Este martes se cumple un cuarto de siglo del mordisco de Mike Tyson en la oreja de Evander Holyfield, cuando el mundo del deporte reconoce a Tyson como uno de los púgiles más temibles del siglo XX, pero lo recordará por su episodio caníbal.
En Las Vegas, Tyson salió a cobrarle una deuda a Evander, quien lo había noqueado el año anterior. Impotente porque había perdido los dos primeros asaltos, enojado por los cabezazos recibidos, se fue sobre su rival y sin importarle que fuera penalizado con un punto por morderlo, persistió y le arrancó un pedazo de oreja.
A pesar de su estatura baja, 1,78 metros, el "Iron" Tyson marcó una época como uno de los púgiles de mayor poder. Poseía una gran velocidad, una pegada brutal y una carrocería a prueba de impactos, lo cual le permitía ir hacia adelante con instinto de depredador.
En noviembre de 1996, a los 30 años, se sentía Dios, pero Holifield lo bajó de la nube. Después de dominarlo en un pleito en Las Vegas, lo derribó en el undécimo asalto para endosarle su segunda derrota.
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La revancha millonaria quedó pactada para el mismo lugar el 28 de junio de 1997, un día que marcó la historia del boxeo y la de Tyson, protagonista del hecho más raro del pugilismo y uno de los más extraños de la historia del deporte.
Los medios se le echaron encima. A la manera de los viejos tiempos volvió a mostrarse como víctima, pero esta vez nadie lo entendió, como sí sucedió cuando de niño vivió donde lo encontró la noche, a veces en sitios inmundos, sin agua ni luz.
"Sabe a culo", dijo cuando le preguntaron muchos años después por la oreja de su rival, del que se burló al montar el negocio "Mike bites", con gomitas de cannabis con la forma de la oreja de Evander. Mike terminó con 50 victorias, 44 por nocáuts, seis derrotas y un historial de escándalos que incluyeron peleas callejeras, violaciones y cárcel.