Da pena ver las plateas vacías que están frente a las cámaras de TVen los estadios qataríes cada inicio de partido o del segundo tiempo.
Es el sector de los invitados a los palcos V.I.P.. (un sector que habría que erradicar de todos lados pero sobre todo de los estadios de fútbol), que seguramente se quedarán comiendo o tomando algo y verán el partido casi de reojo.
Dicho sea de paso, que contradicción tan grande que estén prohibidas las bebidas alcohólicas en Qatar pero en los estadios los ofrezcan en barra libre para la “gente muy importante”. Los hinchas comunes tienen prohibido beber alcohol mientras a su lado ven como beben a lo grande a la par de Infantino en unos sofás más propios de spa que de estadio de fútbol. De no creer.
En un contexto de calles y edificios vacíos se juega un mundial donde los aficionados a las selecciones ponen el color y calor. Cuesta también creer que en un mundo apasionado por el fútbol se haya elegido como sede a un país que no termina de sentir la pasión de este deporte. El abandono de los hinchas qataríes a su selección en el entretiempo del primer partido ya quedó registrado en la historia de FIFA
Adentro del campo de juego, como siempre, está lo mejor. Está el fútbol champagne francés con un jugador tan electrizante como efectivo. Equipo candidato al título y Mbappé candidato al MVP. Está el fútbol práctico y vertical de Inglaterra con un Bellingham imperial. Está el Brasil de Neymar, el jugador que más le han pegado en la historia de los mundiales. Y está la Argentina de Messi, el Messi más maradoneano del que tengamos recuerdo, concentrado y jugándose el físico como pocas veces en sus vida. Es el fútbol y sus contradicciones, en toda su dimensión.