El partido entre El Salvador y Bonaire era el penúltimo juego oficial que disputará la Selecta en el año, además de ser el reencuentro con la afición después del empate ante Puerto Rico en el arranque de la Eliminatoria Mundialista hacia 2026.
Los precedentes no ayudaban a pensar que habría una gran cantidad de aficionados, y a una hora del partido el estadio lucía bastante desolado en su interior, pero a medida el reloj caminaba, los aficionados se siguieron haciendo presentes.
Como dato curioso, para el duelo de los salvadoreños, el sector sur de sol preferente, sombra y tribuna fueron cerrados al acceso del público, a pesar que en el duelo previo entre San Vicente y las Granadinas ante Montserrat se observó a poco más de una decena de fans en el preferente sur.
Sobre los 20 minutos, el Sol General estaba bordeando la media de su capacidad, con una afición que estaba ansiosa por ver algo más de la selección y con silbatinas cuando las jugadas no eran de su agrado.
A medida se acercaba el receso del primer tiempo, el respetable se comenzaba a enojar por lo que sucedía en la cancha y estalló al descanso con una extensa silbatina que recorrió cada espacio del Coloso de Monserrat.
En el segundo tiempo los silbidos y abucheos cobraron nombre y apellido cuando la afición pidió la salida de Nelson Bonilla y Darwin Cerén después de fallos en definición y entrega del balón. A su cambio, Bonilla hizo un gesto de que la gente hablaba mucho.
Al final del juego, la afición celebró, pero aún así hubo un par de silbidos para una selección que con lo mínimo sigue soñando con Copa Oro.