No hay día, partido o competencia de alguna selección nacional sin algún foco de conflicto. Esa parece ser la insana costumbre a la que se ha plegado el fútbol salvadoreño. El desarrollo previo de la sub-20 rumbo al premundial de Honduras no fue la excepción.
Aunque esta vez, y esto si es novedad, acompañada con una actuación sólida y contundente como pocas veces se ha visto. Un dominio total ante una débil Guatemala, para un debut ideal en el torneo, que despierta las ilusiones de una afición acostumbrada a los reveses.
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Aquí no hay inocentes. Categorías en las que no se acostumbra a pagar premios en el mapa mundial del fútbol fue el detonante. Trato poco profesional denunciaron los jugadores. La respuesta dirigencial fue, otra vez, lamentable.
Una vez más, como cada vez que se acusa al Comité Ejecutivo, se salpica lodo para todos lados. Esta vez también acusando a los seleccionados mayores de haberse embriagado antes del partido contra México. Sin dar nombres y ante la falta de repreguntas, todo queda en la nebulosa.
Y enseguida surgen los interrogantes ¿Por qué no se informó oficialmente antes de este hecho gravísimo? ¿Por qué no se sancionaron a los jugadores? ¿Por qué hacerlo público varios meses después? Tanto sinsentido junto como el lugar de víctimas que quieren ocupar dirigentes que ya han demostrado, y de sobra, su incapacidad.
Los conflictos no son nuevos pero sí llama la atención que se repiten una y otra vez. Con este Comité y con los anteriores. Tensiones absurdas y que lo único que hacen es minar las posibilidades salvadoreñas en las competencias. Que el fútbol devuelva, por una vez, una sonrisa.