Tradicionalmente en nuestro medio intelectual, el fútbol ha sido visto a título secundario, como que si un pelotazo fuera a destruir los ordenados anaqueles donde se guardan con tanto esmero los clásicos literarios. En ese ámbito parece ser de buen gusto presumir de ignorancia en cuestiones futbolísticas y para minimizar al popular deporte se le ha calificado como distractor capitalista u ocupación de iletrados en un ámbito que ha sido exclusivo para hombres.
Lo cierto es que entre ese mundo y el fútbol parece existir una relación frustrada desde los orígenes, como que en las relaciones prematrimoniales no hubo química. Pero eso es por acá ya que en otras latitudes, más allá de las crónicas y reportajes de los medios deportivos, destacados hombres de letras le han dedicado páginas inolvidables.
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Lo ven como un rito ceremonial cuya fuerza secular tiene el influjo cautivador de las causas universales y, como tal puede ser un factor glorificador de talentos iletrados, domadores del balón en muchos casos carentes de escolaridad, pero que llevan a los aficionados elevadas dosis de alegrīa.
Por eso, cada esfuerzo que en la literatura del fútbol nacional, se hace por salir del área chica, debemos alentarlo pues ademăs del trabajo y sacrificio que implica nos ayuda a encontrar esa felicidad y animaciōn que provoca el popular deporte. Ahora debemos darle la bienvenida y celebrar el lanzamiento del libro Crónicas de un Soñador, escrito por mi querido amigo Oscar Benítez, una buena noticia entre otras no tan buenas.
Y he querido adentrarme en el mundo de sus sueños, sabiendo que como todos lo que amamos esta bella actividad, nos encontramos con una existencia emocional y consciente de que la pelota además de ser un juguete, un material didăctico, con sus vaivenes puede ser un caleidoscopio que puede brindarnos alegrías, emociones, desencantos, esperanzas, pero sobre todo, sueños.
El profesor Oscar Emigdio Benítez se inició como futbolista en el Once Berlinés de su Berlín natal y luego derivó en destacado entrenador, que llegó a dirigir a la Selección Nacional, una silla a la que pocos acceden y que puede ser de doble filo ya que en cualquier momento se puede pasar del elogio al vilipendio, de héroe a villano.
El sociólogo argentino Julio Malud en su libro SOCIOLOGÍA DEL FÚTBOL, expresa que “el fútbol casi siempre le permite al hombre perpetuar la idea de felicidad y naturaleza” y yo le agregarīa, la capacidad de soñar, pues el hombre, muchas veces atrapado en los armarios de su existencia lo ve como un escape a la felicidad, a la recuperación dominical de la infancia. Y eso señores, es soñar despierto.
Y si quisiéramos definir, calificar la obra del profesor Benítez dirīamos que es un técnico ecléctico, pues no es quien se encasilla en retóricas memorizadas, ni trabaja exclusivamente para sellar reflejos condicionados en sus jugadores, que en su caso son sus educandos.
Es un nexo entre ambas instancias, un mentor que hizo de la pelota un valioso auxiliar educativo, un formador de valores al mismo tiempo que con sus enseñanzas forjō e hizo realidad sueños e ilusiones de muchos de sus dirigidos.
Maestro por vocación, normalista invaluable e irrefutable, ha sabido desempeñar su trabajo tanto en la cancha como en el aula con verdadero estoicīsmo y entrega. Fue asī como se convirtió en técnico de grandes quilates en el Club Deportivo Águila y en el ínico salvadoreño en dirigir en el fūtbol hondureño con su gestión en el Real España y el Club Deportivo Motagua.
Oscar Benítez siente gran fascinaciōn por los entrenadores clásicos, esos que aparecen como referentes de un pasado, como Helenio Herrera, Stefan Kovács, Rinus Michels, pero tambiēn con los actuales, El fútbol es cultura porque responde siempre a una determinada forma de ser, los jugadores actúan como el pūblico lo exige, de tal manera que adquiere las características del lugar donde se desarrolla. Permítasenos pues que nos congratulemos con la llegada de esta obra para poderla disfrutar y nutrirnos con su enorme aporte a nuestro fútbol.