Baile, goleada y boleto a la final. Con el título de Premier League encaminado, en la final ya de la Copa de Liga, el Manchester City de Pep Guardiola recibía en su estadio al todopoderoso y siempre sorprendente - en Champions League - Real Madrid.
Era el campeón actual, el de Carlo Ancelotti, el fantástico equipo acostumbrado a aguantar atrás en la máxima competición europea y luego cazar a su presa.
Pero esta vez, el guion fue diferente. El City tomó control del partido desde el arranque con una abrumadora posesión de balón (casi del 75% por el 25% en algunos momentos del primer tiempo) y casi no sufrió, ante un Real Madrid que tuvo chispazos pero que estuvo lejos de ser el equipo demoledor a la contra que nos tiene acostumbrados.
Tras el 1-1 en la ida, Pep Guardiola no quiso especular y mandó a los suyos lanzados, con todo, ante un Madrid que parecía no meter ni las manos, salvo su arquero, pero que en realidad estaba maniatado, porque no lo dejaba hacer nada el City.
Tras un par de cabezazos de Haaland salvados por Courtois, un tiro desviado de manera increíble de Rodri que parecía el primero, y nada del Madrid al frente, llegó el gol de Bernardo Silva, tras una hermosa y elaborada jugada, lo dejaron solo en el área, y definió a placer.
Corría apenas el 23' y había mucho partido. Entonces, apareció Kroos con un zapatazo que le sacó pintura al travesaño, pero fue todo lo del Madrid, más una corrida de Vinícius bien controlada por Walker y un balón profundo para Benzema cortado por Ederson, sin mucho sufrimiento de parte del City.
Y cuando parecía que el Madrid podía despertar, Silva se encontró con un balón suelto, al 37', para poner el 2-0 y dejar casi sentenciada la serie.
En el complemento, sin embargo, el Madrid salió con todo ante un City que se puso nervicio, al que le revivían los fantasmas de lo que ha hecho el Madrid en el pasado, sobre todo en esta competición, en la que parece tener la llave para retornar a los partidos y terminar ganándolos.
No fue así esta vez. Emparejó el volumen de juego el City, no dejó hacer mayor cosa al Real pese a su mejoría en posesión y generación de fútbol, y, tras un balón parado, al 76', Ederson Militao anotó en propia puerta al desviar un cobro de falta.
Se fue Haaland en el tramo final para cuidarlo. No pudo anotar, no hizo falta. Llegó Julián Álvarez quien, en dos minutos, puso la cereza al pastel tras un balón filtrado y una deinición sin ponerse nervicio, en el mano a mano ante Courtois.
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