Hace 34 años, Óscar Molina partió de El Salvador hacia Estados Unidos. Tenía 16 años cuando se separó de sus padres para migrar a una nación desconocida en 1989. Viajó con uno de sus siete hermanos, huyendo de un territorio en guerra.
Del cantón Ocotillo de Cacaopera, en Morazán, saltó a Nueva York, en donde se dispuso aprovechar al máximo las oportunidades que la gran nación del norte le ofrecía.
Y dicho y hecho. Actualmente, el compatriota brilla con luz propia como pintor y escultor en Southampton, en el condado de Suffolk, Nueva York, pero además fundó ahí una empresa de construcción que dirigió por más de dos décadas.
A través de su propuesta artística ha destacado en Estados Unidos y a nivel internacional; su serie “Children of the World” ha iniciado una migración de esculturas blancas de grandes dimensiones de norte a sur, que cuestiona a la humanidad entera.
Las piezas están inspiradas en los inmigrantes que viajaron con él, en aquellas siluetas agazapadas luchando contra el desierto mexicano a finales de los 80.
“Son personas que están de una manera o de otra, en una transición...”, explica el connacional. “Puede ser una partida, el último encuentro de una familia, la búsqueda personal de esa conexión con Dios. Se puede interpretar de una diversidad de formas”, añade.
Hay quienes las perciben como seres fantasmales y otros como formas orgánicas semejantes a los hongos. “Si las ponemos en una exposición y explicamos el tema… la gente se identifica”, recalca el creador, quien inició esta serie en 2019.
Lee también: Taller de pintura en Chapeltique impulsa el desarrollo motivacional
En estas figuras de cemento color blanco, Molina representa la belleza de lo simple, la pureza del ser humano, no la maldad. Hay personas que han tachado sus esculturas de supremacistas —creencia que sostiene que las personas blancas son superiores en muchos aspectos a las personas de otras razas o etnias—, pero nada más alejado de la realidad.
La mañana del viernes 10 de noviembre de 2023, una de sus composiciones escultóricas fue inaugurada en el Centro Recreativo de Apulo, en el lago de Ilopango, que se suma a las que ya se exhiben en los museos de Longhouse Reserve y Long Island de EE. UU., y en el viñedo San Francisco de San Miguel de Allende, en México.
El éxito de “Children of the World” es tal que hay incluso esculturas en residencias, hoteles y oficinas. Entre sus proyecciones está inaugurar otras dos en Buenos Aires, Argentina, y Ecuador.
Saber que una de sus piezas ahora luce en Ilopango es muy especial para el artista. “Estoy encantado… Quiero aportar al país como empresario y artista”, afirmó.
Entérate: Conoce a William Díaz, el joven pintor que plasma sus sueños en lienzos
Hay que resaltar que además de las esculturas en Apulo, Molina está por inaugurar una exposición con parte de su obra pictórica y escultórica en el Hotel Hyatt, en Antiguo Cuscatlán; y en diciembre realizará la primera muestra de arte internacional que se lleva a cabo en el oriente del país, en su Hotel Boutique Mar Azul, en La Unión, con creadores de diferentes nacionalidades.
Esta última es a beneficio de los niños que integran el taller de arte que él ha creado en el Cubo que funciona cerca de su casa, en la playa El Tamarindo. Él apuesta por la educación y el arte, y ese es otro de sus grandes deseos: colaborar en la formación de nuevas generaciones más empoderadas, más analíticas, en la tierra que lo vio nacer.
Molina regresó a su país ya convertido en emprendedor y artista, volvió para reencontrarse con sus padres 25 años después de despedirse de ellos y llevárselos a Estados Unidos.
En la actualidad, a casi 35 años de partir, el oriundo de Cacaopera vive uno de sus mejores momentos. Desde que celebró los 50, inició un nuevo capítulo que lo ha motivado a invertir en el país en el que nació y creció. En la zona oriental en donde aprendió la agricultura y la pesca, en la región salvadoreña que lo hizo descubrir su pasión por el arte. Ahora se dedica a sus piezas artísticas en un 100 %.
En ese afán, se ha sentido un extraño, un migrante en El Salvador, un hermano lejano deseoso de redescubrir la riqueza cultural del Pulgarcito de América y retribuir a la patria lo que le legó antes de migrar.
Las esculturas de "Children of the World" han comenzado su travesía por el continente americano, de norte a sur. VIDEO: imagen de carácter ilustrativo y no comercial / https://www.instagram.com/p/CxRgPAatkf1/
¿POR QUÉ "CHILDREN OF THE WORLD"?
Rodeado por el arte, en una de las áreas del Hotel Hyatt de Antiguo Cuscatlán, Óscar Molina accedió a compartir la historia detrás del título de su exitosa serie inspirada en los inmigrantes, historia que solo su esposa Carolina conocía.
“Una madrugada, me levanté entre las 2:45 y las 3:00, y en mi mente resonaba la frase ‘Children of the World’. Entré a Google y me encuentro con una obra que se llama ‘Los Niños de Lidice...’”, rememoró.
Se trataba de la escultura de bronce que la profesora y escultora Marie Uchytilová y su esposo trabajaron en memoria de un grupo de 82 niños del pueblo de Lidice —en lo que hoy es la república Checa—, que fueron asesinados en un campo de concentración nazi en 1942.
La pieza impactó sobremanera a Molina, quien dedicó parte de su tiempo a indagar más sobre aquel memorial que puede admirarse en la república Checa.
La escultura es un recordatorio sobre lo tremendas que son las guerras y que la humanidad debe esforzarse por evitarlas. Uchytilová dedicó más de dos décadas a obtener los rostros de los niños de Lidice para reproducirlos, lamentablemente murió sin poder completarla. Fue su esposoJ.V. Hampl, quien la finalizó.
“Nosotros somos ‘Children of the World’. Hay historias que se están repitiendo, hay niños que no tuvieron la oportunidad de expresarse, murieron injustamente. Por eso le puse así”, manifiesta el pintor y escultor salvadoreño.