La resaca del subcampeón Águila persiste cinco semanas después de la derrota en la final del torneo Clausura, impidiéndole un arranque ideal en este nuevo Apertura 2022 en el que, a priori, prometía mantener el buen nivel que presentó a lo largo del campeonato anterior.
El fútbol es de momentos y no se puede vivir del pasado todo el tiempo. Frases tan trilladas como ciertas, que Águila comprobó ayer alejándose de la magia que le rodeó todo el torneo pasado. Los llenos del Barraza, típicos de cada sábado el semestre anterior, se echaron de menos. Tampoco se puede reprochar a la afición por su ausencia esta noche cuando el país vive otro repunte de casos de covid-19 en todo el territorio.
Los pocos que asistieron, bajo su propio riesgo y sin protección, se tuvieron que fumar un primer tiempo muy denso. Al 11 Deportivo solo le importaba sacar el resultado, pero lo hizo con inteligencia y tratando de aprovechar, justamente, la flojera del subcampeón. Fue el que más corrió y más gritó, junto a su técnico, el exemplumado Rodolfo Góchez que sabía que intensificar de entrada le acercaría a pegar primero en el partido.
LEER: ¡MERCADO! Así van los fichajes para el Apertura 2022 de la LMF
Con este panorama, la afición naranja y negro se impacientó pronto. El gol en contra fue un pinchazo tan tempranero a la ilusión y despertó los fantasmas de las noches mágicas pasadas, aquellas que tanta frustración causaron en casa el torneo anterior. Y de remate, el Once se esforzaba por no dejar jugar y asustar al local con varios remates. La banda naranja en la popular pedía huevos, pero lo que escaseaba era el fútbol para asomarse al frente.
Cuando los migueleños esperaban un mejor desenlace, el segundo tiempo se presentó con otro gancho a la mandíbula con el 0-2, con un remate del 'ex' Ayala Chigüila, que lo cantó sin remordimientos y con la cinta de capitán en su brazo. Ni siquiera los bombos habían reanudado su actividad, aunque sí los despertó el tanto de Brian Calabrese, el primero en su cuenta y el primero de un torneo que ya pintaba cuesta arriba. Un cabezazo que revivió esperanzas y devolvió el aliento a las gradas.
El apoyo siguió avante toda la segunda parte, con sobresaltos y frustración a voz en cuello por las chances desperdiciadas a lo largo de todo el tramo por la delantera de Águila. Faltaba serenidad, de los jugadores para definir y liquidar el empate y de los aficionados para seguir confiando en un equipo que les produce amor y odio en cada entrega sobre el campo. Porque Águila es un sube y baja de emociones, que da y quita y que hace soñar pero que también da combustible de cólera y pesadillas a sus fieles fanáticos.
MIRA TAMBIÉN: FAS anunció a Larrauri, refuerzo italo-peruano