Los Warrios de Golden State confirmaron lo que son: una dinastía del mejor baloncesto del mundo.
Renegados por algunos puristas, de la mano de Stephen Curry y Klay Thompson, los Warriors cambiaron el baloncesto moderno, lo pulieron y, en ocho temporadas, han ganado cuatro títulos de la NBA.
Esta noche lo consiguieron tras imponerse a unos luchadores Celtics de Boston por 4-2 en la serie, y por 90-103 en el sexto partido de la serie, disputado en el Garden, la casa de sus rivales.
Con 34 puntos, Curry fue de nuevo el héroe del equipo, y luego de no haber convertido un solo triple en el juego pasado, esta vez respondió con seis desde tercera dimensión para guiar la victoria.
Se tuvieron que levantar de un flojo comienzo, le dieron vuelta a las acciones en el segundo asalto, abrieron brecha que parecía abismal, y, cuando todo indicaba que lograría el milagro de la remontada el equipo de Boston, apareció el reparto. Surgieron dos triples de Draymond Green, relegado a labores defensivas y de pases, pero que ahora apareció para aportar un doble doble de 12 puntos y 12 tablas.
También aportó Andrew Wiggins (la figura en el juego que Curry se “olvidó” de cómo anotar), con 18 puntos. Y hasta Jordan Poole, factor “X” en varios partidos de playoffs, se sumó a la fiesta con 15 tantos esta noche.
Con decisión, superando incluso lesiones (Curry se torció un tobillo en el juego dos), con una gran defensa de la mano de Green y Thompson, los Warriors lograron su cuarto anillo de campeones de las últimas ocho campañas, y se instalan como la nueva dinastía.
Fue, además, el séptimo título para la franquicia, que ya es la tercera más ganadora de toda la historia del baloncesto de Estados Unidos (uno arriba que los Bulls de Chicago), solo por detrás de los 17 campeonatos de los Lakers de Los Ángeles y de los Celtics. Y, como no podía ser de otra manera, Curry ganó a Jugador Más Valioso de las finales.
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