Este lunes se cumple justo un año desde que Julian Nagelsmann se sentara por primera vez en el banquillo de Alemania. Fue en un amistoso preparatorio para la Eurocopa ante Estados Unidos, en lo que era la puesta de largo de un entrenador al que se le había encomendado la misión de resucitar, de cara al torneo que los germanos iban a albergar, a un combinado que llevaba más de cinco años sumido en una incesante agonía. El propósito, aunque avanza por buen camino, aún sigue sin culminar.
El joven técnico, defenestrado pocos meses antes por el Bayern Múnich, y a cuya indemnización tuvo que renunciar para poder asumir las riendas de la tetracampeona del mundo, tomaba el relevo, como curiosamente hizo en el club bávaro, de Hansi Flick, el actual preparador del Barcelona, cuyo desempeño en la 'Mannschaft' había resultado desalentador.
Una eliminación en fase de grupos en el único torneo en que había participado, el Mundial de Catar, y una serie de indecorosas derrotas en los amistosos de preparación al campeonato continental, incluido un humillante 0-4 contra Japón en casa, precipitaron la sentencia de una tan breve como aciaga época que continuaba el nefasto final que tuvo la larga era de Joachim Löw.
Un inicio duro con medidas drásticas
Los inicios del extécnico del Bayern tampoco fueron fáciles. A la victoria inicial ante el país de las barras y las estrellas, le siguieron tres encuentros sin ganar. Con una selección sumida en contradicciones internas, sin un rumbo claro y una dinámica perdedora, Nagelsmann tomó decisiones drásticas.
Cerró el paso a varios jugadores que habían sido partícipes de los fracasos recientes, como Goretzka, Hofman, Brandt o el polémico Hummels; le dio protagonismo a los jóvenes valores como Jamal Musiala, Florian Wirtz o Aleksandar Pavlović, y aprovechó el gran momento de forma que vivía el Bayer Leverkusen de Xabi Alonso para enrolar para la causa alemana a algunos de sus puntales, como Jonathan Tah o Robert Andrich.
Pero fueron otras dos sus decisiones de mayor trascendencia, ambas con una controvertida acogida: en primer lugar, retiró definitivamente la capitanía a Manuel Neuer para otorgársela a Ilkay Gündogan; y en segundo, el regreso de Toni Kroos, ausente en el conjunto nacional desde la Eurocopa de 2021.
A partir de esos cambios, Nagelsmann configuró un conjunto que se basara en una defensa consistente, un centro del campo que polivalente para jugar tanto en horizontal como en vertical y una delantera dinámica y móvil para desconcertar a los adversarios, además del recurso del delantero centro puro -Niclas Füllkrug- para las situaciones de emergencia.
Ya con el centrocampista del Real Madrid de vuelta al mando de las operaciones en la medular germana, Alemania se impuso en sendos amistosos de prestigio a Francia y Países Bajos para ir recobrando el ánimo.
Una Eurocopa de más a menos
Con ese panorama se plantó la 'Mannschaft' en el campeonato en el que ejercían de anfitriones. A un esperanzador debut ante Escocia, saldado con un inapelable 5-1 en Múnich, le siguió una menos lucida victoria ante Hungría (2-0 en Stuttgart) y un empate sobre la bocina ante Suiza en Fráncfort (1-1).
Los octavos de final depararon un tan curioso como polémico emparejamiento ante Dinamarca, con una interrupción por el diluvio que caía sobre Dortmund y un cuestionable penalti señalado a favor de los alemanes, que les daba el pase al siempre decisivo cruce de cuartos ante España.
De nuevo en Stuttgart, un gol milagroso de Florian Wirtz, suplente aquel día, neutralizaba el tanto inicial de Dani Olmo y enviaba la resolución del choque a la prórroga. En el tiempo adicional los de Nagelsmann, por medio del propio Wirtz, dispusieron de ocasiones para rematar la remontada, incluido un disparo de Musiala que desvió con la mano el lateral español Marc Cucurella, cuyo gesto no fue castigado como penalti ni por el árbitro inglés Anthony Taylor ni por el VAR.
Dicha acción, que desataría una ola de indignación en toda Alemania y le valdría al carrilero del Chelsea un abucheo continuado de los hinchas teutones, daría paso al ya célebre cabezazo sobre el límite de Mikel Merino, el cual propulsaba al combinado de Luis de la Fuente en un torneo en el que se acabaría coronando campeón, y sepultaba las ilusiones de todo el país centroeuropeo de ver a los suyos alzar el título en Berlín.
El encuentro además se convertía en la despedida de cuatro iconos del fútbol germano. Toni Kroos, quien ya había anunciado su retirada como profesional al término de la competición, colgaba las botas; mientras que Manuel Neuer, Thomas Müller y el capitán Ilkay Gündogan abandonaban 'motu propio' la 'Mannschaft' para dar paso a una nueva era.
La nueva regeneración y el contratiempo de las lesiones
Con los cuatro referentes fuera del ámbito internacional, Nagelsmann le propinó otra vuelta de tuerca al equipo. Otorgó la capitanía a Joshua Kimmich, secundado por Antonio Rüdiger; colocó en la portería, tras una larguísima espera de más diez años, a Marc-André Ter Stegen y recompuso su centro del campo, con Andrich y Gross como organizadores, para adaptarlo al nuevo relevo generacional.
El reestreno, ya en la Liga de Naciones, dejó un contundente triunfo ante Hungría y un vibrante empate frente a Países Bajos, con un equipo más incisivo y percutiente, con Füllkrug de titular como referencia en punta en el primero de ellos, del que se vio en el campeonato continental.
Ahora, en el nuevo parón, el técnico se ha tenido que enfrentar al contratiempo de las lesiones. Hasta seis jugadores se han caído por problemas físicos de las jornadas en las que Alemania debía encarrilar su pase a los cuartos de final del torneo, entre ellos, los fundamentales Jamal Musiala, Kai Havertz, Niclas Füllkrug y Ter Stegen; este último, de larguísima duración y que ha obligado a otro reemplazo en la meta.
Ante esa tesitura, y tras la ajustada victoria contra Bosnia, Alemania encara el que será su tercer duelo este año ante Países Bajos, un rival ante el que ha dejado batallas para la historia y cuentas pendientes que saldar.
Justo en el aniversario del debut de Nagelsmann. Un año en el que se inició la resurrección de un equipo que se encontraba en fase casi terminal, pero que aún se encuentra a medias del objetivo final: retornar a la tetracampeona del mundo a la senda de los títulos.