La final del fútbol de Primera División, este sábado, será en el estadio Mágico González, a donde se ha contemplado un aforo para 22 mil personas. Probablemente le cabe un poco más al recinto, pero no es a reventar que hay que llenarlo, sobre todo por medidas de seguridad. Bien ahí.
No habrá venta de bebidas embriagantes, ni otros atenuantes de otra finales estarán presentes. No se enfrentarán dos barras que se odian tampoco.
Quierase o no, el régimen de excepción le hace pensar a todos dos veces antes de portarse mal.
Sin embargo, las autoridades, los equipos más, deben de planear bien con la policía el sistema de seguridad, y no esperar a que la gente no cometa imprudencias, como empujarse por entrar a un partido, eso le costó la vida a muchos aliancistas nada menos que en mayo de 2023.
Se tomarán medidas, se dijo, y pocas, muy pocas ocurrieron más allá de que Alianza jugó en Sonsonate un tiempo.
La responsabilidad, si bien es compartida incluso por los aficionados, comienza con el orden que se establece en los escenarios y el dispositivo de seguridad.
De milagro en Metapán no hubo alguna tragedia o problemas graves el pasado sábado cuando se clasificó FAS a la final. La gente se comportó, pero en el sector más caro del estadio no cabía un alma y no solo en las gradas, sino en la zona de tránsito. Cientos de aficionados estaban parados apostados sobre la malla ciclón que divide a la afición de la grama del estadio.
Si algo ocurría, como alguna agresión, por ejemplo, (cabe recordar que había aficionados de Metapán y FAS juntos en ese sector (ojo, no en la entrada popular, ahí dejaron espacio en el sector de FAS, y estaban los policías dividiendo), era virtualmente imposible que la policía se movilizara rápido para frenar algo, pues no se podía caminar, mucho menos correr a detener algo. La única vía hubiese sido utilizar gas lacrimógeno, quizás, o algo más fuerte aún, lo que hubiese desatado más caos seguramente.
Desconozco si se sobrevendió, no quiero creer eso; creo más bien que ni siquiera hay seguridad de cuánta gente cabe, y se rebalsó ese sector. Afuera, del otro lado, hubo aficionados de FAS que no pudieron entrar, ahí sí se previó que se debía dejar algún espacio.
Afortunadamente no ocurrió nada, pero un gol anulado, un penal de última hora, y estoy seguro que los ánimos se hubiesen caldeado. Ojalá las autoridades del fútbol y generales entiendan que deben pensar que puede ocurrir lo peor para establecer las medidas adecuadas, y no esperar a que el aficionado simplemente se comporte. En masa, el ser humano es otro, está comprobado en todos lados, no sólo en El Salvador.
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