La luz decreció y la sala, casi repleta, se estremeció con la voz de la poeta mientras leía uno de sus textos. Así comenzó, en la noche del pasado lunes 10 de junio, el homenaje Corazón que nos piensa. Cien años de Claribel Alegría, organizado por la Casa Amèrica Catalunya, en la ciudad de Barcelona, España.
Bajo la dirección erudita de Myriam Soteras, las primeras palabras tras el saludo institucional de rigor fueron las intervenciones de las poetas Gioconda Belli y Nicole d’Amonville Alegría (sobrina de la homenajeada), quienes rememoraron muchos episodios y anécdotas de la trayectoria vital de Claribel Alegría (1924-2018), a quien también denominaron “Cascabel” por la sonoridad de su característica risa.
A juicio de Belli, Claribel fue una “vida plena, con un amor por la vida más allá del dolor y con un miedo a ser considerada una poeta menor” a lo largo de su trayectoria. Ese sufrimiento de mujer, esa exigencia social por una grandeza absurda, la buscó superar siempre mediante una poesía sin artificios retóricos, fundada en el conocimiento clásico que le heredó su mentor español, Juan Ramón Jiménez.
Como resultado, la autora de fuertes raíces nicaragüenses y salvadoreñas logró trazar poemas con “clarilegio” y en los que desmenuzó la mitología grecorromana para dotarla de nuevos significados y significantes, de la mano de su gran amigo Robert Graves, quien fue su vecino en Deià, en la isla Balear de Palma.
A criterio de su sobrina Nicole, Claribel era una “contadora de historias, una especie de realismo mágico desde la poesía, pero que recreaba el universo aprendido desde aquella casona familiar en Santa Ana, donde ella le dictaba poemas a su madre para que se los escribiera”.
Por su parte, conectado en línea desde Londres, el cineasta Erik Flakoll Alegría, hijo de la escritora, la definió como “una mujer sin estridencias”, con mucho que aportar a los jóvenes que la visitaban en su casa de Managua, donde cada tarde, después de las 5:00 p.m., había espacio para el ron, el café y las largas conversaciones creativas.
En ese mismo lugar, la visitaron autores iberoamericanos como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Eduardo Galeano, Cristina Peri Rossi, Gioconda Belli, Mario Benedetti y decenas más, todos atraídos por la vitalidad de su palabra y su compromiso con la realidad social imperante en el ámbito latinoamericano de las décadas de 1960 a 1990.
Además, en el conversatorio se reveló que Claribel consideraba que la suya era una poesía comprometida, pero como dimensión humana y no como mera casilla política. Su narrativa y letras testimoniales sí las trabajaba con su esposo estadounidense, el periodista Bud Flakoll, quien trazaba los argumentos de esos libros, para después desarrollarlos a cuatro manos.
Flakoll Alegría anunció que se encuentra en un proceso intensivo de digitalizar todos los archivos de su “viejita”, con la intención de ponerlos a disposición del público en general desde internet y que así esos manuscritos, fotografías y grabaciones fílmicas y sonoras sirvan de inspiración a nuevas generaciones de productores intelectuales de Centroamérica y otras partes del mundo donde la poesía y narrativa de Claribel Alegría aún son poco o nada conocidas.
Elogiada por la “complejidad de la sencillez” de su palabra literaria, Claribel fue homenajeada por su sobrina Nicole con la lectura de Romance de las tres, un poema inédito y manuscrito, en que la escritora mezcló los principales cuentos de los hermanos Grimm y Perrault para entretener a una pequeña de apenas cuatro años.
La segunda parte del homenaje fue una intensa puesta en escena de varios poemas de Claribel, escenificada por las poetas Myriam Soteras, Ale Oseguera y Miriam Reyes, acompañadas por la música generada por Marina Tomás Amado y juegos de luces sobre el pequeño escenario de ese centro cultural catalán.
Dos horas se volvieron tiempo corto para ese homenaje a una vida y obra tan intensas y vitales, que la propia alteza real Sofía de Grecia, reina de España, le dijo a Claribel que si ella viviera en Madrid serían grandes amigas. La escritora centroamericana moriría dos meses después de aquellas palabras, que la monarca pronunciara durante la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2017.
Casa Amèrica Catalunya, en la ciudad de Barcelona, España. Foto: cortesía / Carlos Cañas Dinarte