Aunque su fachada se encuentra oculta por la construcción de una nueva plaza en el centro histórico de San Salvador, a pocos metros del Palacio Nacional, el rótulo azul sobresale a la vista. Una tipografía única señala que Molina Civarello, que en italiano se pronuncia "chivalero", continúa atendiendo a todos sus clientes en una de sus sucursales con más años.
Teresa Elizabeth Quintanilla, quien es la actual encargada de esta sucursal, comenta que a pesar de que el lugar ha sido limitado su acceso directo por un incendio cerca de su sucursal, la rehabilitación del centro histórico y la investidura presidencial, sus clientes no han dejado de llegar. "Nosotros tenemos fieles clientes. Ellos siempre vienen a comprar una camisa, un perfume, una cartera, pero siempre vienen. Lo que más compran son las Guayaberas por su estilo único", comentó con una sonrisa.
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Al entrar al almacén se nota un tono frío de sus lámparas incandescentes. A cada esquina que se voltee a ver hay distintos estilos de ropa, tanto camisetas, camisas formales, guayaberas, pantalones, cinturón, carteras, perfumes e incluso una colección de autos clásicos en miniatura. Al cruzar la caja registradora está la ropa para mujer, vestidos largos y cortos, también hay ropa para niños. El lugar es espacioso en comparación con del primer local que tuvo Raúl Civarello.
Raúl Molina Civarello, el fundador de este almacén, comentó en una entrevista en 2014 que cuando emprendió este negocio él no tenía ni un colon, pero su madre le dio 125 colones para el primer pago del alquiler de un local donde solo tenía un mostrador y un estante porque solo para eso alcanzaba el espacio.
Con la ayuda de contactos que logró hacer a lo largo de sus años, logró hacer más grande su negocio. Alcanzó a tener cinco sucursales y dos marcas de ropa, MOCI y Mirell, la primera es la marca con un estilo más deportivo y la otra es más casual.
Ya pasados los años, uno de los cinco hijos de Raúl Civarello regresó al país para hacerse cargo de la administración del negocio, pero fue secuestrado. El fundador del negocio no dudó y vendió tres de sus sucursales para pagar el rescate. "Tuve que pagar recompensa y aun así me lo mataron", dijo con tristeza.
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Raúl Molina Civarello falleció en el año 2017, pero su legado permanece fuerte en sus fieles clientes y empleados que se hicieron parte de la familia Civarello.
A un costado del gran almacén hay una puerta que lleva a la planta de producción de todos los productos que se comercializan en las dos sucursales. Al entrar, es como un viaje en el tiempo, rótulos antiguos, máquinas de coser del año 1940 que aún siguen funcionando y son las que ocupan Baltazar, Lorena y Benjamín para crear las prendas clásicas y de alta calidad.
Benjamín Oviedo, de 59 años de edad, es uno de los dos pantaloneros que tiene el almacén hoy día. Él comenta que tiene alrededor de 37 años de experiencia como sastre, pero en Molina Civarello tiene 10 años elaborando los famosos pantalones clásicos de la marca Miller.
Junto a Benjamín están Lorena y Baltazar, quienes son los encargados de darle forma desde cero a las camisas y las famosas guayaberas. Según Baltazar Colocho, quien tiene más de 30 años de experiencia en la creación de prendas, él logra hacer de tres a cuatro camisas al día de inicio a fin e incluso puede hacer la misma cantidad de guayaberas.
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Lorena Rivera, quien cose prendas desde sus 16 años, pero actualmente lleva dos como parte de la familia Molina Civarello, comentó que el trabajo es arduo, pero se disfruta ver la calidad del producto y la felicidad de los clientes.
Cuando Lorena, Baltazar y Benjamín terminan una prenda, pasa a las manos de Rosa Margarita Vásquez, de 66 años, quien se encarga de revisar cada una de estas para darles el toque final. "Cada hilo, manchita o detalle que tengan, yo soy la encargada de arreglar", comentó con una sonrisa. Rosa, luego de verificar que todo cumple con la calidad del almacén, se dirige a planchar la ropa que luego es colgada junto a todo el producto a la venta.
La encargada de la sucursal del centro histórico, Teresa Quintanilla, junto a las demás encargadas del área de venta, siempre atienden con mucho gusto a sus fieles clientes y a todo aquel que quiera adquirir una de sus prendas de alta calidad.
Esperan que el negocio continúe por muchos años en el mismo terreno y no sean reubicados en otro lugar para poder continuar con el legado de su fundador, Raúl Molina Civarello.