Dedicarse a la danza profesionalmente en El Salvador es un gran logro, uno muy difícil ante la casi nula oferta en formación artística existente. Pero para Sandra Irina Flores Rodrigo, los obstáculos se transformaron en retos que con los años la hicieron brillar con luz propia dentro y fuera de las fronteras cuscatlecas.
Para su maestra, Alcira Alonso, en el país no ha habido una bailarina "con la calidad interpretativa" de la también ingeniera en Sistemas Computacionales por la Universidad de El Salvador.
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Sus pininos como balletista los dio en el seno de la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié hace 44 años, en 1978. Desde entonces, su disciplina y esfuerzo le han valido para conquistar mil y un satisfacciones sobre los escenarios.
Su realización artística, como balletista, docente y coreógrafa, llegó como parte de la compañía de la Fundación Ballet de El Salvador, de la mano de la icónica maestra argentina, quien durante este año celebra 95 años de vida.
Para despedirse, la exalumna del Colegio Fátima de Santa Tecla sugirió a Alonso de dejarla interpretar la obra completa del clásico “Giselle”. Y este 7, 8 y 9 de octubre vuelve a escena al frente del nuevo espectáculo de la Temporada 2022 del Ballet de El Salvador, en el Teatro Presidente.
Pero antes de interpretar a la joven enamorada enloquecida por la traición, reflexiona para El Diario de Hoy lo que el ballet es y ha sido para ella.
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¿Hubo algo o alguien que influyera en usted para apasionarse por la danza clásica?
Mis padres fueron un pilar fundamental durante mi formación en la danza. Para mi madre fue el sentirse realizada conmigo, ya que a ella nunca le permitieron en su familia desarrollarse en las artes. Mi padre fue militar y para el si nosotros queríamos hacer alguna actividad extra a las escolares era ejecutarlo con la misma disciplina y responsabilidad, no podíamos faltar por realizar una tarea o por tener algún examen, únicamente faltábamos por estar enfermos, hablo en plural porque mis hermanas también asistían a clases. Ambos se involucraron de lleno en nuestra formación en la danza y colaboraban en todo lo que fuera necesario.
La maestra Alcira Alonso ha sido la primera en visualizar y valorar mi talento y potencial, dándome su apoyo incondicional para crecer profesionalmente como bailarina clásica bajo su instrucción, posteriormente apoyándome en mi formación como maestra.
¿Cuáles fueron los obstáculos o el reto más difícil en ese recorrido por el ballet?
Decir el reto más difícil es algo no tan fácil de definir, pues los obstáculos se presentan en las distintas etapas de la vida. En mi época de estudiante universitaria, muchas veces un obstáculo a vencer era el compaginar horarios y saber organizarme para poder cumplir con todos mis requerimientos tanto académicos como en la danza. De igual forma, el sufrir alguna lesión y realizar una interpretación de alguna pieza u obra completa estando lesionada o enferma.
¿Cómo salta de la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié a la compañía de la Fundación Ballet de El Salvador?
Después de los Acuerdos de Paz (de 1992) regresaron al país los examinadores de Royal Academy of Dance y la maestra Alcira invitó a un grupo de alumnas de la Escuela a realizar el examen Senior Grade, yo estaba en ese grupo y así fue como conocí a la maestra y al obtener el resultado mas alto del grupo de las alumnas de la Escuela Nacional me invitó a formar parte de la Fundación Ballet de El Salvador.
¿Cuándo el ballet se convierte en un proyecto de vida?
Cuando me gradué de la Universidad y empecé a buscar trabajo en mi carrera me surgió la oportunidad de trabajar en uno de los colegios donde ya laboraba por hora, me ofrecieron contrato por dos días a la semana y la materia de danza dentro de la currícula del colegio con un sueldo que igualaba a los de la carrera trabajando a tiempo completo. Entonces tomé la decisión de trabajar en el colegio 2 veces a la semana y poder dedicarme profesionalmente a la danza.
¿Hay algún personaje o algunos personajes que le hayan marcado de forma especial?
Cada uno de los personajes que he realizado ha marcado un momento importante en mi carrera y trayectoria, lo que ha hecho que todos sean verdaderamente importantes, aunque puedo decir que “Giselle” es mi ballet favorito. Sin embargo, cada uno de los personajes que he realizado, entre los que están: “Coppelia”, “Lago de los Cisnes”, “Cascanueces”, “Corsario”, “Don Quijote” y muchos otros, han sido relevantes... pero los más importantes para mí son “Espartaco”, “La Dama de las Camelias”, “Noches de Walpurgis”, “Othello”, “Petroushka” y “Sansón y Dalila”. Ya que en estos últimos, además de realizar el rol principal, he incursionado en la coreografía y montaje.
¿Cuándo descubre su interés por la docencia y qué satisfacciones ha cosechado?
Desde temprana edad empecé a dar clases de ballet a las niñas mas pequeñitas, aparte de impartir clases de danzas en diferentes colegios, lo cual me llena de satisfacción el poder sembrar el amor por la danza en niños y jóvenes, que a pesar del transcurrir del tiempo siempre me recuerden con cariño y si me ven me saluden, aunque yo no pueda recordarlos a todos, así como ver a varias de esas pequeñitas niñas desarrollarse y crecer como bailarinas.
Leí que despedirse con el montaje de Giselle significa mucho para usted.
Así es, aparte de ser mi ballet favorito es un rol que no cualquier bailarina puede ejecutar pues demanda mucha interpretación, es considerado uno de los más difíciles.
Cómo bailarina, ¿cuál es su temor más grande a la hora de salir a escena en una pieza tan compleja?
En realidad, en mi caso nunca ha existido algún temor, a la hora de salir al escenario no soy Irina Flores soy el personaje que esté desempeñando, para lograrlo he invertido mucho tiempo de preparación, investigación y revisión de mi trabajo. A la hora de salir al escenario es darlo todo para el público.
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Si tuviera la oportunidad de explicar qué significa para una balletista dedicarse profesionalmente a la danza clásica, ¿cómo lo describiría?
Así como un estudiante de medicina siente al desempeñarse como médico o un arquitecto ejecutando uno de sus planos. Es un escalón de realización personal sobre todo en un país en el cual por mucho tiempo este tipo de profesiones ha sido visto como un pasatiempo y no como una carrera profesional.
Si estuviera en sus manos crear un plan de estudios para que los bailarines se profesionalicen en El Salvador, ¿cómo lo defendería?
Mi formación como bailarina profesional fue con la metodología del Royal Academy of Dance bajo la cual también me titulé como maestra, teniendo ya un plan de estudios para la formación desde el pre escolar hasta un nivel profesional.
¿De qué forma la danza clásica contribuye a la formación integral de un artista como ser humano y ciudadano?
En la formación del ballet clásico se requiere una gran disciplina y aparte de las capacidades físicas se requiere desarrollo intelectual, ya que es necesaria una buena memoria y creatividad. Esto es parte de una formación integral, aparte que como ciudadano nos hace sentir importantes al representar a nuestro país.