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Alfonso Kijadurías, el legado de un poeta que defiende la naturaleza con versos

El poeta salvadoreño, ganador del Premio Nacional de Cultura, reflexionó en una entrevista exclusiva sobre su legado, la ecología y la escena literaria del país.

Por Adalberto Granados | Mar 31, 2025- 15:13

Alfonso Kijadurías y su libro
Alfonso Kijadurías y su libro "Un pequeño milagro" en colaboración con Verónica Vides y Editorial Kalina / Foto Por EDH / Menly González

Alfonso Kijadurías, poeta salvadoreño, se define de manera sencilla: “Soy el señor que se levanta temprano en la mañana y barre el patio de su casa. Luego descansa y lee, para mí leer es descansar la mente”. Su vida transcurre entre la contemplación, la escritura y el arte, siempre en comunión con lo cotidiano.

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Al ingresar a su hogar, el arte se respira en cada rincón. Pinturas, esculturas y objetos transformados a partir de materiales desechados componen su entorno. Para Kijadurías, estos elementos representan un acto de resistencia y creatividad frente a la cultura del desperdicio. “Es un rescate de las cosas que se lanzan a la calle. La sociedad de consumo produce mucha basura, entonces tenemos que rescatar lo que se puede rescatar de esa basura y utilizarla”, reflexionó Urías.

Sus raíces hasta el sol de hoy

El poeta nació en Quezaltepeque, El Salvador, y su infancia transcurrió entre el campo y la ciudad. “Mi padre tenía una finca en un lugar conocido como el cantón o valle del Señor. Entonces mi infancia transcurrió entre el campo y la ciudad”, recordó. Esta dualidad dejó una huella imborrable en su obra, influenciando su amor por la naturaleza y la ecología.

“De ahí mi amor por las plantas y por la ecología. Luego en la ciudad fue el intercambio cultural con mis amigos. A través de la poesía, de la música, vengo de una familia de músicos también, entonces yo llego a la poesía a través de la música inicialmente”, contó sobre sus orígenes en la literatura.

El hogar del poeta es un espacio que refleja su filosofía y visión sobre la naturaleza y rescate de los desechos. Foto: EDH / Menly González

Su casa es un refugio verde. Rodeado de árboles y vegetación, encuentra en la naturaleza un remanente de lo que considera un paraíso amenazado: “Es bueno conservar lo que queda del paraíso, cada día tendemos a convertir lo que queda del paraíso en un infierno, no somos conscientes”, lamentó el poeta.

Aunque su vida lo ha llevado lejos de El Salvador, regresando anualmente desde Vancouver, Canadá, el poeta siente que su ciudad natal ha cambiado drásticamente. “Prácticamente soy un turista en mi pueblo. No conozco a nadie, ni me conocen, porque durante el conflicto mucha gente emigró”, explicó, recordando cómo Quezaltepeque se convirtió en refugio de desplazados de zonas como Suchitoto, Aguilares y Chalatenango. 

Además, mencionó el impacto del crecimiento urbano: “Se ha llenado de carros, las aceras tomadas y el ruido constante. Es otro paisaje, otro panorama”. Sin embargo, su regreso anual no es solo un reencuentro con la tierra que lo vio nacer, sino también una necesidad física: “Vengo a El Salvador cada año huyendo del frío, huyendo de la nieve. Eso le afecta a uno de anciano, afecta mucho en la salud, sobre todo los huesos. Así que venimos buscando el sol, la vitamina”, expresó con una sonrisa.

El trayecto de un poeta

El camino literario de Alfonso Kijadurías comenzó con paso firme en 1957, cuando publicó sus primeros poemas en los principales periódicos de El Salvador. “Comencé a escribir los primeros poemas y a publicar en los periódicos. Publiqué en el Diario de Hoy, en La Prensa Gráfica, en el Diario Latino”, recordó.

Su crecimiento en las letras se vio impulsado por el apoyo de figuras clave en la literatura salvadoreña. “Tuve la dicha de conocer a Ítalo López Vallecillos, que fue un guía para mí en esos años. También conocí a Roberto Armijo, otro maestro que me introdujo a la poesía clásica. A ambos les debo mucho de mi ascenso y progreso en las letras”, afirmó con admiración.

Para 1962, su presencia en la escena literaria salvadoreña ya estaba consolidada. No solo había publicado una plaquette de poemas, sino que también participó en la antología “De aquí en adelante”, junto a Roberto Armijo, Roberto Cea, Manlio Argueta y Tirso Canales. Esta obra reunió a cinco poetas emergentes y marcó un hito en la poesía salvadoreña de la época.

Alfonso Quijada Urías, poeta salvadoreño
Alfonso Kijadurías es uno de los últimos poetas que vivió aquella época dorada de la literatura salvadoreña. Foto: EDH / Menly González

El compatriota recuerda con nostalgia aquellos años de efervescencia cultural en El Salvador. “Era un lugar idílico, todo El Salvador. Había mucho entusiasmo por la cultura, era la época de un gran florecimiento artístico”, comentó. En aquel tiempo, las letras salvadoreñas estaban en auge con figuras como Salarrué, Claudia Lars, Matilde Elena López, Waldo Chávez Velasco y Álvaro Menéndez Leal. “Tuve la suerte, la dicha de compartir con ellos, conocerlos y establecer vínculos. Y entonces ese vínculo influenció mucho en mi creatividad, aprendí mucho de ellos”, señaló con gratitud.

Sin embargo, existe un error común en la información que circula sobre su supuesta afiliación a la Generación Comprometida. El poeta lo desmiente categóricamente. “No, la Generación Comprometida fue anterior. A ella pertenecieron Ítalo López Vallecillos, Waldo Chávez Velasco, pero yo no pertenecí”, aclaró. También negó haber sido parte del Círculo Literario Universitario, aunque reconoce que su vinculación con este grupo se debe a un certamen de poesía que ganó junto a David Escobar Galindo.

El reconocimiento más importante de su carrera llegó en 2009, cuando recibió el Premio Nacional de Cultura en Poesía. Para él, este galardón representó un momento de profunda gratitud. “Fue muy estimulante en ese momento, una gran dicha”, expresó. Aunque no ha acumulado una extensa lista de premios, los que ha obtenido son significativos. “Sí, algunos premios como el de Radio Francia Internacional, gané también en Panamá. No muchos premios, pero suficientes para que aparezcan dentro de los galardones obtenidos”, mencionó con humildad.

Una voz literaria noble

La literatura del escritor es un reflejo de su visión del mundo. Para él, su mensaje ha sido claro desde siempre: “El mensaje ha sido de paz, de amor y de libertad. Son elementos de los cuales se nutre todo, no solo los que somos poetas, sino la humanidad entera”, mencionó al mismo tiempo que se lamentaba. “Es lo que desgraciadamente se está perdiendo, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero”.

A lo largo de su carrera, ha sido testigo de la evolución de la literatura salvadoreña y, a pesar de las dificultades, mantiene una visión optimista. “Pese al poco apoyo que da el gobierno, hay un florecimiento. Hay una gran cantidad de poetas y una cantidad enorme de pintores y escultores, es un gran movimiento pese a las limitaciones”, señaló Urías. Para él, este dinamismo es prueba de que la cultura sigue viva en El Salvador, incluso en medio de las adversidades que enfrentan los artistas.

Su relación con las nuevas generaciones es de apoyo y estímulo, tal como lo hicieron con él sus maestros. “Bueno, las trato como me trataron a mí mis maestros. Claudia Lars me estimuló mucho, me abrió las páginas de la Revista Cultura”, recordó con gratitud. En su época, los jóvenes poetas tenían acceso a los principales medios del país, lo que les permitía difundir su obra según mencionó.

Kijadurías libros
La voz literaria del oriundo de Quezaltepeque promueve la paz, amor y libertad. Foto: EDH / Menly González

Sobre el futuro de la literatura salvadoreña, se muestra optimista. “Hay un movimiento muy fuerte, publicando fuera del país, traducidos al inglés. Poetas nacidos en México, Estados Unidos. Es estimulante, hay muchos, el movimiento intelectual salvadoreño está muy vivo, sigue vivo”, comentó. La presencia de escritores salvadoreños en editoriales de renombre como Alfaguara en España o en otros países europeos es, para él, una señal de que la literatura nacional está más viva que nunca.

Cuando se le pregunta cuál de sus obras es la más especial, le resulta difícil elegir. “Todas son especiales, es bien difícil porque cada libro es un esfuerzo y cada libro que uno escribe cree que es el mejor”, confesó. Sin embargo, destacó su más reciente publicación, “La breve edad del tiempo" (2024), una colección de cuentos que considera la mejor que ha escrito hasta el momento.

Aunque lleva años fuera del país, El Salvador sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para su obra. “Influye de manera total por su realidad, los movimientos artísticos, culturales”, afirmó. Su vínculo con Quezaltepeque, su tierra natal, es profundo, aunque reconoce que el lugar que conoció ya no es el mismo. “No tengo amigos a quienes visitar, hace algunos años tenía un par de amigos que visitar, luego fallecieron, entonces me he quedado huérfano”, comentó con melancolía.

“Un pequeño milagro”

Kijadurías ha llevado su preocupación por el medio ambiente a la literatura con “Un pequeño milagro”, un libro que nació con la intención de ser infantil, pero que terminó interpelando también a los adultos. “Somos los adultos los que tenemos que tomar conciencia sobre el medio ambiente, sobre el deterioro, la crisis que estamos viviendo a nivel climático”, enfatizó.

La obra refleja una problemática global y nacional: la contaminación del agua, la deforestación y el impacto de la minería. “Curiosamente este libro surge el mismo día en que la ley de la minería fue constituida. Creo que la minería traerá un daño ecológico muy fuerte, además de un daño humano. El agua es un problema grave de nuestro país y están contaminados los ríos”, señaló.

Un pequeño milagro libro
El libro "Un pequeño milagro" fue escrito por el Premio Nacional de Cultura 2009, ilustrado por Verónica Vides y traducido y editado por la editorial Kalina. Foto: EDH / Menly González

Su preocupación por el daño ecológico se traduce en una historia donde una niña intenta salvar una planta extinta y, con ella, un lenguaje perdido. “Es un canto de esperanza también, una reacción que invoca la esperanza”, explicó. Sobre la inspiración del libro, el autor describe su proceso creativo como misterioso. No obstante, reconoce que su subconsciente y su preocupación constante por la destrucción del paisaje influyeron en la escritura de la obra.

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El cuento estuvo guardado durante una década antes de ver la luz. Su hijo fue quien facilitó el contacto con la artista Verónica Vides, cuya colaboración fue clave. “Resulta que ella me regaló un dibujo y a partir de ese dibujo partió el personaje”, recordó. Finalmente, Vides ilustró el libro, dándole una identidad visual única. “Ha salido un libro muy bello con su ilustración”, afirmó el poeta con entusiasmo.

El vínculo entre ambos creadores se remonta a muchos años atrás. “A Verónica la conozco desde niña, nos conocimos en La Habana, ella era una muchachita de 10, 11 años y llegaba a visitarnos. Luego fue creciendo y para mi sorpresa, cuando vi sus esculturas dije ‘esta muchacha tiene unas manos geniales, es una super artista’”, halagó Kijadurías a la artista. 

Publicado por el sello editorial Kalina, “Un pequeño milagro” no solo ha sido editado con esmero, sino que también ha sido traducido al inglés. “Para los salvadoreños que viven afuera y conectarlos con la realidad salvadoreña”, explicó el poeta sobre la gran decisión de la editorial sobre traducir el libro.

El futuro de su obra

Para el poeta, la escritura es un ejercicio constante. “Siempre me mantengo escribiendo y leyendo, me mantengo tomando notas y ahí van surgiendo los libros”, comentó. Su pasión por las letras lo motiva a seguir explorando nuevas historias. “Es algo que seguiré haciendo de una manera profesional”, aseguró.

Alfonso Quijada Urías pinturas
Alfonso Quijada Urías no solo escribe, también disfruta de pintar y hacer esculturas. Foto: EDH / Menly González

Sobre el rol de los poetas y escritores en la actualidad, tiene una postura clara: “Su rol tiene que ser un papel crítico, un observador de la realidad y si hay un mal, criticarlo. Esa es una misión”. Cuando se le pregunta cómo le gustaría ser recordado en la escena literaria salvadoreña, responde con humildad: “Como un nombre sencillo, sin pretensiones. Tengo el don de escribir, pero eso es un don forjado con los años, con el esfuerzo y con la ayuda de otros escritores”.

Finalmente, reflexionó sobre los consejos que recibió de figuras icónicas de la literatura salvadoreña como Claudia Lars y Salarrué. “Eran personajes muy esotéricos. Ellos estaban en la onda espiritual, entonces a mí me transmitieron ese mundo del espíritu y de la trascendencia de la vida”, relató.

Para él, la visión espiritual de la vida es esencial en el arte. “Cada día verlo como una sorpresa, verlo con inocencia, ver las cosas con los ojos de un niño. Para un artista, no perder la inocencia es clave. Porque sin inocencia no se puede escribir poesía”, reflexionó.

Para conocer más de cerca el trabajo artístico de Alfonso Kijadurías, en la pagina web kijadurias.com compartirán muchas de sus publicaciones, arte y esculturas. Pero sobre todo, su trabajo literario.

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