Águila es el mejor equipo del campeonato. Claro que falta un partido -el más importante- para poder gritarlo con todas las letras y con el trofeo de campeón en sus manos. Pero el recorrido hasta la final del sábado ha sido intachable: el equipo más sólido, el de los mejores jugadores, el de los extranjeros rendidores, el 1 indiscutido de la fase regular y merecido finalistas.
Águila cuando se dedica a jugar es cosas seria. Lo demostró en el estadio Cuscatlán en la ida. Ayer, en el Barraza, el indigno campo de juego para una Primera División no permitió ni jugadas asociadas ni balones a ras de piso. Un espanto de grama. Águila cuando tuvo que meter, metió. Y no se amilanó ni con uno menos, cuando el Alianza parecía dar vuelta la historia y la remontada alba estaba más cerca que un gol aguilucho. Un centro perfecto de Espinoza fue conectado en lo alto de manera magistral por el goleador del campeonato y el colombiano Salazar, el gran acierto de los refuerzos extranjeros, celebró su doblete con el público para darle al Águila otra final.
Atrás, definitivamente, quedaron los malhumores de las gradas, las idas y vueltas con el entrenador y cierto malestar entre aficionados y jugadores. Tiene todo para ser campeón…
Águila voló a la final a costa de Alianza
Pero enfrente está Jocoro, el que nunca nadie tiene en cuenta al iniciar un torneo pero que a base de buenas elecciones de jugadores y entrenadores se ha ganado su lugar en la final en dos torneos consecutivos (teniendo en cuenta la suspensión del Clausura 2023). Allá van los fogoneros, en silencio, con trabajo y contundencia, buscando bajar de la nube al gran candidato de todos. Final caliente a la vista. No podía ser de otra manera con dos protagonistas del Oriente.