Lo que un día fue un sueño... se terminó. La noche de este sábado, Santa Tecla vivió una pesadilla de la que despertó, pero era la realidad: descendió a Segunda División. Tal y como el preámbulo de una noche triste la vivió el plantel el jueves, en el estadio Cuscatlán ante CD Águila, la del sábado fue la despedida.
Un adiós a la categoría de privilegio para los periquitos, que entre lágrimas vieron cómo no pudieron salvar al equipo y ahora pierden su puesto en la Liga Mayor (LMF). Jugadores con rostros de decepción, otros con lágrimas, abrazos de consuelo, sentados en la gramilla del estadio Sergio Torres de Usulután, los intentos de consuelo de sus rivales taurinos. Fueron las escenas de la despedida que se vino armando todo el torneo y ya no hubo salvación.
Todo un partido luchado ante L.Á. Firpo, pero eso no bastó con solo 90’, si no que se acumuló en el torneo. Y el Clausura 2024 puso así el punto final a la historia de 12 años que se volvieron grandeza para los colineros. Tecla, que subió a Primera y fue el benjamín para el Apertura 2012, pasó así todas estas temporadas entre la dulce miel, pero también entre el desencanto de esta despedida que nadie quería.
Su afición así lo lamentó. Los pocos y fieles tecleños que lograron ir al campo usuluteco sufrieron en la grada. Sin embargo, esa consigna de estar hasta el último segundo de aliento con el equipo se cumplió. Y murieron en Primera con su apoyo a Santa Tecla. Un sinsabor de que, quizás, se pudo hacer más, pero seguirán adelante en cualquier destino con el equipo, en buenas y malas.
Esos momentos, que duraron nueve temporadas, vieron a los tecleños alzarse con cuatro títulos de Primera, y le permitieron años de buen fútbol y gloria, con jugadores como la figura y con quien brillaron como Sebastián “Loco” Abreu. El uruguayo contribuyó a levantar la segunda copa de campeón del equipo (Apertura 2016).
Por eso, la noche de sábado fue un sentimiento a flor de piel para el actual grupo que perdió de pie. Muchos crecieron en las juveniles; luego, fueron reservistas; y, ahora, terminaron en el mayor. Fue así un adiós sentido. Hasta las lágrimas del alma tecleña, en una noche de descenso.