Por vez primera, el Barcelona acude a una cita con el PSG sin la vitola de favorito, encomendado a la generación Z, liderada por el central Pau Cubarsí y el delantero Lamine Yamal, menores de edad, que desafían la fortaleza de entramado formado por Luis Enrique y liderado por Kylian Mbappé.
El ‘baby Barça’ persigue licenciarse en el Parque de los Príncipes, dar carta de naturaleza a un proyecto que descarriló, pero que ha encontrado de nuevo un hilo conductor en los últimos partidos, lo que le permite soñar con encarar a un gigante de Europa que también está encontrando su mejor versión.
Madrid y City, y Arsenal ante Bayern, lo dejaron todo a la vuelta en Champions
Ese renacer, en el que tiene mucho que ver la eclosión de Cubarsí, el chaval de 17 años con el que el equipo ha recobrado el equilibrio defensivo que el año pasado condujo al Barça al título, nutre las esperanzas que hace unas semanas habrían sido minúsculas y ahora son sólidas.
El duelo contra un ex, como lo es Luis Enrique, servirá para conocer exactamente el nivel del equipo y catalogar la amplitud del resurgir.
La defensa tendrá que lidiar contra uno de los delanteros más peligrosos del mundo, un Mbappé que vive sus últimos meses en el club y quiere capitalizarlos al máximo para dejar en las vitrinas el sueño europeo que alberga desde 2012.
Si el atacante de 25 años aparece como el estilete del equipo, Luis Enrique ha sabido dotar de madurez al proyecto, alejarlo de las turbulencias propias de un club habituado a vivir en una montaña rusa y pendiente de Europa, su único horizonte válido.
En tanto, titubeante como visitante, el Atlético de Madrid enfoca a la fortaleza en su campo, el fervor de su afición y al partido de ida en el Cívitas Metropolitano, tan crucial como repleto de presión para el conjunto rojiblanco, en los cuartos de final de la Champions contra el Borussia Dortmund, tan irregular e imprevisible como él en este curso.
No hay favorito visible. En la apariencia grisácea de ambos equipos en varios tramos esta temporada, pero también entre sus brillantes y puntuales momentos, sin que ninguno de los dos tenga asegurado su objetivo primordial.