Se los juro, no era una ilusión óptica ni un glitch en el calendario de la NBA. ¡Todos jugaron los 82 partidos! Sí, incluso Kyrie. Bueno, casi. Lo que por años sonaba como una leyenda urbana predicada por Adam Silver desde su trono en el Monte Olimpo de la NBA, se convirtió en realidad. Todos jugaron, todos compitieron, y el caos fue tan sabroso que no hay chef que lo mejore.
La última semana de la temporada fue un banquete de locura. Juegos que parecían de pretemporada terminaron siendo batallas épicas de vida o muerte... deportiva. En el último día, tuvimos a los Clippers y Warriors jugando en tiempo extra, como si no les bastara con tenernos al borde del asiento desde Navidad. Los Clippers, que por años han sido el hermanastro olvidado del otro lado del pasillo en Los Angeles, de repente parecen un equipo serio. 50 victorias sumaron, y con un James Harden sin romper el vestuario. Un verdadero milagro.
Y claro, cuando ya pensabas que nada te podía sorprender, llegan los Nuggets, sí, los campeones defensores, y deciden limpiar la casa despidiendo a su entrenador Michael Malone y al Gerente General Calvin Booth. ¿Justo antes de los playoffs? ¿Qué sigue? ¿Jokic cambiando de deporte? ¿Murray a la WWE?
Los Grizzlies no quisieron quedarse atrás y también despidieron a su técnico. Es como si todos dijeran: "Ya que estamos todos locos, ¿por qué no?". Y mientras tanto, equipos como los Pacers y los Bucks, que nadie veía venir, están ahí, respirándote en la nuca, como ese compañero de trabajo que nunca habla pero el día que hay pizza gratis es el primero en la fila.
Y qué decir de los Lakers. Esta temporada han sido como una telenovela mexicana, muchos personajes, tres etapas distintas, drama, giros de guion y, por supuesto, LeBron. Aun así, siguen vivos. Y ahora, con un JJ Redick que parece más estratega de ajedrez que exjugador de NBA, el equipo tiene cara de "te metemos 110 y te dejamos en 98".
Pero volvamos a lo que importa.. ¡82 partidos! Cada noche parecía el final de "Game of Thrones", con sorpresas, traiciones y una lucha por el trono que nadie tenía clara. Las posiciones se movían más que el Bitcoin, y si parpadeabas, te perdías. Un día eras segundo en la conferencia y al otro estabas rezando para entrar al torneo de repechaje.
¿Y ahora qué? Pues ahora viene la hora de la verdad. Ese momento donde el cansancio se convierte en épica, donde los jugadores se creen estrellas y donde los entrenadores deciden si usan la libreta o la fe. Porque si sobreviviste a esta montaña rusa llamada temporada regular, bienvenido al parque de diversiones que son los Playoffs.
Oklahoma City y Cleveland llegaron a lo más alto sin hacer mucho ruido, como el alumno que siempre entrega la tarea pero no se mete en líos. ¿Tienen cara de campeones? No sé. Pero después de esta temporada, cualquier cosa puede pasar. Hasta los Kings de Sacramento podrían ganar algo… ¿no? OK, no.
Así que prepárense. Descansen, si es que pueden. Coman bien, hidrátense, y pongan el café a hervir, porque esto apenas comienza, porque si la NBA nos enseñó algo este año, es que no hay nada más impredecible que una liga en la que todos juegan... los 82 partidos.