¿Alguna vez has pensado qué implica desaparecer? ¿Eres de los que siempre anda buscando culpables? ¿O prefieres vivir en el anonimato en una ficción que te protege de tu realidad?
Cualquiera que sea tu respuesta, “Tropicalia Vol. 1” es para ti.
Se trata de una ficción concebida por el artista plástico salvadoreño Antonio Romero, íntimamente conectada con su proyecto anterior: “Navarone”, el cual tiene que ver con el tema del abuso de poder.
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Esta nueva metáfora habitada por sombras, emula la magia del cine y el teatro, e involucra a cada uno de los visitantes al Museo de Arte de El Salvador (Marte), volviéndolos protagonistas.
La muestra, que incluye 18 piezas de diferentes formatos, en acrílico sobre lienzo y papel, fue inaugurada en julio pasado y permanecerá ahí lo que resta del año, hasta abril de 2025.
“… quisimos montar la idea del cartel de cine o teatro que abre el telón, y al abrir el telón iniciamos un recorrido justo en la rampla (de la entrada del museo)”, revela el Fellow de la primera edición del YES Artist Academy, que cuenta con obra en el prestigioso Museo Reina Sofía de Madrid, España.
Y justo detrás de ese telón, no solo influye la serie “Navarone”, también lo hace la obra de teatro “Ubú rey”, del dramaturgo y poeta francés Alfred Jarry.
¿Y de qué va la obra de Jarry? El sitio biografiasyvidas.com indica que este drama, estrenado en 1896 y publicado en 1900, "es una visión escénica descarada y abiertamente satírica de las mentiras de la edad moderna", en la que Ubú se deja seducir por la ambición del trono, tentado por su mujer.
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Claro, "Tropicalia" no es una referencia directa a la obra de Jarry, pero la puesta en escena funciona de alguna manera, al retomarse la creación del escenario que hace Ubú para hacerse del trono a base de intrigas.
Y de esto se trata en esencia este primer capítulo del proyecto de Romero, de crear espacios, producir escenarios, en los que el individuo se integra y toma protagonismo, a partir de su propia historia. "Es un juego (espacio-tiempo) muy abierto, muy conceptual, acerca de cuestiones contemporáneas...", explica.
Al entrar en diálogo con "Tropicalia Vol. 1", el visitante encuentra tres espacios bien definidos. El primero está ubicado en la rampla de la entrada del Marte, un área que no había sido intervenida antes de la forma en que lo ha hecho Romero.
En esta, se encuentra el "Tríptico desaparecer", tres retratos en gran formato -retomados de una fotografía tamaño carnet- que se van diluyendo hasta terminar en una mancha de sedimento azul. Una metáfora del desaparecer.
Y mientras esa imagen va perdiendo las líneas de expresión, el visitante hace ese tránsito de forma paralela. "Esto puede tener connotaciones religiosas o connotaciones de cualquier tipo...", expresa el también curador. La mancha de sedimento es el símbolo del desaparecer que, al mismo tiempo, sirve como conector con el segundo escenario.
Al terminar el viaje por la rampla, el espectador llega a Tropicalia, una especie de "No lugar"; una instalación elaborada como telón de fondo de una obra de teatro, con seis lienzos, que en su conjunto funcionan como un mural.
El mismo juego de la implicación del visitante en el primer espacio, también se retoma en este paisaje ficcionado y homogenizado. Acá, las luces -al igual que en el teatro y el cine- tienen un rol importante, pues proyectan las sombras de los espectadores sobre los lienzos, integrándolos con el escenario.
En esta área, Romero incluye en los lienzos tres figuras humanas de tamaño real, sin un rostro definido. "... como es ficción, aquí el espacio del 'No lugar' es un lugar que anula las identidades".
Pero además, en esta área hay un doble juego, frente a los lienzos, del otro lado del espacio, hay una serie de ventanitas, similares a las mirillas de vigilancia, que ven de dentro hacia afuera. Una imagen exterior pintada en color negro que poco a poco se diluye.
Es importante explicar que en esta ficción de Romero está implícito el número tres: tres retratos, tres espacios, tres sombras, tres colores. Tropicalia fue concebida en negro, blanco y azul, y este último representa al elemento humano que incide en el paisaje, como las personas lo hacen a diario en su realidad.
De esa forma, la muestra cuestiona al visitante sobre la manera en que él, desde su historia personal, incide en su entorno, en el sistema en el que está inmerso; y consciente de que él es el sistema, lo transforma o lo replica. "... ¿estamos siendo críticos a la hora de reconstruir o reconfigurar las cosas?", se pregunta el creador.
El tercer espacio funciona como un conductor, con el doble juego de entrada y salida. La atmósfera cambia. En este espacio, el color azul anula el paisaje tropical, tal cual lo hace un retazo de tela o bandera en una coreografía de danza, en movimiento.
"Los elementos conceptuales están ahí para ser interpretados como a las personas más les convenga, pero he querido dejarlo muy abierto; trabajar desde la ficción permite hacer juegos mucho más libres”, enfatiza Romero.
Al respecto, el curador del museo, Jaime Izaguirre, plantea que aunque la muestra parece sencilla, el montaje detrás de esta tuvo cierto porcentaje de complejidad. Por ello, resulta muy valioso conocer el proceso de creación de una obra de arte.
En el horizonte, Antonio Romero visualiza la oportunidad de exponer su concepto de "Tropicalia" -concebido como tal, durante la pandemia, en 2020- en su totalidad. Pues al igual que en el cine, el teatro o la literatura, es una obra en construcción, que evoluciona y se actualiza en el tiempo.
Vale resaltar que se tiene en el mapa llevar a cabo actividades que complementen la muestra a mediano plazo.