El tema de los impagos a los jugadores en el fútbol "profesional" de El Salvador no es nuevo, ni siquiera es de este siglo. Ha sido así toda la vida, pueden confirmarlo figuras del balompié de antaño, si hasta a los seleccionados mundialistas les quedaron debiendo...
La parte educativa sin duda juega un papel fundamental no solamente para interponer las demandas y seguir los procesos debidos. Los jugadores desconocen sus derechos y los pasos a dar, pero tampoco se asocian ni intentan encontrar las maneras de involucrarse para poder cambiar las cosas.
Confían en las promesas de las directivas y luego, cuando el hambre aprieta y los bolsillos están vacíos, se llevan otro golpe peor: son amenazados, son separados de los equipos, sus papeles retenidos y engañados para seguir jugando bajo el pretexto de que si el equipo mejora, si va a la final, el dinero entrante servirá para pagar sus deudas y hasta para premio. Así que siguen en el mismo círculo.
Cuando eso no se da (la mayoría abrumadora de las ocasiones), cansados de la situación, buscan su salida y media vez tienen una oferta de algún otro equipo (algunos, muchos se quedan sin jugar o condenados a seguir en el mismo cuadro), reciben su carta de libertad a cambio de condonar la deuda bajo engaños de nuevo. La parte que no cumplió con el contrato es la directiva del equipo, bajo un proceso legal los jugadores pueden rescindir su contrato e irse a cualquier equipo, pero eso no exime al cuadro en el que estaba de la deuda. No se informan, son engañados.
Pero detrás hay otro problema. Muchas veces los jugadores no demandan ni quieren informarse ni hacer nada porque temen lo que siempre ha pasado, que aunque demanden, no hay mecanismos reales que garanticen en todos los casos que se les pagará en la legislación de la FESFUT. La mayor condena, y sino miremos casos como el del Atlético Balboa, o el de Chalatenango (en el que le quedaron debiendo a muchísimos jugadores), es que los directivos son condenados a pagar las deudas, so pena de no poder volver a involucrarse en el fútbol federado. Simplemente se retiran, pero no pagan, no hay ningún mecanismo que realmente pueda garantizar el pago total de deudas.
¿Esto significa que demandar no sirve? Mentira. Sí sirve en muchos casos. Pero el problema no termina ahí. Es más profundo. Hay una necesidad urgente en FESFUT por encontrar las soluciones a ese problema, pero también en los jugadores, y hasta en los mismos equipos. Si a los que más les conviene tener cuadros con finanzas sanas son a las mismas directivas y a los jugadores. La falta de educación o conocimiento no pasa sólo por el desconocer sus derechos de parte de los protagonistas en las canchas, sino de las directivas en materias de finanzas. Planean y contratan jugadores a diestra y siniestra sin un balance real de ingresos y egresos, y luego le quedan debiendo hasta al que vende en las taquillas y al que ordena el parqueo en los estadios. Mientras no se preparen para manejar a los equipos como empresas, o mientras no se rodeen de gente preparada, los Jocoro, Balboa, Chalatenango, están condenados a repetir el círculo de pobreza del fútbol nacional y a desaparecer para luego volver con otro nombre. "¿Si en equipos grandes se meten en líos de pagos, cómo no les puede ocurrir a los chicos?", se escucha como argumento de los mediocres.
¿Cuándo directivas, jugadores, cabezas en FESFUT tomarán en serio el tema para profesionalizar el deporte rey en el país y para comenzar a dar los primeros pasos para sacarlos del amateurismo? Porque de profesional el fútbol tiene muy poco en el país, y los casos reales son excepciones.
Como decían en El Chapulín Colorado, ¿y ahora quién podrá salvarnos? Sólo los mimos futbolistas, los mismos directivos, y los mismos que están en FESFUT, cuando pongan manos a la obra de manera real, constante, decidida.
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