RELATO:
Yo no pensaba ir al partido, mi papá nos inculcó el amor por el FAS, pero tenía miedo de ir por la rivalidad que históricamente se han tenido los dos equipos, pero mi hermana me terminó convenciendo de acompañarla al estadio Cuscatlán.
Llegué al estadio junto con mi hermana y dos amigos. Yo ya me sentía en alerta, por lo mismo de la violencia que se ha vivido en años anteriores, que obligaban a las personas a quitarse la camisa si no eras del equipo de los demás.
Cuando comenzó el partido me quedé sorprendida porque había mucho silencio, no sé, escuchaban los bombos de la barra del Alianza y en el graderío había espacios que estaban solos, así que comencé a estar más atenta.
Vi que había movimiento en la parte donde entran y salen las personas (en el túnel), pero no entendía qué pasaba; así que comencé a ver haciendo "zoom" con la cámara del celular. Ahí fue cuando vi que venían personas bajando cargadas: hombres quitándose la camisa para darle aire a alguien más, personas desmayándose y se me vino a la mente: hubo una estampida.
Las personas corrían de un lugar a otro, paramédicos entrando al terreno llevando camillas, pero cuando vi al jugador del FAS cargando a un niño, ahí comencé a gritar: ‘¡Hey! Soy Doctora. ¿Qué pasó?, ¿Necesitan ayuda?’. Grité en múltiples ocasiones a los paramédicos, pero un policía me dijo que por cómo estaba vestida no podía entrar a la cancha. En eso me vio un comunicador del Alianza, me dijo que bajara y fui corriendo.
Yo iba concentrada en auxiliar a las personas cuando él (comunicador) me detuvo para decirme que con la camisa que tenía podía tener problemas. No lo pensé, me quité mi camisa (del FAS) y la intercambié con él. Eran muchas personas, llegué donde una mujer para practicarle RCP cuatro veces hasta que llegó un paramédico y me dijo que la dejara, que ya estaba muerta.
Me identifiqué con las demás personas que atendieron a los afectados y entre todos nos coordinamos para atender al resto. Me impactó ver a niños asfixiándose. Otro de un joven de 15 años, solo y desorientado (en la cancha). Creo que atendí a unas 25 personas, no sentí el tiempo. La adrenalina de querer auxiliar a los afectados me ganó.
Cuando salió el último, hasta ahí sentí el tiempo. Tuve que esperar en el graderío, ya que las salidas estaban aglomeradas. Una vez llegué a mi carro: me quebré. Comencé a llorar y no me terminaba de creer que las familias estén de luto por venir a ver un partido. Hasta entonces revisé mi teléfono: vi muchas llamadas perdidas y mensajes de personas preguntando si me encontraba bien.
Desde ese día he recibido algunos mensajes de agradecimiento de distintas personas por haberlos atendido a ellos o a algún familiar.
Lamento mucho lo ocurrido y me uno al dolor de las familias dolientes. Espero que las autoridades logren aclarar los hechos que llevaron a una noche tan trágica.