La temporada 2024 de Shohei Ohtani no es solo otro capítulo en una carrera ya legendaria, es un momento que redefine el deporte. En una era en la que el béisbol ha visto una amplia gama de talentos, ningún jugador en la
memoria reciente ha logrado acercarse a lo que Ohtani ha conseguido este año. No solo se ha convertido en el primer miembro del prestigioso "club 50/50", con 50 jonrones y 50 bases robadas, sino que su dominio absoluto en cada categoría ofensiva lo ha colocado en una liga propia.
Lo que más resalta de la temporada de Ohtani no son solo los números, aunque por sí mismos son impresionantes. Es el paquete completo que presenta como jugador. Sus números elevados en casi cada métrica ofensiva: jonrones, robos, hits, dobles y bases totales, pintan el retrato de un jugador que, a pesar de ser ya una élite del deporte, de alguna manera ha logrado llevar su juego a nuevas alturas. Este año, Ohtani no solo ha sido el mejor jugador en béisbol, ha sido históricamente bueno, reescribiendo los libros de récords y dejando a los analistas sin comparaciones posibles.
Se podría argumentar que lo que Ohtani ha logrado este año trasciende el propio juego y la lógica. Los jugadores que batean con su poder y precisión no suelen estar también entre los más rápidos y eficientes ladrones de
bases. No se supone que puedan dominar tanto el cajón de bateo como las bases con tanta facilidad. Pero eso es exactamente lo que ha hecho Ohtani, convirtiéndose en una combinación letal de poder y velocidad que el juego
no había visto antes.
Incluso después de someterse a una operación de codo que terminó su temporada como lanzador, el regreso de Ohtani como bateador puro en 2024 lo ha hecho aún más peligroso. Su jonrón número 50 fue un hito simbólico, un logro culminante que encapsula su ascenso meteórico esta temporada. Pero es la profundidad detrás de esos números lo que verdaderamente cuenta la historia. El promedio de bateo de Ohtani de .305, combinado con un porcentaje de slugging como primer bateador que rompe récords, lo ha convertido en el bateador más temido en cualquier alineación. A esto se suma su refinamiento en métricas avanzadas: mayor velocidad de salida de la pelota con el bate, tasa de bateo fuerte y una reducción en el porcentaje de ponches, y estamos presenciando no solo a un gran jugador, sino a uno
mucho más completo y evolucionado.
Donde antes deslumbraba con el espectáculo de su talento como jugador de dos vías, bateador y lanzador, ahora Ohtani se ha convertido en un maestro de cada aspecto ofensivo del juego. Su transformación en las bases este año
es tan notable como su poder. No solo está robando bases, las está robando con un porcentaje de efectividad nunca antes visto del 93.3%, un testimonio de su inteligencia y adaptabilidad. Este es un jugador que ha aprendido las
sutilezas del juego a un ritmo casi imposible.
Cuando pensamos en esta temporada, no se trata solo de los logros individuales, aunque su inminente tercer premio MVP parece casi una formalidad, es el impacto más amplio en cómo se entiende el deporte. Los récords que Ohtani está rompiendo, las estadísticas que está acumulando, están obligando al mundo del béisbol a reconsiderar lo que es posible en el campo de juego. Su producción ofensiva, especialmente como bateador designado, eclipsa la de cualquier jugador que hayamos visto en la memoria reciente, colocándolo en un nivel que incluso leyendas como David Ortiz y Edgar Martínez nunca alcanzaron.
La pregunta ahora no es si Shohei Ohtani es el mejor jugador del juego. La pregunta es si es el mejor jugador que el juego haya visto en la historia. Mientras se avecina la postemporada y Ohtani se prepara para agregar más
logros a su histórica temporada 2024, lo único que queda es sentarse y apreciar que estamos viendo algo que quizás nunca volvamos a ver. Shohei Ohtani no solo ha demostrado su grandeza, la ha redefinido. El béisbol nunca volverá a ser el mismo, y eso es gracias a él.