La celebración en la cancha de arcilla de la cancha Philippe-Chatrier, donde el sonsonateco Chelo Arévalo se consagró por segunda vez campeón del Roland Garros, fue única. Festejo con el croata Mate Pavic. Saludo de despedida a los subcampeones. Y luego, mucha felicidad para el nacional.
Antes de irse corriendo a la tribuna, el salvadoreño dibujó un corazón con su raqueta sobre la superficie en la que acababa de ganar. Y se acostó sobre ella. Era la plenitud de ser el campeon de dobles masculinos, el segundo Grand Slam de su carrera.
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Pero luego, cuando se levantó, tras un aprentón de manos con Pavic y unas palabras que cruzaron, se marchó rápido a la tribuna, para irse con su familia. Pero no todo salió como esperaba de entrada. De pronto, la raqueta número uno salvadoreña se perdió entre la gente.
No encontraba Chelo el camino para ir por entre los graderíos a ver su familia. Caminó, buscaba, no sabía por dónde caminar. De pronto, siguió el camino, pero -según el campeón- se le perdieron de vista sus familares y amigos. Sin embargo, no era así. Los tenía a sus espaldas. Al grito que le dieron, los volvió a encontrar.
Después de eso, la travesía prosiguió con los abrazos al entrenador, a sus padres, al final a su hermano Rafael, el presidente de la Federación Salvadoreña de Tenis (FST) y también extenista. Pero no solo eso. Llegó el momento especial al ver a su esposa, junto a su primer hijo Marcelo Jr.
El beso infaltable al verse fue el mejor premio para Arévalo, quien le dedicó palabras en el discurso a Lucía Kovarcikova. Al igual que el Grand Slam que conquistó en 2022, reiteró su agradecimiento a su pareja: "Gracias por el apoyo (a su esposa), por siempre cuidar a los niños, a Marcelito que está mirando".
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Y al despedirse en ese instante de los suyos, ya que le habían entregado una bufanda que decía El Salvador, decidió ir a gritar acompañado el nombre del país en reiteradas ocasiones. Un cántico de dedicatoria del título a todo el país, que quedó memorable en la televisora oficial, para el mundo entero.
Así, los pormenores que se dieron para Chelo y que demostraron que es un campeón puro, un ser humano made in El Salvador, con calidad sonsonateca, y único centroamericano en volver a hacer una historia en grande. Una leyenda del tenis que va por más.
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