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José Roberto Paredes: el arquitecto del año

Más de 30 años en el gremio y el liderazgo en su empresa Cinco patas al gato respaldan su trayectoria. Sus obras se encuentran en diferentes partes del mundo y todas conectan con las historias humanas.

Por H. Sermeño | Nov 28, 2023- 16:09

El arquitecto recibió un reconocimiento otorgado por el Colegio de Arquitectos. / Foto Por Cortesía

“Hace 35 años yo estaba del otro lado, viendo a mi papá recibir el premio al Arquitecto del Año”, recordó José Roberto Paredes, quien recientemente obtuvo el mismo reconocimiento, otorgado por el Colegio de Arquitectos de El Salvador.

A su juicio, este galardón valida todos esos riesgos que tomó en momentos de incertidumbre pero que lo ayudaron a tener experiencias gratificantes. Entre estas, redescubrir su pasión por la arquitectura.

El prestigioso galardón a su trayectoria tiene un amplio significado para el profesional salvadoreño: “Es curioso porque es como cerrar un ciclo, de alguna forma. Es algo bonito, porque al final el reconocimiento que le dan a uno no es al trabajo de uno, sino al equipo y a la gente que han trabajado con el grupo todo el tiempo”.

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Foto: Cortesía

Considera que el premio “significa tranquilidad. Además, ha sido en un momento de mi carrera, a una edad tal vez en donde ya la vida es un poco más tranquila. Es saber que el camino que he recorrido ha sido un buen camino”.

Actualmente, Paredes, quien proviene de una familia de arquitectos, está al frente de su empresa Cinco patas al gato, la cual forjó bajo la premisa de romper con los estereotipos, hace 30 años. Y aunque ahora disfruta del reconocimiento, llegar hasta ahí le significó luchar contracorriente.

“Realmente uno quiere cumplir esos dichos, como ‘hijo de tigre sale rayado’, y la realidad es que cuando ese tigre tiene tantas rayas, esas rayas en algún momento se convierten en sombra, esa sombra de la que uno quiere escapar”, reflexionó el compatriota, en referencia a la responsabilidad que sentía de representar dignamente a su familia ante el gremio.

El salvadoreño, quien se inspira en las historias de la gente para edificar sus obras, reconoce que detrás de su formación hubo una historia con “un poquito de rebeldía”. Pues en el proceso de encontrar su propio camino, admitió haber atravesado muchas “rupturas”.

“A los 19 años empecé a trabajar con mi papá. Hice mi carrera trabajando, porque para mi papá la educación era parte la universidad y parte la vida real. Luego decidí dejar de trabajar con él y hubo un período en el que regresaba a trabajar con él y luego me iba. Y digamos que en en medio de todo eso se formó mi alter ego: Cinco patas al gato”, dijo.

Foto: Cortesía

Aseguró que su empresa nace con la necesidad de “romper esa imagen esperada y separarse”. “Yo creo que es una actitud bastante adolescente, pero que al final creo que fue romper un poco con eso y ese alter ego era romper con las tradiciones, romper con todo lo que yo conocía, que tenía que ser la arquitectura”, argumentó.

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Pese a que su exquisito talento arquitectónico lo ha llevado a trabajar en diferentes partes del mundo (como Paraguay, España, Nicaragua), Paredes admitió que quiso ponerle fin a su profesión, pero sus experiencias de vida le ayudaron a darle un nuevo significado.

“En el 2017, decidí que no iba a ser arquitecto. Agarré mi mochila y me fui a recorrer el mundo por dos años y al final terminé viviendo en España, en Valencia, y conocí a Paula, también arquitecta, que me hizo dulcemente volver a la arquitectura”, señaló.

De esa forma, José Roberto pasó de asociar la arquitectura con ruptura a darle un significado de conexión. “La realidad es que todos estos años, más allá de todo lo malo que veía en la arquitectura, ha sido una herramienta de conexión que me ha hecho conectar con mi familia, con colaboradores; he hecho amigos, he conectado con gente interesante, clientes, proveedores, constructores, con colegas y al final creo que es esa parte la que realmente disfruto de la arquitectura: conectar con gente, estar con gente”, reflexionó.

Foto: Cortesía

Por hoy, Paredes radica en España. “Ahora vivo en Valencia. Mi pareja es arquitecta y tiene su empresa en Valencia desde hace 30 años y colaboramos en proyectos y hemos estado trabajando proyectos en España, Rusia e Indonesia. Y es bonito porque nos ha llevado a trabajar en diferentes continentes… nos falta África”, comentó entre risas.

Lo que más atesora de esas oportunidades es el factor humano: “Lo bonito también de estos trabajos internacionales es que te lleva a pensar realmente que todos somos bastante similares. Somos iguales en el sentido que todos queremos comunicarnos, todos queremos contar nuestras historias y todos queremos algo que nos represente a nosotros”.

Respecto a sus proyectos favoritos, manifestó: “Puedo decir que son los trabajos sociales. Ver que la arquitectura podía ser una herramienta para contribuir a la sociedad son cosas que a uno le despiertan el dejar de ser uno y pasar a pensar en otros”.

Para él, no puede haber una sola obra favorita, pues en su conjunto cada una cobra valor por el contexto en el que han surgido y han representado algún cambio en su vida o en la de otros.

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