La mesa está servida y la gloria Mundial está a solo dos partidos para cualquiera de estas selecciones. Han llegado las mejores -a excepción de Brasil- pero solo hay lugar para cuatro. Francia aparece en el primer escalón del pelotón -inclusive desde antes del Mundial- y ha sido un exponente de la composición más buscada en este juego: belleza y efectividad.
Claro, para llegar a su segunda final consecutiva, primero deberá ganarle a la combativa y revolucionaria Marruecos, que marcará un antes y un después con su Mundial y ha venido de dejar en el camino a los europeos que siempre han partido ante ellos con el rótulo de súperfavoritos: Croacia, Bélgica, España, Portugal…
OPINIÓN: #Qatarsis || ¡Qué lejos, Concacaf!
¿Cómo no se le van a animar a Francia? Y por si fuera poco, con un condimento extradeportivo que enciende aún más las pasiones marroquíes y árabes.
El otro duelo es de pronóstico incierto. Una Argentina en estado de ebullición deberá lidiar contra otro rival que quizás lo esperará agazapado como le ha tocado con todos en este torneo. La presencia de Messidona (un Messi cada vez más parecido a Maradona) le carga combustible a un pasional equipo que se peleó con todos en el juego ante Países Bajos.
Sin buenos ni malos, el partido más tensionante del Mundial se definió a puro escándalo con los neerlandeses provocando y saltando el reglamento en cada penal argentino y a los albicelestes respondiendo con la celebración del triunfo en sus caras. Croacia, la inoxidable y rocosa subcampeona del mundo, pondrá en juego su receta de cómo en pocos años se ha transformado de sorpresa a protagonista excluyentes de los Mundiales.
Mucho tiene que ver un tal Luka Modric, emblema y figura de una selección temible y con una mentalidad extra. Hora de juegos decisivos. Hora de fútbol en su máxima expresión. Hora de disfrutar.