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El campeón Barcelona despidió la temporada con otra derrota

Los catalanes cayeron ante el Celta, que con este triunfo logro sostener la categoría en LaLiga

Por AFP |

Kessie estuvo muy activo en el ataque del Barcelona, pero no pudo aportar en el marcador. Foto EDH / AFP

El canterano Gabri Veiga certificó con dos goles la permanencia del Celta en la máxima categoría del fútbol español, tantos que sellaron la victoria ante el Barcelona (2-1) en Balaídos, un campo lleno con aficionados eufóricos, exultantes por, entre otras cosas, poder celebrar el centenario del club en Primera División.

Carlos Carvalhal apostó por un equipo titular atípico en la noche en la que se jugaba el futuro del club en la categoría. Salió el Celta con la idea de controlar al Barcelona. Se colocó bien defensivamente, sin asumir apenas riesgos, pese a que algunos errores asustaron en exceso a Balaídos, como el que llegó a los diez minutos tras un mal despeje de Unai Núñez, un gol de Kessie que posteriormente anuló el VAR por un ajustado fuera de juego.

Los nervios amarraron al Celta. Quizás ese miedo común a ir hacia arriba y desproteger la defensa. Sus primeras aproximaciones fueron un par de tiros desde fuera del área de Gabri Veiga y un cabezazo de Seferovic, todos cómodos para Ter Stegen.

El Barcelona se apoderó de la pelota; el Celta se reclutó en su campo. Se acomodó a ese escenario, sin sufrir, salvo cuando se abrió el partido, con transiciones rápidas, ataques de ida y de vuelta en los que el campeón de liga mostró sus colmillos.

Fue un pequeño, intenso combate de diez minutos: Kessie disparó, con una buena parada de Iván Villar; respondió el conjunto celeste con un contraataque de Carles Pérez, individualista en la ejecución final tras recorrer cincuenta metros con la pelota; segundos después falló Kessie un cabezazo claro; malgastó Óscar Rodríguez, solo, a diez metros de Ter Stegen, un tiro para marcar el primer gol; contestó el Barcelona de inmediato con un peligroso lanzamiento con rosca de Lewandowski que rozó el poste.

El partido estaba agitado, una excitación que estimuló al equipo gallego. Decidió el Celta ir a por el gol. Lo logró Óscar Rodríguez pero lo anuló el árbitro por un fuera de juego claro del atacante, que aprovechó su posición para recoger un mal despeje de Ter Stegen.

Antsu Fati llegó en el segundo tiempo para el Barcelona y anotó el gol de descuento. Foto EDH / AFP

Solo un minuto después el canterano Gabri Veiga explosionó Balaídos: Mingueza recuperó la pelota ante una mala salida de Frank de Jong, el balón llegó a Gabri Veiga, que hizo un gran control orientado, se coló entre Christensen y Marcos Alonso y culminó su acción con un sensacional tiro cruzado. El gol de Gabri Veiga dinamitó el partido. Ter Stegen quedó sin el récord que deseaba. Balaídos estalló de placer.

El Celta defendió ese gol de ventaja en el inicio del segundo tiempo. Se fortificó cerca de su área. Su plan funcionó. El Barcelona apenas creó peligro, más allá de tiros sin riesgo de Marcos Alonso y de Kessie. Xavi Hernández trató de cambiar el ritmo del encuentro con Dembele y Ansu Fati; también retiró del campo a Ter Stegen. Pero antes de que su triple cambio provocase algo volvió a aparecer Gabri Veiga con un centro parabólico que finalizó dentro de la portería del Barcelona, la primera y única llegada celeste durante la segunda mitad en Balaídos, el gol de un canterano para certificar la permanencia.

El héroe Gabri Veiga pidió el cambio, agotado físicamente, ovacionado en su camino hacia el banquillo, donde rompió a llorar durante muchos minutos. Siete minutos después Carlos Carvalhal metió en el campo a Iago Aspas, el tótem celeste, ídolo para la historia del club. Fueron minutos de fiesta en Balaídos, vitoreando a sus canteranos.

El Barcelona silenció ese festejo cuando, a quince minutos del final, Ansu Fati culminó solo con un cabezazo un buen centro de Dembele, quizás la idea que había tenido en mente Xavi Hernández. El gol de Fati alborotó Balaídos, preocupado, entregado al apoyo de su equipo, ciclotímicos corazones perturbados con cada ataque del Barcelona, al tiempo que Gabri Veiga seguía llorando en el banquillo, metáfora del padecimiento por haber tenido que celebrar la permanencia en la última jornada de Liga.

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