Imagínese ir al hospital porque se siente mal y, de golpe, le digan que tiene una enfermedad mortal incurable, que le dan tres años de vida, que arregle sus cosas… para irse de este mundo en paz. Así le tocó a Laura Ibáñez, una salvadoreña que sintió derrumbarse con esa terrible noticia cuando las palabras “fibrosis quística” no significaban nada antes de haberlas escuchado por primera vez.
Tenía 33 años entonces. Administradora de empresas exitosa que había trabajado en México, Nicaragua y Colombia, fue en el país cafetero que un día se sintió mal. Acotumbrada a problemas respiratorios por un diagnóstico de asma desde pequeña, fue a chequearse.
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Casi seis años después, todavía puede contar su historia, y decidió narrarla para darle esperanza a más personas con una situación similar, con enfermedades incurables…
El golpe
Laura ahora es una corredora sonriente que intenta mantener sus pulmones lo mejor que puede. Está en forma, y cualquiera que la ve no podría sospechar que tiene una enfermedad incurable, una por la que apenas hay 5 adultos diagnosticados en el país, pues la gran mayoría no pasa de niño, muere.
Esa sonrisa permanente en su rostro se volvió en una mueca, y luego en llanto cuando asimilaba las palabras “fibrosis quística”. “El tema de la respiración fue algo normal con lo que crecí, era asmática. Pero esa ocasión fue diferente. Fui al hospital, y ahí me dicen”, cuenta.
Recuerda escuchar las palabras “una enfermedad pulmonar degenerativa que hoy por hoy no tiene cura, y lo que sucede es que los pulmones al final generan una inflamación y el tejido de los pulmones se va deteriorando”. “Mis pulmones parecen de fumador. Y poco a poco esta enfermedad degenerativa hace que a uno se le dificulte muchísimo más la opción de respirar libremente”, explica.
“El médico me dijo que por las condiciones en las que estaban ya mis pulmones la expectativa de vida que me daba era que no superaba los tres años, y pues que pusiera mis cosas en orden, que eso era lo que se venía”, así de simple, así de fuerte.
Lloró, se puso triste, se deprimió, cuestionó todo, por qué el mundo es injusto, y ahí, al tocar fondo, vio la encrucijada: “yo me pude echar a morir, acostarme y esperar a que pasara lo que tenía que pasar. O buscar una solución. Si bien es cierto no iba a ser una solución clínica pero una solución para saber sobrellevar mi enfermedad”.
Decidió no rendirse, pese al miedo, a la depresión, a la soledad de sentirse injustamente afectada. Buscó y buscó respuestas, hasta que dio con un especialista en fibrosis quística.
El cambio
Hasta entonces, a Laura jamás se le había ocurrido ser runner (corredora) o hacer senderismo y montañismo. “Me dijo que la solución era el deporte, que tenía que buscar deportes que le exigieran a mis pulmones poder expandirse, que les exigiera poder procesar el aire, y con mayor esfuerzo de lo usual, pues obviamente, al no funcionar correctamente, era lo que se necesitaba. Y que el principal deporte para eso era el running, nunca dejar de correr, así me duelan las rodillas, me duelan los pulmones, los tobillos, no importa. ‘Tome colágeno y va a seguir corriendo por siempre’, sostuvo el galeno.
“Y la otra es hacer senderismo, pues entre más alto el volcán, la montaña, pues más puro es el aire y entonces, es un ejercicio de alto impacto pero lento”.
El deporte
En el deporte comenzó no hace muchos meses, pero se lo ha tomado en serio, pues ayuda a sus pulmones. “Corro muchos trails porque son carreras entre montañas, entonces, tengo el beneficio de ambas”, explicó Laura.
“Básicamente fue así como incurcioné en este deporte, después de varios años de analizar qué voy a hacer, voy a seguir así, y pues ya tengo un año en esto (running)”, explica. “Fue complicado tomar la decisión, porque uno corre con el prejuicio de asmático, que si corro me voy a ahogar, es que no voy a poder, es que me van a doler los pulmones, me voy a marear. Y así es, de hecho, me mareo, me duelen los pulmones, pero no pasa nada, no me voy a ahogar porque ya no soy asmática”.
Ahora Laura explica al mundo que la fibrosis quistica, al ser una enfermedad tan poco conocida, es muchas veces confundida con el asma, y “a nosotros nos han tratado con inhaladores, con nebulizaciones, con oxígeno, y al final no es esa la solución. Solución como tal no hay, pero en definitiva no son esas”.
Hizo a un lado el prejucio de salud, y luego se enfrentó al otro, cómo sería la aceptación en su círculo social, laboral, en “una realidad en la que es muy difícil que no te digan pobrecita, no puede, se va a morir, y que entiendan que no es así, que no nos vamos a morir, o por lo menos no ya, a pesar de que es una enfermedad con una altísima tasa de mortalidad infantil. Así que me dije o me autovictimizo, o busco cómo salir adelante y ayudar a otros”.
El propósito
Fue precisamente en el ayudar a otros a donde encontró la respuesta más fundamental, más profunda, más llena de amor y más satisfactoria para lo que vive día a día.
Laura decidió correr desde hace un año, pero también dar a conocer la enfermedad. Ahora, “trabajo con grandes marcas que apoyan mi causa, que donan a los niños para que puedan tener una mejor calidad de vida y, ojalá, logren llegar a adultos; sino, darles la mejor calidad posible, que sufran lo menos posible.
“Así que decidí levantar la cabeza, dar a conocer mi historia para ayudar a los demás, para ayudarles a superarse, para poder enseñarles que, ante ningún obstáculo que uno se encuentre en el camino no se puede dejar de tener fe”, dice esta administradora de empresas.
Hoy, cerca de cumplir los 40 años, cuando el deporte le ha abierto los ojos para ver y vivir una vida diferente, con disciplina, y con un reto constante, mental, de terminar las enormes distancias (corre hasta 21 kilómetros y se está preparando para la maratón completa), de poder entender “qué tan fuerte es uno… y ayudar”. Como recientemente, cuando logró tercer lugar en la Carrera del Arrecife, en Roatán, con lo que obtuvo fondos para la Fundación de Fibrosis Quística del Hospital de Niños Benjamín Bloom.