Estos poetas habían estudiado los siete artes liberales y utilizaron los artes elegantes de la retórica para persuadir muchas cosas. ¿Fueron sinceros? ¿O fueron teátricos, solamente manifestaciones dramáticas sin sinceridad?
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El teatro litúrgico de Corpus Christi, que nació en el siglo XIV, incluyó muchos elementos de la Commedia dell’Arte al igual como la liturgia de la Iglesia para enseñar a las poblaciones —que la mayoría eran analfabetas— cómo expresar y ordenar sus emociones. Sentimientos abundaban en estos ciclos teatrales de Corpus Christi. Eran emociones expresadas en forma rústica para la edificación de los pobladores, se ven en la ira de Herodes cuando llega a saber que el niño Jesús había escapado a la Masacre de los Inocentes que había ordenado. Actores de la comunidad apersonaron las actuaciones fanfarronas del rey Herodes, originalmente prestada de la tradición romana del soldado arrogante y vocifero, el miles gloriosus, fueron expresiones máximas del pecado de la ira. Esta expresión de la emoción de la ira fue conocido como “Out-Heroding Herod” (actuando en una manera exagerada en la que el vicio de la ira se convirtió en algo que se podía despreciar como subhumano, de desprecio a este pecado). Hay muchos ejemplos más.
Las expresiones medievales de las emociones relacionadas con el amor humano comenzaron a refinarse en la poesía del siglo XIV. Tenemos los ejemplos de Sir Gawain y el Caballero Verde (poema anónimo del siglo XIV) que eran contemporáneo con el fino romance trágico del Troilo y Criseyde de Geofrey Chaucer. Otro ejemplo que no podemos omitir es el enormemente importante poema Le Romaunt de la Rose de Guillaume de Lorris y Jean de Meung, que fue traducido más tarde al inglés por Geoffrey Chaucer. Examinamos brevemente cada uno.
Le Romaunt de la Rose (El Romance de la Rosa) es un poema de amor de unas 4,000 líneas que examina muchas emociones relacionadas con la adolescencia, cuando florecen los sentimientos de maneras exageradas, en todas las emociones relacionadas con el amor en la juventud. Al principio del poema, un joven de 25 años cae dormido y cuenta, en su sueño-visión, que él encuentra un jardín encerrado donde ve a muchos “capullos de rosas” (léase, en esta alegoría, niñas lindas y frescas para el amor). En la muralla alrededor de este jardín, están colgados escudos con emblemas emocionales que son enemigos de la emoción refinada del amor bajo consideración: la avaricia, los dolores de la vejez, la diversión, el diosito Cupido, el miedo, la vergüenza, y le Daungier (que se traduce en “aléjese de esta niña para proteger a su reputación”).
El joven tiene que superar y derrocar a todas estas emociones para ganar “la capulla”. El joven intenta y logra, con dificultad, entrar el jardín y allí queda mirando a las “capullas”. ¡El poeta declara que “¡Entre más un hombre mira lo que ama, más se enciende el fuego a su corazón, que es bañado en la grasa de tocino!”
Al fin, con una examinación enciclopédica de las emociones complejas del joven, el poeta describe cómo el joven logra ganar a su “capullo” en una manera que hace de este poema el poema más explícitamente obsceno de la Edad Media.
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En Sir Gawain y el Caballero Verde, una señora construye unas trampas intrincadas y psicológicamente engañosas en base a las tradiciones de fin’amor (amor cortés). La tentación —e invitación explícita y adúltera— de tener el sexo que ella ofrece al caballero pone a Sir Gawain en una situación en la que peligra su vida y su alma cristiana. Es, psicológicamente, uno de los poemas de amor más sofisticados de la Edad Media en la examinación de tentación y juegos sexuales delicados y complejos. Las descripciones de emociones que acompañan estos juegos son tan cultivados y cosmopolitas que lo califican como construcciones de emociones complejas que son dignas del siglo XXI.
No omitimos el poema exquisito de Maestro Geoffrey Chaucer, escrito en la corte adolescente de Ricardo II, donde los juegos de amor sobrepasan nuestra imaginación moderna. El accionar interno de Troilo y Criseyde se sitúa en el ambiente de la Guerra de Troya, pero a la misma vez, en la Inglaterra del siglo XIV con dos personajes menores que se encuentran en Troya en el momento que termina la guerra y los griegos comienzan a dividir el botín: las riquezas y las mujeres troyanas. Criseyde promete su amor eterno al soldado troyano, Troilo, pero a ella le toca convertirse en el premio de guerra de un soldado griego, Diomedes, quien la gana en un intercambio de prisioneros de guerra. Criseyde tiene que ir con Diomedes, jurando amor a Troilo. Pero pronto, Criseyde traiciona a Troilo y se entrega a Diomedes, acto que ella comete por miedo y porque en el mundo extraño y ajeno de los griegos necesita protección. Troilo recibe estas noticias e inmediatamente se mete con sus emociones fuera del control, contra los griegos como acto de valor, pero que, en realidad, es suicidio. Después de su muerte, Troilo sube al cielo pasando las nueve esferas y puede ver a Criseyde. Pero no la ve como a la mujer amada, si no como una vieja carreta en el camino (símbolo, en el siglo XIV, de que ya es una prostituta). Las delicadas descripciones de las emociones de amor y traición presentadas a la corte adolescente del rey Ricardo II hacen de este poema de Chaucer un arte de la expresión de las emociones en una retórica fina, que en los tiempos medievales era el arte de excitar emociones de muchas índoles.
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¿No es acaso la literatura simplemente emociones que han entrado en discurso? La retórica cristiana y la retórica del amor cortés son reconocibles hoy ya que la civilización occidental y su vida emocional proviene, en gran medida, de estas raíces. Desde las doctrinas de San Agustín, las expresiones retóricas en la defensa de los siete artes liberales de Hugo de San Víctor y de Juan de Salisbury, además de La Regla de San Benito, que unificó a toda Europa hasta Guillaume de Lorris, Chrétien de Troyes y Geoffrey Chaucer, las emociones son la esencia del arte y la retórica que tejen la vida humana civilizada emanada desde el continente de Europa.
Las coberturas y fachadas culturales de las emociones a través de los siglos pueden diferir, y la civilización occidental está envuelta en emociones desde su comienzo hasta este mismo minuto. Emociones medievales son expresiones que llevan a los feligreses de una diócesis o los monjes y monjas hacia la salvación por medio de las emociones contempladas en la Pasión de Jesús, que también se transforman en las pasiones deliciosas de las emociones en el amor humano. Además, las emociones expresadas en la literatura y el teatro medieval sobrepasan lo que está escrito o exhibido en los escenarios de hoy.
Considero que no podemos darnos el lujo de despreciar las emociones medievales, tachándolas como acciones de las masas sin pensar, o sentimientos infantiles de inmadurez social: son nuestra eterna juventud.
LECTURA RECOMENDADA
-Boquet, Damien y Piroska Nagy. Medieval Sensibilities. A History of Emotions in the Middle Ages (Cambridge: Polity Press, 2015)
Primera publicación como Sensible Moyen Age: Une histoire des émotions dans l´Occident medieval (París: Editions du Seuil, 2015).
- Miller, Katherine. Reason, Sensuality and John Skelton: Patristic Psychology and Literary Attitudes in the Late Medieval Period (University of California at Los Angeles, 1974).
- Miller, Katherine. Razón y sensualidad en la psicología patrística: las raíces de nuestras imágenes de masculino y femenino” en Realidad: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Centroamericana – José Simeón Cañas. Vol. 125 (Octubre 2017).
- Rosenwein, Barbara H. Generations of Feeling. A History of Emotions, 600-1700 (Cambridge: The University Press, 2016).