En julio de 1924, un multideportista salvadoreño participó en los VIII Juegos Olímpicos, desarrollados en París. Compitió como parte de la delegación española y fue el primer centroamericano en esa justa deportiva internacional.
Las ceremonias inaugurales fueron fastuosas, tanto en el Stade olympique de Colombes -a las afueras de París- como en la catedral de Notre Dame, donde se ofició una misa para bendecir el buen desarrollo de las justas deportivas. Además, el Comité Olímpico Internacional abrió los salones de las Olimpiadas de las Artes, en las que no intervino ningún artista plástico salvadoreño, por más que insistiera en ello el delegado salvadoreño Pedro Jaime de Matheu.
Aquellos VIII Juegos Olímpicos de la era moderna, iniciados en 1896 en Grecia por el barón Pierre de Coubertin, revestían una especial importancia. Eran los primeros tras la Gran Guerra (o Grand Guerre, como se le denominaba entonces a la Primera Guerra Mundial), por lo que implicaban que los otrora enemigos que se enfrentaron por años en los territorios repletos de trincheras, gases venenosos, aviones y tanques ahora se verían las caras en condiciones de paz y de la consolidación multicultural de los “locos años 20”, marcados por una eclosión sin igual de letras, artes y ciencias. Todo parecía indicar que el planeta de raíces coloniales e imperiales estaba dispuesto a disfrutar de la vida y no a marcar tendencias políticas de corte dictatorial y, mucho menos, señalar rutas hacia nuevos enfrentamientos bélicos de proporciones globales. Pero los tiempos del fascismo, el nazismo y el comunismo estaban aún en el horizonte y París quería ser una fiesta.
España acudió a esos juegos con una delegación de 95 competidores para 15 deportes en 44 eventos. Dos de ellos eran mujeres, ambas destinadas a la cancha de lawn tennis: la condesa Elia María González-Álvarez (más conocida
como Lilí Álvarez, 1905-1998) y la barcelonesa Rosa Torras i Buxeda (1895-1986). La noble de 18 años llegaba a París tras una brillante actuación en el torneo tenístico de Cannes. En la delegación masculina iba un extranjero, que llevaba dos años de su más reciente residencia en la península ibérica y quien recién había obtenido preseas y permisos muy importantes que le agenciaron su puesto en aquel grupo competitivo.
Se trataba de Ricardo Juan Antonio Saprissa Aymá, más conocido como Ricardo Saprissa. Nació en la ciudad de San Salvador (República de El Salvador), el 24 de junio de 1901, en el hogar de los catalanes José Bartolomé
Miguel Saprissa Llurá (Barcelona, 21.01.1871-San Salvador, 25.09.1910) y María del Carmen Mariana Margarita Aymá Sagrera (Barcelona, 24.03.1871-San José, Costa Rica, 14.02.1950), quienes también procrearon a Rogelio
José (1894-1991), José Pedro Antonio (1897-1979), Montserrat Elisa Dolores (1898-1978), María Carmen Antonia (1902-1988), Marta Berta Carmen (1904-1994), Mercedes Eulalia (1906-1998) y Jorge Pedro Antonio de Padua (1909-
1979).
Por ambas ramas, su familia estaba dedicada a la gestión de almacenes, ferreterías y fábricas de tejidos (con especialidad en driles). Su madre era hermana de José Sagrera Garriga, fundador del almacén ferretero que durante
más de un siglo existió en el centro capitalino. Gracias a ello, Ricardo pudo recibir educación en las Escuelas Pías de Barcelona, para después matricularse como alumno cadete en la Escuela Politécnica (San Salvador), institución de formación castrense fundada en 1900 y que existió hasta mediados de 1922, cuando sus estudiantes se alzaron en armas contra el gobierno. La entidad fue disuelta y los cadetes insurrectos fueron perdonados por su pertenencia a familias destacadas de la época, sin los juicios ni fusilamientos de rigor, pero sí con “exilios voluntarios” hacia diversos países.
En esa institución, el cadete Saprissa Aymá obtuvo su título como ingeniero civil en 1919. Tres años más tarde, luego de militar por algún tiempo en el capitalino Club Deportivo Marathon, decidió marcharse de nuevo hacia Barcelona para ejercer su profesión, pero su título no le fue convalidado por las autoridades educativas del Reino, presidido por Su Alteza Real Alfonso XIII. Por ello, optó por montar un negocio en el centro de la Ciudad Condal y se dedicó a la práctica de múltiples deportes. Sobresalió en lawn tennis, cátcher en béisbol, defensa goleador en fútbol y atacante en hockey sobre hierba. Fue en esta última disciplina en la que, como jugador del Real Polo Hockey Club de Barcelona, ganó la Copa del Rey en dos años consecutivos.
A fines de enero de 1924, Saprissa Aymá conquistó la Copa del Rey de hockey sobre hierba, pero en marzo él y la selección española fueron derrotados 5-0 por Bélgica. Pocos días después, un nuevo descalabro les fue infligido a Saprissa Aymá y a una selección barcelonesa de base-ball, con score de 15 a 3 carreras contra los marinos del acorazado estadounidense Pittsburgh, que estaban de visita en el puerto barcelonés y aceptaron participar en un juego amistoso para promover ese deporte muy poco conocido en la capital catalana.
El 25 de junio de 1924, Saprissa Aymá recibió la autorización de la Federación Española para integrarse al R. C. D. Espanyol como futbolista, tras comprobar que ya tenía más de dos años de residencia en territorio ibérico. Eso le
permitiría disputar partidos nacionales y también le abrió las puertas para participar en otros eventos deportivos bajo la bandera española.
En 1923, la pareja masculina compuesta por Antonio Juanico y Ricardo Saprissa Aymá ganaron el Campeonato de España organizado por la Asociación General de Lawn Tennis (ahora Real Federación Española de Tenis, RFET), fundada en septiembre de 1909. Así fue como se presentó al torneo de lawn tennis de los Juegos Olímpicos de París, en las pistas de tierra batida del Estadio de Tenis de Colombes. Las cinco pruebas asignadas (masculina individual y dobles, femenina individual y dobles y mixta dobles) se efectuaron entre el domingo 13 y el domingo 20 de julio de 1924. Participaron 82 tenistas procedentes de 27 países.
Desde su inicio hasta el final, esa parte de los juegos olímpicos fue un absoluto desastre. En junio, los medios internacionales anunciaron que los partidos se disputarían sobre canchas de barro con pelotas fabricadas en Estados Unidos, lo que predispuso a diversos deportistas y sus federaciones. Ya en las competencias, el público francés y turista irrumpía en la cancha para hacer fotos o caminar de un lado a otro sin más, por lo que los árbitros no estaban atentos a las jugadas, había protestas de los jugadores por la ausencia de agua, toallas y espacios para descanso. Todo fue echado al traste, pese al amplio despliegue publicitario realizado en afiches, postales y publicaciones de prensa y radio. El tenista y varias veces campeón Julian S.&; Myrick (1880-1969), presidente de la United States Lawn Tennis Association y encargado de la versión americana de la Copa Davis, elevó una protesta formal ante el Comité Olímpico francés por las malas condiciones de las instalaciones para una competencia deportiva de ese nivel.
España puso todas sus esperanzas nacionales en sus delegaciones de fútbol y lawn tennis. Enviaba a sus mejores representantes a ambas justas. Pronto llegaron los desánimos. Cayó ante la selección italiana de fútbol por un gol a cero. Los tenistas tardarían un poco más en salir de la cancha.
En la mañana del martes 15, durante la ronda 16 de competencias tenísticas, Saprissa Aymá y el campeón español Eduardo Flaquer Vásquez (Barcelona, 1894-1951) vencieron en dobles masculinos a los japoneses Asaji Honda y Masanosuke Fukuda (1897-1974), en tres sets logrados con contundentes marcadores 6-2, 6-3 y 6-3. Sin embargo, no lograron sobrepasar en la ronda 32 o cuartos de final a los sudafricanos John Joseph “Jack” Condon (1903-1967) e Ivie John Richardson (1895-1960), que los eliminaron del torneo en tres sets ganados por 6-2, 6-3 y 6-1.
En mixtos dobles, Saprissa Aymá participó con Rosa Torras i Buxeda contra la dupla italiana formada por el barón Luigi Massimiliano Uberto De Morpurgo (París, 1896-Ginebra, 1961) y la milanesa Giulia Perelli (1897-1964), dos veces campeona de Italia a quien la española ya había vencido en la segunda ronda de los juegos individuales. El partido fue ganado por la pareja de tenistas italianos, en dos sets con marcador de 6-3 y 10-8. Torras i Buxeda jugó aquejada por grave ataque de bronquitis, por lo que usó una toalla con ungüento enrollada en su cabeza y mantuvo un inhalador caliente de hierbas en las afueras de la cancha para aspirar sus vapores de vez en cuando. El noble De Morpurgo se adjudicó la medalla de bronce, en un torneo ampliamente dominado por los tenistas masculinos y femeninos estadounidenses, franceses y británicos, algunos de ellos ganadores recientes en Wimbledon.
El lunes 28 de julio de 1924, el periódico barcelonés La Jornada Deportiva le dedicó su página 18 a analizar aquel desastre deportivo del tenis español. No dejó títere con cabeza su redactor, escudado tras el alias Raqueta: “la actuación de los nuestros ha sido floja y de escasa resonancia internacional”.
Por el desorden en la organización, el tenis desapareció de los escenarios olímpicos en 1927. Pero Ricardo Saprissa Aymá aún tendría oportunidad de participar en la Copa Davis, en mayo y junio de 1930, cuando en Antwerp
(Bélgica) ganaría la competencia de dobles masculinos con el barcelonés Enrique Maier Müller (1910-1981), pero caerían en cuartos de final ante la delegación japonesa.
Tras su retiro del fútbol profesional en 1931, al año siguiente Saprissa Aymá fue nombrado presidente honorario del R. C. D. Espanyol (único hasta la fecha). Atemorizado por la represión del movimiento etnocampesino de enero
de 1932 en el centro, norte y occidente de El Salvador y la consolidación de la dictadura del brigadier Maximiliano Hernández Martínez, se radicó en Costa Rica, donde fundó nuevos negocios textiles y cafetaleros, se nacionalizó y
falleció en agosto de 1990, en una casa de retiros para ancianos. En 1935, cofundó el club deportivo costarricense que ostenta su apellido. Jamás volvió a su patria, sino que se llevó consigo a su madre, hermanas y hermanos, quienes allá fundaron sus respectivos núcleos familiares.
Hasta el momento, ningún escenario deportivo, calle, avenida o monumento en la República de El Salvador le rinde homenaje a su vida multinacional y a su importantísimo legado deportivo.