Alcira Alonso llegó a El Salvador en 1961. Desde entonces, dio batalla a favor de la danza en el país y toda Centroamérica.
Llegó contratada como maestra de la Escuela Nacional de Bellas Artes y nunca se fue. Con los años se casó y se nacionalizó salvadoreña.
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Incansable formadora de talento artístico, la bailarina argentina, nacida el 19 de octubre de 1927 en Buenos Aires, nunca se rindió en su anhelo de crear una compañía nacional de danza en suelo cuscatleco. Y luchó por ello hasta el final de su vida.
La fundadora del Ballet de El Salvador falleció la tarde del 26 de julio, a los 95 años, tras más de seis décadas educando a generaciones de artistas de la danza.
“La Fundación Ballet de El Salvador, con gran tristeza en el corazón comunica, que nuestra querida directora y fundadora la maestra Alcira Alonso, partió esta tarde a la casa de Dios nuestro Señor...”, se lee al inicio de la publicación que confirmaba la muerte de la maestra.
Tras el post en las redes sociales de la fundación, una ola de mensajes de admiración y condolencia comenzaron a circular, resaltando el gran legado que Alonso hereda a su tierra adoptiva.
“La maestra Alcira es uno de los principales cimientos de la danza clásica, no solo en El Salvador, sino en Centroamérica. Ha sido el pilar fundamental para mi vida dancística así como para muchos artistas que, aparte de toda su enseñanza técnica, aprendimos su ejemplo de tenacidad y perseverancia. Su legado continuará a las generaciones futuras por medio de nosotros, quienes asumimos el gran compromiso de continuar con sus enseñanzas y seguir trabajando por enriquecer la danza en nuestro país”, afirmó Irina Flores, quien por años figuró como primera bailarina del Ballet El Salvador y hoy continúa impulsando la danza como bailarina independiente y maestra, coreógrafa y directora artística de la “Compañía de Danza Alicia de Rusconi”.
Trabajo junto a doña Alcira desde 1990.
Como ella, María Elena y Diana Aranda, fundadoras de Be a Dancer, recordaron lo vital que fue Alonso para su carrera artística y también enfatizaron que su legado persistirá a través de sus alumnos.
Resaltan, al igual que Flores, que su herencia se extiende a toda la región. Destacan que antes de llegar a El Salvador, ella estuvo enseñando en Nicaragua. Que Flor Alvergue, una de sus alumnas predilectas, migró a Honduras y sigue formando nuevas generaciones.
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En suelo nacional, ellas se han sumado a las maestras formadas por Alonso con la creación de su estudio. “... Mauricio Bonilla, su alumno tan cercano, quien ha sido un ícono de la danza en el país, y tantísimos otros bailarines que de alguna u otra manera cruzaron sus caminos por el mundo de la danza de Alcira, hoy trasladan sus enseñanzas de lo aprendido”, resaltó Diana.
Asimismo, las hermanas Arana recordaron que Alonso introdujo la metodología de la Royal Academy of Dance de Londres en la región, un método de enseñanza reconocido a nivel mundial bajo el sello de la corona inglesa presente en Guatemala, Honduras, Costa Rica y El Salvador.
Por supuesto, Mauricio Bonilla fue uno de los primeros en lamentar la partida de quien fue como una segunda madre para él.
“Con todo el dolor de mi alma, se nos fue una gran maestra, una gran amiga. Una maestra que dio todo por la danza de nuestro país, que hizo grandes producciones, que enseñó a tantísima gente..." , expresó quien ha promovido la danza en todas sus expresiones a través de su Ballet Teatro.
Precisamente, el pasado 9 de julio, Bonilla reunió a talentosos artistas salvadoreños y un grupo de exalumnos de la maestra para rendirle un merecido homenaje, en el Teatro Nacional de San Salvador.
Por su parte, María Alicia Mónico Rusconi, directora de la Compañía de danza Alicia de Rusconi, resaltó la capacidad que Alonso tenía para descubrir grandes talentos.
"Cuando ella veía a alguien con talento, con algo especial, procuraba desarrollar todo su potencial al máximo, no solo en la cuestión técnica sino en el desarrollo artístico. Impulsaba a sus alumnas y alumnos a transmitir emociones con cada parte de su cuerpo (manos, cabeza, ojos), hacía mucho énfasis en conectar con el público, en darle sentido a cada baile, a cada interpretación. Considero que eso es lo que realmente identifica a un artista y que por lo tanto es lo que ella pretendía cultivar eran no solo bailarines, sino artistas sensibles e integrales",