Ayer había comprado mi boleto en línea con el de unos amigos para el partido de vuelta de Alianza contra Club Deportivo FAS. Llegar al estadio Cuscatlán costó un poco por el tráfico, pero logré llegar a las 7:15 de la noche, aproximadamente. Nos dirigimos al lado de Sol Preferente Sur, donde estaba designada para la barra del cuadro santaneco, cuando nos topamos con la sopresa que habían muchas personas esperando para entrar al recinto.
“¿Esta es fila para boletos físicos o QR?”, pregunté, pero me respondieron que no sabían nada. Que ahí había personas con ambos tipos de boletos. Al llegar cerca de la puerta de la entrada de la localidad se había formado un “nudo de botella” en donde todos estábamos aglomerados.
La fila no avanzaba y la gente empezaba a desesperarse. A modo de broma estábamos diciendo que faltaba el aire, todos estábamos sudados y con la intención de entrar nos acercabamos más, pero en eso nos aglutinamos más. A todo esto, no había ningún agente de seguridad o policía fuera de la localidad para salvaguardar la integridad de los presentes. Todo era confusión entre nosotros.
Mensajes de dolor de jugadores por tragedia del Cuscatlán
Empezó el partido y uno de los presentes puso el en vivo del encuentro y ahí trabamos de seguir las acciones, pero cuando estuvimos a punto de entrar empezaron a querer cerrar definitivamente las puertas de Sol Preferente Sur. Todos empezábamos a protestar que no era justo, que había muchas personas afuera con boleto en mano ya pagado esperando para entrar.
Los que estaban cerca empujaban una de las puertas pequeñas que habían habilitado para entrar ya que querían cerrarla completamente. Entre los presentes comentaban que desde las 7 de la noche la policía había cerrado el acceso a la localidad y que era injusto por que habían pagado su boleto.
Con un poco de forcejeo la fila empezó a avanzar, todos apretados avanzabamos. Antes que yo pasara voltee para atrás y vi a dos padres de familia con sus hijos y grité que dejaramos pasar a los niños, porque los llevaban cargados. Al pasar las familias logré entrar con mis amigos y recuerdo que un policía era el que estaba agarrando la puerta.
Yo no sabía nada de lo que estaba pasando. A mi no me revisaron como suelen hacerlo para este tipo de partidos. “Dale, pasá, pasá”, me dijo un policía. Aturdido por la situación logré entrar y en eso perdí de vista a mis amigos, los cánticos estaban a todo volumen y vi la pantalla del marcador: Marcaba el minuto 20 con empate a 0, pero al ver la cancha solo veía que todos los jugadores estaban calentando y que había pasado algo en la zona de la barra del Alianza.
En nuestro sector no cabíamos. Algunos se pasaban al lado de sombra porque no había espacio suficiente para sol preferente sur ya que había gente entrando al lugar. Al inicio no comprendía la situación y al haber un lleno espectacular, no caía nada de señal de internet en el móvil. De repente me cayó un mensaje de un grupo de amigos que miraron todo por la televisión: “Van a suspender el partido”.
Pregunté qué pasaba, pero el mensaje no era enviado. No comprendía la situación o la gravedad de la misma cuando. “Hay unos cuantos desmayados”, cayó otro mensaje del mismo grupo. Ahí fue cuando hablé con un amigo que estaba en su casa y fue él quien me explicó la situación hasta ese momento.
“Mira, lo van a suspender. Dicen que hay cuatro muertos y al parecer un portón cayó por el lado de Alianza”, me explicaba. “Andate, lo van a suspender y dicen tal vez se va a jugar mañana a puerta cerrada”, añadió. Pasaban los minutos y no comprendíamos la gravedad de la situación en la barra.
El murmuro y desconcierto estaba en el ambiente, los jugadores de ambos equipos socorriendo a las personas que estaban en el campo, los socorristas haciendo lo que podían en ese momento. Un aficionado albo se acercó al lado de nuestra barra y nosotros le aplaudimos en forma de apoyo y solidaridad. En esos momentos era más la humanidad y los colores se dejaron a un lado.
En todo eso, al menos yo, no miraba agentes de la policía en el campo auxiliando a las personas, el audio del Estadio Cuscatlán no se comprendía lo que decían. Abrieron “oficialmente” el lado de sombra, pero ya era para evacuar. Busqué a mis amigos, porque en la entrada nos habíamos separado y cuando nos encontramos esperamos un momento para que la zona se desahogara de gente.
Al salir, como barra de FAS expresamos nuestra solidaridad con los albos. Por desgracia, algo así nos unió. No deteníamos a consolar o brindar palabras de apoyo a algunos que se miraban sobrepasados por lo sucedido, pero al momento de nuestra salida las ambulancias iban llegando. Nosotros dábamos el paso a las ambulancias, les ayudamos a los conductores a dar la vuelta y que todo sea con la mayor rapidez posible.
Al salir completamente del estadio nos encontramos a alguien que era de nuestra colonia: “Man, mi amiga le destrozaron la pierna. Me duele. Es mi amiga”, nos relataba llorando. Lo consolamos, él se expresó diciendo que fue abuso de autoridad, que no les importaba el aficionado. Él decidió quedarse, nosotros le ofrecimos “ride” a la colonia, pero se mantuvo cerca del estadio. Nosotros hasta que ibamos en el carro teníamos un mayor panorama de lo sucedido. Nos pudo pasar a nosotros también. Fue una mala organización la que provocó todo esto.