En julio de 1937, en Valencia se desarrolló el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura, que tuco sesiones espejo en Madrid, Barcelona y París. En octubre de 1935, dos de sus participantes, los poetas españoles Rafael Alberti y María Teresa León, fueron retenidos en el aeropuerto salvadoreño de Ilopango, con la orden expresa del brigadier Maximiliano Hernández Martínez de que no ingresaran al país para que no infectaran al pueblo con sus ideas izquierdistas.
Pero el intento del gobernante teósofo no pudo impedir que las voces disidentes de esos y otros muchos poetas, dramaturgos, novelistas y demás intelectuales a favor de la Segunda República Española saltara de los periódicos, revistas y radios hacia las mentes de muchos intelectuales de El Salvador. El régimen dictatorial y su férrea censura noticiosa poco pudieron hacer contra las palabras literarias y sus mensajes de libertad frente a los fascismos.
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Una de esas mentes fue la de Claudia Lars, para entonces ya una mujer madura y una escritora reconocida en el país y en la región centroamericana. Comprometida con la causa aliada durante la Segunda Guerra Mundial, apoyó la lucha de los seguidores del general y líder francés Charles De Gaulle (1890-1970) y volcó sus ideas antinazis y antifascistas en El Mundo Libre (San Salvador, domingo 30 de marzo de 1941-1943), dirigido inicialmente por el periodista y poeta Serafín Quiteño, en cuya plana de redacción tuvo al poeta y periodista Alfonso Morales Morales (Sonsonate, 16.septiembre.1919-San Salvador, 06.junio.2004), al igual que a los intelectuales hondureños Julio Connor, Matías Oviedo y Medardo Mejía.

El Mundo Libre fue el único periódico salvadoreño dedicado por completo a los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Aunque al principio fue un semanario dominical, desde el número 36 se publicaba los jueves y domingos, en hojas de formato estándar inglés, en la imprenta y encuadernación La república, Sus oficinas estaban situadas en el número 54B de la octava avenida norte. Con la salida de Quiteño de la jefatura editorial, Morales Morales asumió el cargo a partir del 11 de mayo de 1941, mantuvo a Connor, Mejía y Oviedo en sus empleos, contrató como corredactor al salvadoreño Alirio "Negro" García Flamenco (hermano del educador mártir Marcelino), trasladó la sede de esa publicación al número 31 de la segunda avenida norte, en la ciudad de San Salvador. En las páginas de ese semanario/bisemanario, Lars colaboró con encendidos poemas cívicos y con reseñas bibliográficas especialmente escritas para las páginas editoriales de esa publicación capitalina, en cuyo local conoció a Connor, con quien sostuvo un breve, pero intenso romance.
El 15 de marzo de 1942, mediante el no. 47 (18 de diciembre de 1941) del primer año de El Mundo Libre, Matilde Elena López lanzó la idea de fundar un Frente Unido de Intelectuales Antifascistas, la cual fue inspirada por la constitución de otros movimientos semejantes en diversos puntos planetarios, para resistir a las ideas totalitarias y al predominio armamentista durante la Segunda Guerra Mundial. Tras ser secundada dicha idea, el lunes 20 de mayo de ese año, el local de ese periódico fue el punto de reunión donde un grupo de intelectuales salvadoreños, guatemaltecos y hondureños promovieron la organización de un Congreso Centroamericano de Intelectuales Antitotalitarios. Junto con Matilde Elena López, a esa reunión asistieron Claudia Lars, Pilar Bolaños Esquivel (de Carballo), Alberto Quinteros h., Luis "Tito" Mejía Vides, el Dr. Salvador Ricardo Merlos, José A. Miranda, Jacinto Castellanos Rivas, Alirio García Flamenco, Julio Connor, Víctor Manuel Alemán, Juan Francisco Ulloa, José Quetglas y otros hombres y mujeres más. La junta directiva provisional quedó formada por Ulloa (presidente), Mejía Vides (tesorero), Quinteros h. (secretario), Bolaños (prosecretaria), Quetglas (vocal primero), Lars (vocal segunda) y García Flamenco (vocal tercero).
Una de las primeras actuaciones de este nuevo grupo intelectual y político fue protestar por el ataque que un supuesto submarino alemán lanzó contra la localidad costarricense de Puerto Limón, donde causó muerte y destrucción material, a la vez que obligó a ese país centroamericano a adherirse a las naciones aliadas y a declararle la guerra a las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio.
Para principios del mes siguiente, ese grupo inicial ya había establecido contactos con otros intelectuales nacionales e iberoamericanos residentes en El Salvador, todos poseedores de ideas democráticas y antitotalitarias. Entre ellos estaban Julio Enrique Ávila, Salvador Cañas, Serafín Quiteño, Emma Posada, Margot O'Connor, Tránsito Huezo Córdova, la educadora y teósofa barcelonesa María Solà de Sellarés, Alfonso Rochac Zaldaña, Rubén H. Dimas, María Loucel, Salarrué, Manuel Sevilla Oliva, Manuel Aguilar Chávez, Arturo Romero, José Llerena h., Mariano García Villas, Ricardo Vides Siguí, Oswaldo Escobar Velado, Antonio Gamero, Cristóbal Humberto Ibarra, Rafael Álvarez Mónchez, Miguel Ángel Chévez, Ricardo Trigueros de León, etc. Se esperaba contar con su apoyo y participación en ese Congreso programado, según se desprende de una nota institucional, firmada por Quinteros h., la que fue divulgada por otros periódicos nacionales, el sábado 6 de junio de 1942.

Aquel hervor intelectual causó recelos entre los esbirros policiales de la dictadura martinista, repleta de orejas y soplones. Aunque en diciembre de 1941, el gobierno salvadoreño les había declarado la guerra a las potencias del Eje Berlín-Roma-Tokio, fue en enero de 1942 cuando se adhirió a la Carta del Atlántico, la hoja de ruta de las fuerzas aliadas contra los fascismos internacionales. Lo que quizá no previó el brigadier Hernández Martínez era que aquel documento no sólo buscaba combatir a las fuerzas políticas y militares del fascismo italiano, el nazismo alemán y el imperialismo japonés, sino que también inyectaba democracia en contra de los regímenes totalitarios latinoamericanos, africanos y asiáticos.
Quizá fuera por ese temor que una orden policial emanada del propio general de brigada impidió la realización de más sesiones de ese grupo de intelectuales, lo cual fue motivo para que el mandatario recibiera la visita de Luis Mejía Vides y Juan Francisco Ulloa, a quienes reiteró la prohibición y señaló que la unión centroamericana era viable, pero que no era tema de poetas, como lo recordaría años más tarde el propio Mejía Vides, en un escrito publicado en las páginas literarias de La Prensa Gráfica, el domingo 9 de diciembre de 1951.
Dentro de ese mismo espíritu intelectual y antifascista, en la mañana dominical del 11 de enero de 1942, en las instalaciones de El Diario de Hoy fue fundado el grupo literario SEIS. Diversos autores piensan que ese nombre eran las siglas del Grupo Social en Ideas Superiores-, en el que participaron Antonio Gamero, Cristóbal Humberto Ibarra, Oswaldo Escobar Velado, Alfonso Morales Morales, Manuel Alonso Rodríguez Herrera, Matilde Elena López, Tránsito Huezo Córdova, Pilar Bolaños, Ricardo Trigueros de León (1917-1965) y otros, quienes publicaron en las páginas literarias del rotativo que los acogió y en las de Diario Latino. Para esos momentos, el fundador y director de El Diario de Hoy, el periodista unionense Napoleón Viera Altamirano, residía en Costa Rica, como uno de los cientos de exiliados por la dictadura martinista en sus casi trece años de control absoluto de la vida nacional.
Mediante el no. 64 del bisemanario El Mundo Libre, publicado el lunes 3 de agosto de 1942, Claudia Lars difundió fragmentos traducidos por ella de You Can't Go Home Again (Harper & Bros., 1940), la novela póstuma y autobiográfica del renombrado escritor estadounidense Thomas Wolfe (1900-1938). Traducir al castellano a autores como Wolfe y al británico Aldous Huxley fueron parte de las contribuciones literarias de la salvadoreña a la causa antifascista. Con esos materiales breves, difundidos también en las páginas literarias de El Diario de Hoy, Lars hizo que el público nacional tuviera acceso a las ideas más contemporáneas relacionadas con visiones externas de la situación de lucha librada desde Europa y Estados Unidos contra los nazis, italianos y japoneses y sus delirios de dominio global. Esas y otras traducciones suyas permanecieron dispersas hasta diciembre de 2024, cuando fueron reunidas en Yo, traductora, una compilación de 138 páginas, publicada por el sello editorial centroamericano Chifurnia Libros.

Comprometida de lleno con esa causa libertaria, a partir de las 19:30 horas del jueves 19 de noviembre de 1942, Lars leyó un texto titulado Impresiones de una joven recién escapada de Francia, como parte del programa La media hora de Francia Combatiente, transmitido desde la ciudad de San Salvador por la radioemisora YSO (onda corta, 204 metros, 1470 kilociclos).
En febrero de 1943, Lars se marchó al exilio, en compañía de su hijo Roy. Se establecieron en la capital mexicana, donde ella trabajó para Ediciones Modernas como traductora de las historietas cómicas de Walt Disney, militó en la Unión Democrática Centroamericana (1942-1950), dirigida por el intelectual costarricense Vicente Sáenz, publicó poemas en la revistas literarias Rueca y Letras de México y llegó a entablar amistad con diversas personalidades mexicanas de los ámbitos político, social y cultural, entre quienes se destacó la promotora cultural y mecenas María Asúnsolo (1916-1999). Tras la caída del régimen dictatorial de Hernández Martínez (mayo de 1944), rechazó que se le nombrara agregada cultural en la ciudad de México.
En la Revista del Ministerio de Instrucción Pública (San Salvador, volumen 3, no. 9, julio-agosto de 1944, pág. 80), Lars divulgó su Romance de la sangre caída, redactado en la capital mexicana y que, junto con otros poemas dispersos, estaba destinado a rendir homenaje a los civiles y militares muertos durante y después de los sangrientos sucesos del domingo 2 de abril de 1944, cuando se produjo un intento por derrocar a la dictadura martinista, aplastado a sangre y fuego por las fuerzas leales al teósofo.
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Desde la tercera semana de julio de 1944, Claudia Lars tomó parte en las sesiones preparatorias y en el desarrollo del acto de homenaje para el impresor salvadoreño José Benjamín Cisneros p. (José Ezequiel Benjamín Cisneros Villavicencio, San Vicente, 09.abril.1875-San Salvador, miércoles 18.mayo.1951), fundador de un importante taller tipográfico que imprimió hojas sueltas y materiales combativos contra diversos gobiernos salvadoreños. Durante la dictadura de Hernández Martínez, él se integró a las labores de Acción Democrática Salvadoreña (1941) e imprimió y divulgó el llamado "manifiesto de los 300", la proclama de los revolucionarios del 2 de abril de 1944 y diversas hojas distribuidas, de mano en mano, durante la Huelga de brazos caídos. Motivada por Alberto Quinteros h. y José Quiteño, ese homenaje fue apoyado por otros escritores, músicos y periodistas antifascistas –como Manuel Aguilar Chávez, Miguel Ángel Espino, Alfonso Morales Morales, Oswaldo Escobar Velado, Jacinto Castellanos Rivas, Salvador Cañas, Abel Cuenca, José Quetglas, Alberto Quinteros h., Luis Mejía Vides, Julio Enrique Ávila y otros-. El evento y entrega de diploma tuvieron lugar a las 14:30 horas del viernes 15 de septiembre de 1944, en el salón de honor del capitalino Teatro Popular, ubicado en un predio al sureste de la plaza Libertad. En esa misma noche, Lars, Morales Morales, Castellanos Rivas y Espino tomaron parte en un programa cultural complementario al homenaje, transmitido por la radioemisora capitalina YSO. Una vez adquirido por la Universidad de El Salvador, la imprenta Cisneros pasó a formar la parte inicial de la Editorial Universitaria.
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