El domingo 15 de septiembre de 1912, durante el breve gobierno del presidente Dr. Manuel Enrique Araujo, en las instalaciones del capitalino Campo de Marte (hoy Palacio de los Deportes y Parque Infantil) se realizó una gran revista militar y concentración de ciudadanos y escolares para conmemorar el día de la independencia regional y celebrar la juramentación de los nuevos pabellón bicolor y escudo, creado por Rafael Barraza Rodríguez (San Salvador, 31.octubre.1879-19.febrero.1948), calígrafo y funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores desde 1899.
Izada por el propio Dr. Araujo en el asta frente a la Tribuna Presidencial, la nueva bandera -que otrora fuera símbolo de la república federal centroamericana, con colores escogidos por el general Manuel José Arce y Fagoaga y tejida por las mujeres de su familia- había sido adoptada por decreto legislativo del 17 de mayo último, impreso en el Diario Oficial del 30 del mismo mes y año. Los anteriores bandera y escudo nacionales fueron promulgados por el gobierno del Lic. Francisco Dueñas mediante decreto del 28 de abril de 1865 y con juramentación pública realizada a las 09:00 horas del 14 de mayo de ese mismo año en la primera Catedral de San Salvador (hoy templo del Rosario, al oriente de la plaza Libertad).
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Saludada por el poeta y militar Juan José Cañas Pérez con una composición poética en diez octavas reales (publicada en el periódico El faro salvadoreño del 22 de mayo de 1865), la bandera anterior -imitación de la de los Estados Unidos de Norteamérica- tenía nueve fajas rojas y blancas, y un cuadro superior encarnado, con nueve estrellas de cinco puntas que simbolizaban a los respectivos departamentos de la época (San Salvador, Sonsonate, San Vicente, San Miguel, La Paz, Santa Ana, Chalatenango, La Libertad y Cuscatlán) y a las repúblicas centroamericanas. Se le fueron agregando departamentos al estado salvadoreño y estrellas a su enseña hasta completar catorce en 1875.
Sustituida de manera temporal por la bandera federal bicolor -adoptada entre el 1 y el 21 de noviembre de 1898 por la República Mayor de Centro América-, la bandera “de Dueñas” estuvo vigente hasta el 15 de septiembre de 1912. En esa ocasión solemne, el orador de estilo fue el naturalista y médico migueleño Dr. David Joaquín Guzmán Martorell (1843-1927), quien, en unos párrafos de su discurso de corte liberal expresó:
Acaso, como elemento de recitación, podría enseñarse a los alumnos la siguiente invocación a la bandera:
“¡Noble enseña! Hoy ondeas en todas las astas del patrio suelo y te saludan reverentes las nuevas generaciones. […]
¡Para ti son los albores lucientes de la aurora, los himnos y cánticos de las gentes, la celeste inspiración de los poetas, los laureles de nuestros héroes y las plegarias de todos los que murieron a tu lado batallando por la libertad de los pueblos! ¡Para ti las bendiciones de este noble y esforzado pueblo que te contempla sobre tu asta excelsa, tremolando sobre las fulgurantes bayonetas, saludada por los brillantes aceros, amada en el templo, en la escuela, en el hogar y bajo estos azules y purísimos horizontes, donde eres noble orgullo del Gobierno, amor y entusiasmo del Ejército y de todas las clases sociales, veneración santa hasta del último de los patriotas que hoy te ofrenda, en su pequeñez, una corona de imperecedera gloria a tu grandeza!
Ese discurso de ocasión fue resumido después por el Dr. Guzmán Martorell en la sección 3. El Pabellón de la Segunda parte: Instrucción cívica de su libro Comentarios sobre instrucción cívica y moral práctica y social (San Salvador, Imprenta Nacional, 1914, 320 págs.), galardonado con el primer premio en un concurso nacional para escoger un libro de texto de Moral y Cívica, convocado por decreto ejecutivo del 13 de julio de 1913. La perorata aparece en las páginas 148 a 150 de dicho volumen.
El domingo 15 de agosto de 1915, el presidente Carlos Meléndez Ramírez decretó que los escolares salvadoreños debían hacer un homenaje a la bandera salvadoreña cada día de fiesta cívica, para lo cual el sábado 21 de agosto siguiente se constituyó la Comisión Nacional del Culto a la Bandera, integrada por importantes personalidades de la vida cultural y social del país. Esta Comisión le presentó un opúsculo de creación colectiva titulado Declaración de principios del culto a la bandera, texto en que se basaron nuevas y magnas concentraciones de escolares en San Salvador en los años subsiguientes.
Durante la presidencia del médico Dr. Alfonso Quiñónez Molina, el 13 de agosto de 1923 se emitió un decreto ejecutivo en que se declaraba oficial el culto a la bandera salvadoreña por parte de los escolares y la ciudadanía en general. En ese mismo documento, se facultaba al Ministerio de Instrucción Pública para que convocara a un concurso nacional para obtener un trabajo poético que pudiese ser adoptado como la Oración a la bandera salvadoreña. La convocatoria se produjo el día 14 con la emisión de las bases de competencia, dejando establecido como plazo final de entrega el 5 de septiembre, emisión del fallo del jurado para el día 11 y premiación pública el día 15, fecha de conmemoración centroamericana.
En la tercera semana de agosto de 1923, se produjo la composición del calificador de ese certamen literario. Estaba compuesto por el abogado e historiador Dr. Víctor Jerez —varias veces rector de la Universidad de El Salvador—, la profesora Antonia Mendoza Pacas (San Salvador, 29.abril.1874-09.abril.1968), el pensador y periodista Alberto Masferrer (1868-1932), el canónigo Raimundo Lazo y el general José Tomás Calderón.
Hubo muy poca asistencia de trabajos al concurso y se alargó el plazo de entrega hasta el 15 de octubre de 1923, con premiación programada para el 5 de noviembre, fiesta del llamado primer grito de independencia del istmo centroamericano. Con esa prórroga se logró la entrega de siete composiciones poéticas, sólo una de las cuales cumplía los requisitos mínimos del certamen y era la que estaba calzada por el alias Felix qui potuit rerum cognoscere causas (“Dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas”), que era el verso número 490 del libro segundo de las Geórgicas (redactadas en el año 29 antes de Cristo), del poeta latino Virgilio (70-19 a. C.).
Se hizo una nueva postergación de la fecha de revisión de trabajos hasta el 31 de marzo de 1924, a la vez que se realizaba una excitativa a los literatos concursantes para que escribieran nuevas composiciones o mejoraran sus textos ya presentados. Llegaron nueve trabajos más, pero lo cierto es que aquella prosa poética calzada con términos latinos fue la que, editada y mejorada, logró hacerse de la presea ofrecida por el gobierno salvadoreño.
El miércoles 2 de abril de 1924, un fallo unánime emitido por el jurado le otorgó el premio de mil colones a la obra del Dr. Guzmán Martorell. El segundo lugar le fue concedido al poeta Dr. José Leiva, quien firmó su texto con el seudónimo Ciento noventa y tres palabras. El acta de premiación y ambas prosas galardonadas fueron publicadas en La escuela salvadoreña (San Salvador, año I, no. 3, mayo de 1924, págs. 156-158), revista del Ministerio de Instrucción Pública dirigida entonces por Alberto Masferrer.
A las 09:00 horas del sábado 13 de septiembre de 1924, el mandatario Dr. Quiñónez Molina les entregó los premios a los escritores ganadores, durante el acto de inauguración de las clases anuales en el tercer edificio histórico de la Universidad de El Salvador, en el centro de San Salvador.
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El texto original premiado expresaba:
Oración a la Bandera
Por David J. Guzmán
La Patria es lo más santo del mundo.
Ahí hemos nacido, crecido y amado. Es el aire que respiramos, la tierra que nos sustenta, la familia amante, la libertad, el consuelo de la religión. Ahí están el hogar, las fértiles campiñas, ríos majestuosos, soberbios volcanes, apacibles lagos, cielos teñidos de oro y púrpura. Mécense en los campos doradas espigas; vibra el motor en los talleres; chisporrotea el yunque, surgen las bellezas del arte.
Resuena en las aulas la lengua armoniosa, digna del hombre y de Dios.
A Dios decimos: Señor: abre mi alma al resplandor del cielo, graba en mí el patrio amor. Infúndeme ternura al Maestro, a la Escuela.
La Patria es santuario de leyes, donde vive el acta inmortal que consagró nuestra soberanía. Su historia es reseña de virtudes y caídas, blasón de héroes y mártires, sendero luminoso hacia Dios, la Libertad y la Justicia.
La Bandera es símbolo sagrado que, al jurarse, es la Patria misma.
¡Niños, exclamemos!:
¡Noble enseña! ¡Te saludan reverentes las nuevas generaciones!
¡Para ti el sol vivificante, los himnos del patriotismo, los laureles de los héroes!
¡Para ti, el amor de los pueblos y la luminosa ofrenda que hoy ceñimos a tus inmortales sienes!
Esa versión difiere de la que generaciones de escolares han recitado en escuelas y colegios del sistema educativo salvadoreño. Eso se debe a que, en los meses iniciales de 1927 -tras el fallecimiento del Dr. Guzmán Martorell- sus hijos ordenaron su estudio y gabinete de trabajo. Sobre su escritorio encontraron esa versión corregida de su Oración a la bandera, que fue entregada a las autoridades educativas y popularizada hasta llegar a ser la salutación a la enseña bicolor conocida por el pueblo salvadoreño residente dentro y fuera de las fronteras nacionales. ¿Qué fue del original de ese texto retocado? ¿Está guardado, polvoso, en algún oscuro archivo gubernamental, está en manos de algún coleccionista privado o se perdió para siempre con el resto del archivo particular del Dr. Guzmán Martorell?
La segunda versión de ese trabajo cívico permaneció sin reconocimiento oficial durante casi ocho décadas, hasta que le fue otorgado mediante el decreto legislativo no. 308, del 22 de febrero de 2001, obtenido tras gestiones desarrolladas desde el 12 de agosto de 1995 por el autor de este artículo conmemorativo. Publicado por el Diario Oficial (San Salvador, tomo 450, no. 47, 6 de marzo de 2001), ese decreto reformó el artículo 18 de la Ley de símbolos patrios (decreto legislativo 115 del 14 de septiembre de 1972, Diario Oficial, San Salvador, tomo 236, no. 171, en la misma fecha), por lo que la segunda versión de la Oración a la bandera pasó a integrarse como símbolo nacional salvadoreño junto con la propia enseña bicolor, el escudo (con las reformas hechas en 1916), el himno (cantado desde 1879 y adoptado de manera oficial en 1953), el ave, la flor y los árboles de la República de El Salvador.