Es una fría velada de marzo en Londres mientras me abro camino a paso veloz, entre la intensa actividad urbana, hacia la galería internacional de arte Gagosian ubicada en Grosvenor Hill, el distrito afluente de Mayfair.
Escoltada por un contingente de guardias de seguridad vestidos a lo Matrix en impecables trajes en negro y blanco, la galería deslumbra como una caja de luz de altos ventanales con 3 espacios amplios de inmensas paredes blancas. Se percibe al entrar un ambiente de excitación entre las decenas de personas presentes, mientras el artista gesticula intensamente en una esquina acompañado de sus obras de gran formato.
“Nuevas pinturas” se titula la más reciente exposición del artista de origen alemán Albert Oehlen, en la galería Gagosian. Son 17 las obras reunidas aquí, sin título todas y al óleo sobre canvas, en dimensiones que oscilan alrededor de los 2 o 3 metros. Predominan el uso de colores intensos como el turquesa o cerulean en una variada gama cromática de estridencia acrecentada que parece hablar con urgencia de estados latentes en proceso de gestación.
El texto de sala detalla que “las imágenes de Oehlen se dividen, repetidamente, y se distorsionan para conjurar una nueva narrativa pictórica. Su fuente original es reimaginada; a veces es descifrable y otras aniquilada… No existe ninguna barrera entre abstracción y figuración, improvisación y control, sólo el potencial infinito del medio.” El artista no se aferra a nada en su ávida búsqueda de un estado de implosión estética. “Siempre he buscado problemas” dice Oehlen de su práctica artística, que pareciera encarnar el nihilismo alemán de su época.
Oehlen no pretende encontrar soluciones, ni lograr aciertos, ni develar verdades. Su pintura existe en el proceso y evoluciona en todo momento sujeta al azar. “Su obra es un ejercicio sobre la derrota” señala de manera acuciosa K. Marriot Jones, en la revista Artforum.
Nacido en Krefeld, Alemania, en 1954, el artista es demasiado joven para haber vivido los horrores de la guerra pero no lo suficiente para librarse del peso de la historia. Alumno de Sigmar Polke y colega de Martin Kippenberger, Oehlen logró abrirse paso durante el boom de la pintura en los años ochentas que vio a figuras del Neo-expresionismo como Julián Schnabel o Jean-Michel Basquiat lanzarse al estrellato.
Me detengo frente a una de sus piezas en formato vertical. La superficie aparece dividida en pequeños cuadrados, como mosaicos de cerámica sobre los cuales aparecen trazos, chorretes, gradaciones, salpicaduras, círculos, empastes y más, en un sinfín de colores que se abren a espacios de claridad de balance precario. No hay asociaciones posibles, ni ningún intento de coherencia. Lo que pareciera “fácil” es en realidad una hazaña extremadamente difícil. ¿Cómo eludir cualquier vínculo con la realidad o la historia de la pintura del arte? Albert Oehlen, el antihéroe de la pintura contemporánea, lo logra.
Columna mensual de opinión de la artista y ex Directora de la Sala Nacional de Exposiciones, Mayra Barraza, residente en Londres.