Para cualquier persona poseedora de una mínima cultura futbolística, Pelé es, junto a Alfredo Di Stefano, Diego Armando Maradona y Jorge “Mágico” González, uno de los más extraordinarios representantes del fútbol de todos los tiempos. Un delantero de extraordinaria y hábil técnica, remate certero y un especial instinto para conducir el balón hacia la zona de gol.
Sus logros en el balompié fueron tales que, en 1999, el Comité Olímpico Internacional (COI) lo designó el mejor futbolista del siglo XX, título con el que también lo nominaron, al año siguiente, la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol y la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
Pelé está "fuerte" y sigue su tratamiento contra el cáncer
Edson Arantes do Nascimento, Pelé, nació el 23 de octubre de 1940 en Três Corações, en el estado brasilero de Minas Gerais. A los 16 años, ingresó en el que sería el más importante equipo de toda su carrera, el club Santos, asentado en São Paulo, que con la participación de aquella mente y piernas pasaría de ser un modesto equipo a marcar una etapa de leyenda en el fútbol brasileño, sudamericano y mundial.
De hecho, con Pelé como parte de sus jugadores titulares, el club Santos conquistó dos ediciones de la Copa Libertadores (1962 y 1963) y de la Copa Intercontinental (1962 y 1963), cinco títulos consecutivos de la Copa de Brasil (1961-1965), diez del Campeonato Paulista (1958, 1960-1962, 1964, 1965, 1967-1969 y 1973) y cinco del Torneo Río-São Paulo (1959, 1963, 1964, 1966 y 1968), entre otros prestigiosos trofeos. Para su propia cosecha personal, Pelé fue máximo goleador del Campeonato Paulista en once ocasiones, diez de ellas de forma consecutiva entre 1957 y 1966.
Al año siguiente de su ingreso al fútbol profesional de su país, Pelé fue parte de la conquista de la Copa del Mundo de 1958, cuando marcó dos goles en la final contra Suecia. Siempre con su presencia en el seleccionado verdeamarelo, Brasil volvió a alzarse con el triunfo en la Copa del Mundo de 1962, desarrollada en Chile, donde aquella estrella del balompié permaneció sentada en el banquillo de los suplentes, debido a una grave lesión que lo mantuvo limitado durante buena parte de aquella justa planetaria.
Ese era la hoja de experiencia deportiva que Pelé acarreaba en su corta carrera, cuando fue informado de que, junto con el resto de su estelar Santos, tendría que realizar un breve viaje hacia una pequeña república centroamericana llamada El Salvador, para atender un contrato realizado por el empresario Casildo Osés. Así, el Santos llegó a El Salvador el sábado 15 de enero de 1966, procedente de Buenos Aires y luego de hacer una breve escala en la ciudad de Panamá.
Desde que la puerta del avión se abrió y aquellas glorias del balompié comenzaron a bajar por la escalinata, se produjo una serie de penosos incidentes protagonizados por aquellos jugadores sudamericanos y su técnico, Luís Alonzo Peres, Lula. Empleadas de diversas empresas aéreas de Ilopango, turistas, trabajadores, niños y cuantas personas fueron el sábado a la terminal aeroportuaria de San Salvador, para dar una cálida recepción a Pelé y a sus selectos acompañantes, con el fin de saludarlos y solicitarles autógrafos.
Pero aquella masa se sintió decepcionada cuando aquel grande del fútbol ni siquiera se dignó en levantar sus manos para saludar a aquella multitudinaria afición congregada y hasta rechazó, de plano, firmar las páginas y álbumes extendidos por muchas señoritas a su paso.
Pese a aquellos incidentes, la admiración por ver en vivo y en directo las maravillas de aquella escuadra brasileña no disminuyó. A la mañana siguiente, miles de aficionados de todos los géneros y edades se dieron cita frente a las instalaciones del Estadio Nacional de la colonia Flor Blanca, en la ciudad de San Salvador, donde permanecieron haciendo cola por varias horas, para adquirir algunos de los cientos de boletos que estaban siendo comercializados en las taquillas, con precios que oscilaron entre 2.5 y 35 colones, los cuales dejaron una suma acumulada de 126,060.50 colones.
Ante la falta de asiento, muchas de aquellas personas asistentes optaron por subirse a las torres de los faroles de aquel escenario deportivo, lleno a reventar, como nunca había lucido en sus 31 años de funcionamiento.
Como antesala del gran evento deportivo, aquella multitud reunida fue agasajada con un partido preliminar, en el que “los costureros” del equipo Adler anotaron cinco goles a “los rojos” del Atlante, que sólo pudo marcar tres goles a su favor. Ese buen encuentro animó a la multitud y la preparó adecuadamente para ver salir al cuadro brasilero a hacer ejercicios de calentamiento. En aquel primer tiempo del partido, alineaban en el Santos el portero Gilmar, Mauro, Geraldino, Carlos Alberto, Lima, Orlando, Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Abel.
Una sensación
Al ver a Pelé mientras hacía sus primeras evoluciones de calentamiento, decenas de seguidores se lanzaron al engramado, con el fin de saludarlo, tocarlo o pedirle autógrafos. Ello obligó a O Rei a desplazarse a lo ancho de la cancha, con el fin de evadir a la mayoría de aquellos envalentados aficionados, pese a lo cual no impidió que varios chiquillos le colocaran sus manos sobre su cuerpo sudoroso y salieran corriendo hacia sus asientos, gritando que lo habían tocado y que quizá nunca se lavarían aquellas extremidades, que les habían permitido posar sus dedos sobre aquel que estaba llamado a ser la más grande gloria histórica del fútbol.
Quizá enterado de los rumores negativos vertidos por los comentaristas deportivos salvadoreños debido a sus desplantes en el aeropuerto de Ilopango, antes del inicio del encuentro Pelé alzó su mano derecha y dirigió un sonriente saludo a la afición salvadoreña, que le correspondió con una nutrida salva de aplausos.
A las 16:35 horas del domingo 16 de enero de 1966 inició el partido entre el Santos de Brasil y el club Alianza, equipo regenteado por su presidente Ernesto Sol Meza y que se encontraba puntero invicto del campeonato salvadoreño, el cual se había preparado para aquel partido con unos cuantos jugadores de refuerzo, procedentes de equipos salvadoreños, argentinos y mexicanos.
Así, acudieron en su ayuda Ruano (del FAS) y Juan Berón (del Estudiantes de Argentina), quienes jugaron los 90 minutos reglamentarios, porque los otros dos refuerzos, Roberto Santiago (también procedente del Estudiantes de Argentina) y Salvador Juárez (del club mexicano Necaxa) sólo jugaron una parte del partido. Alinearon en aquel Alianza de lujo el portero Magaña, los zagueros Rivas, Mariona y Ruano, los volantes Guido y Hermosilla y los atacantes Alvarado, Zamora, Villalta, Liévano, Sepúlveda y Berón.
Tras varias jugadas de peligro, realizadas por Coutinho, Abel y Lima, a los 43 minutos de la primera parte, Salvador Mariona le cometió falta a Mengalvio dentro del área de los 16.50 metros. Fue castigada por el árbitro Ramón “El hermano” Mármol con un tiro desde la mancha penal, cobrado con vistosidad por Pelé, vestido con la camiseta 10 del conjunto brasilero. El astro acribilló al guardameta Raúl “Araña” Magaña, mientras desde los palcos y tribunas el público dirigía profundos abucheos.
Para la parte complementaria del partido, el Santos cambió a Coutinho y Orlando por Toninho y Zalomao, mientras que aquel Alianza reforzado puso en funcionamiento al mexicano Salvador Juárez. A los 13 minutos de iniciado el segundo tiempo, los salvadoreños Sepúlveda y Villalta recogieron un pase que les hizo aquel mexicano, para a su vez pasarle el balón al argentino Berón, que descargó un violento disparo a la izquierda de la meta brasilera, con lo que empató el marcador.
El club sudamericano trató de remontar aquel equilibrio, con diversas descargas ante la portería nacional, donde el cuerpo de Magaña funcionó como un muro impenetrable, gracias a la flexibilidad de sus músculos y a la certeza de sus ojos, vigilantes de aquellos balones dirigidos en su contra.
Apoyo multitudinario
Con miles de voces que le gritaban frases de apoyo, el Alianza reforzado siguió jugando a lo grande, sin mayores preocupaciones. Ya casi al final del encuentro, el mexicano Juárez hizo una jugada de escape, la cual fue detenida, de forma violenta, en el área de los 16.50 metros, por uno de los defensas brasileros.
Esa acción fue condenada por el árbitro con un nuevo tiro desde la mancha penal. De manera injustificada e inexplicable, los jugadores del Santos rodearon a la máxima autoridad de aquel encuentro, quien sufrió una serie de insultos, empellones y demás atropellos por parte de aquellas luminarias mundialistas, para ver si así cambiaba aquella decisión que pondría al club brasileño frente a una contundente derrota. Firme en sus principios y decisiones, “El hermano” Mármol mantuvo su decisión del penal, que fue cobrado exitosamente por el salvadoreño Ricardo Sepúlveda con un tiro cruzado, rasante a media altura.
Con anterioridad, se anunció que Pelé abandonaría la cancha cuando faltaran 15 minutos para el final del encuentro, pero se mantuvo dentro de la cancha por 10 minutos más, para así intentar remontar aquel marcador desfavorable y buscar un nuevo empate, con la decidida colaboración de Pepe, otra de las luminarias brasileras, que entró al juego en esos minutos decisivos, pese a encontrarse lesionado, para hacerles varios pases a sus compañeros, pero que terminaron malogrados.
Cuando faltaban tan sólo un par de minutos para que finalizara aquel emocionante partido, el público salvadoreño ya no pudo contenerse e invadió el terreno de juego. La tripleta arbitral decidió suspender el encuentro y permitir que aquellos miles de aficionados cargaran en hombros a los integrantes del Alianza y al cuerpo técnico de aquella oncena nacional que, con ayuda de sus jugadores de refuerzo extranjero, se agenciaba con aquel 2-1 un triunfo de resonancia mundial, al derrotar al legendario Santos y a su estrella Pelé.
Aunque aquel juego les abrió las puertas de la historia deportiva a varios jugadores, es de justicia señalar que todos los hombres del Alianza dieron lo mejor de cada uno. Sin embargo, dentro de aquella oncena se destacaron Guido Alvarado -quien junto con Mariona y Villalta marcaron a O Rei y se le anticiparon en varias jugadas-, el zaguero derecho Rivas -quien se dedicó a marcar a Abel, el ala izquierda brasilera- y “Araña” Magaña, encargado de parar la mayoría de los disparos que los jugadores brasileros hicieron contra la portería del reforzado club sansalvadoreño.
Mediante un texto adaptado y parafraseado de la columna periodística Comentando en el área del tiro libre, redactada por Héctor Vladimir Morán y publicada por La Prensa Gráfica, es posible señalar las consecuencias de aquella derrota para el club deportivo Santos:
“La noticia cayó como bomba en los teletipos del mundo. Vibraron y saltaron sus teclas, y más que en ningún otro país en Inglaterra, donde tendrá verificativo el Mundial para la Copa Rimet. […] Lo increíble sucedió: Pelé el Rey cayó con toda su corte. Y lo más grandioso, lo más sensacional, fue que Santos F. C., campeón nacional de Brasil (país bicampeón del mundo), alineó nada menos que 8 de sus 11 mundialistas del cuadro titular que irá a Gran Bretaña. […] Los visitantes nunca imaginaron, ni se les cruzó por la mente que el equipo de casa jugaría con el corazón en la mano, para responder a ese monstruo del público, que abarrotó hasta el ínfimo rincón del estadio “Flor Banca”. Otro punto de gran importancia fue la obediencia del cuadro [sansalvadoreño, reforzado] a las órdenes de [el técnico uruguayo Hernán] Carrasco Vivanco, así como también al acertado manejo de los cambios en el equipo”.
Al día siguiente de aquel triunfo de resonancia internacional, el Presidente de la República, coronel Julio Adalberto Rivera, dirigió a la dirigencia del Alianza, a su cuerpo técnico y a sus jugadores sendos telegramas de felicitación, que, con algunas variantes, en su cuerpo textual rezaban: “Complázcome en felicitarle por su participación en victoria merecida alcanzada por Alianza F. C. sobre Santos del Brasil. Afectísimo”.
Con su sencillez telegráfica, esa palabras del Primer Magistrado de El Salvador sellaron, para siempre, aquella jornada en que el balompié salvadoreño se llenó de gloria y puso en alerta a otros equipos del mundo acerca de las debilidades de la oncena verdeamarela, debido al alto número de sus estrellas que jugaban dentro del derrotado Santos. Y esa percepción quizá no fue errada, pues meses más tarde se jugaron los partidos correspondientes a la Copa del Mundo, en Inglaterra, donde Brasil se quedó en el camino y le dio la posibilidad a la anfitriona del evento para que ganara aquel torneo al sumir en la derrota a Alemania Occidental.
Luego de su asombrosa derrota en el pueblo territorio salvadoreño, Pelé siguió jugando para el Santos y para la selección brasileña. Había jugado su primer partido internacional con Brasil el 29 de mayo de 1957 frente a Argentina y defendió, por última vez, a su país el 18 de julio de 1971 ante Yugoslavia. En ese perodo disputó con su selección 114 partidos (92 oficiales), en los que marcó 98 goles (77 en encuentros oficiales). Además, intervino en cuatro fases finales de la Copa Mundial de Fútbol y anotó 12 tantos. Hasta la fecha, es el único jugador de la historia que ha logrado tres triunfos en esa importante competencia del fútbol internacional, al coronarse de nuevo en México 1970.
El final de su carrera
En 1974, O Rei anunció su retirada de las canchas y hasta llegó a ser objeto de un multitudinario homenaje, tributado en el estadio Vila Belmiro. Sin embargo, un año más tarde fue contratado por el equipo estadounidense Cosmos, asentado en la ciudad de Nueva Cork y afiliado a la North American Soccer League (NASL).
Luego de permanecer dos años en dicho club, alcanzar un título de la NASL (1977) y tras haber promovido la práctica del fútbol (soccer) en territorio estadounidense, Pelé anunció su retiro definitivo desde el primer día de octubre de 1977, con una trayectoria que, sólo en partidos oficiales, lo hizo marcar 1.090 goles con el Santos y 61 con el Cosmos.
En situación de retiro, Pelé se dedicó a desarrollar diversas actividades, entre las que incluyó una breve incursión en la industria cinematográfica, cuando participó como actor en la cinta de largometraje Evasión o victoria (1980), dirigida por John Huston, en la que junto a actores como Michael Caine y Sylvester Stallone intervinieron futbolistas profesionales como el argentino Osvaldo César Ardiles y el británico Bobby Moore, quienes encarnaron a personajes que se enfrentaban a elementos nazis en un partido futbolístico, para urdir una forma de evasión de un campo de concentración, durante la Segunda Guerra Mundial.
Involucrado en ocasiones en escándalos personales magnificados por las noticias sensacionalistas de los medios de comunicación -que destacaron sus amoríos con la “reina de los bajitos”, la actriz, cantante y presentadora Xuxa, al igual que los vínculos de uno de sus hijos con negocios de narcoactividad-, Pelé jamás deseo de ser un referente mundial para los organismos deportivos mundiales, que cada cierto tiempo le solicitaban su opinión autorizada, la cual muchas veces le provocó duras polémicas, como la que sostuvo con su coterráneo João Havelange, a quien el veterano jugador acusó de ejercer excesos centralismos durante su presidencia al frente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
En su vida de retiro, Pelé fue embajador internacional para el deporte y trabajó en favor de la paz y el entendimiento mundial, por medio de la competición atlética amistosa. Desde el primer día de 1995, el presidente brasilero, el economista Dr. Fernando Enrique Cardoso, lo nombró ministro extraordinario de Deportes dentro de su gabinete, cargo desde el que buscó promover la denominada Ley Pelé, una verdadera revolución en la legislación que regulaba las relaciones entre clubes y jugadores, pues los segundos comenzaban a murmurar contra las cláusulas de contrato, que algunos llegaron a tildar hasta de esclavistas.
De esa manera, sus puntos fundamentales se centraban en la transformación de los clubes en empresas; el reconocimiento del derecho de los clubes a formalizar el primer contrato profesional de los jugadores provenientes de sus canteras juveniles; el reconocimiento del derecho de los jugadores a quedar en libertad, cualquiera que fuese su edad, si no hubiere acuerdo entre las partes y el reconocimiento del derecho de los clubes a constituir ligas independientes de la Confederación Brasileña de Fútbol.
Tras ser sancionada y puesta en vigencia desde 1998, aquella renovadora legislación elaborada por Pelé marcó la renovación del mundo del deporte en Brasil y sentó las bases de discusión para el Estatuto FIFA predominante ahora en gran parte del fútbol planetario, aunque esas disposiciones no sirvieron para evitar las desastrosas participaciones de la oncena nacional brasilera en las Copas del Mundo de 2006 y 2014.
Un desastre sólo comparable al protagonizado en el Mundial Inglaterra 1966, pocos meses después de aquella tarde en que el Santos de Pelé sufrió aquella apabullante derrota frente al Alianza reforzado, un equipo de un país pequeño que dejó una huella imborrable en la trayectoria de uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos.