Nunca una suspensión de las actividades será una buena noticia para el deporte. Nunca una suspensión de FIFA será una buena noticia para el fútbol salvadoreño. La gran incógnita que recorre hoy al fútbol nacional es qué postura tomará la entidad madre del fútbol mundial con los sucesos acaecidos. El más oscuro de los escenarios apunta a una suspensión. En ese caso, sería peor el remedio que la enfermedad.
En el medio, un fin de semana desquiciado, donde jugadores, técnicos, dirigentes, árbitros y aficionados, no sabían si sus equipos jugaban o no hasta un par de horas previas al partido. Surrealista. Sucedió el sábado; volvió a ocurrir el domingo.
Fue la crónica de un fin de semana de un fútbol desquiciado: a equipos que habían programado entrenos porque les dijeron que no jugaban, los hicieron jugar. A equipos que los hicieron recorrer decenas de kilómetros porque les dijeron que jugaban, no los hicieron jugar.
Los cruces de versiones, los rumores, las acusaciones cruzadas, fueron la constante. “Me voy, me quedo, se juega, no se juega, viajamos, ya no…”. Todo un embrollo donde nadie sabía bien qué hacer ante un aluvión de comunicados -de un lado y del otro- y que terminó resumido en una enorme falta de respeto para todos los actores del fútbol y, sobre todo, para la afición.
La incapacidad dirigencial para llegar a un acuerdo y no llevar el tira y encoge hasta las últimas consecuencias, con dirigentes que buscan el “poder” del sillón del tercer piso de la Colonia Escalón mucho más que el bien del fútbol nacional. Nada nuevo.
Sábado y domingo deberían quedar como una lección, triste pero real, de todo lo que no hay que hacer en el manejo del fútbol.