Se acumulan las décadas desde que el periodismo señala la falta de visión y planificación estratégica para desarrollar un proyecto a largo plazo que permita desarrollar acciones concretas para rescatar al fútbol.
Pasaron más de 40 años y los problemas que se enfrentaban en 1970, cuando se fue al Mundial, siguen. También estaban en 1982, y no ha habido un cambio de timón que permita una revolución real, tangible, en la estructuración del fútbol.
Pero, ¿por qué es importante no sólo señalarlo sino investigar qué se necesita para que se pueda plasmar en la realidad?
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Una de las cuestiones básicas en planificación estratégica y cambios sustanciales tiene que ver con la fuerza de la institución, entendiendo que esta no es más que las personas que la conforman, pero con la clave de que existan procesos para darle continuidad al trabajo. En otras palabras, se trata de tener gente capaz en el poder, pero que no sea imprescindible, que cuando no esté, o se tengan que ir, no se desmorone todo, y que tampoco se embriague de ese poder y se vuelva intocable.
Eso solo es posible cuando el plan global es más importante que las personas en sí. Lo otro: ese plan debe contemplar una visión a largo plazo, y dirimir las ideas de cómo hacerlo viable, de tal manera que se le pueda dar continuidad al objetivo común final sin importar quién llegue al poder. Para ello, se crean los pesos y contrapesos, que se pueda fiscalizar, remover a los que no funcionan, a los que ocultan información, manipulan por intereses propios o no cumplen los objetivos. El poder debe estar repartido, y la ley (estatutos), facultar para que no ocurra lo que ha venido sucediendo, que unos pocos toman las decisiones sin importar si están equivocados.
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