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Crawley Town, un equipo hundido por las criptomonedas

Crawley Town, un equipo de fútbol profesional de Inglaterra, está en serios problemas porque quienes controlan al club son adictos a las criptomonedas

Por EFE |

El pasado abril, dos amantes de las criptomonedas, o 'crypto bros' en inglés, se hicieron con el control del Crawley Town, un club de la Cuarta división inglesa (League Two) con la excusa de que se podían hacer mejor las cosas. Menos de un año después, el Crawley está en el pozo de la tabla, tiene a jugadores apartados, incluido el capitán, ha despedido tres entrenadores este curso y ha firmado algunos de los bonus más ridículos de la historia del fútbol.

Uno de los ejemplos más claros del declive estructural del Crawley ocurrió en el último partido del año, en la visita al campo del Stevenage. Harto de la mala racha del club, que es vigésimo en la tabla y su último triunfo fue el 12 de noviembre, Preston Johnson, copropietario del club junto a Eben Smith, pasó el encuentro en el banquillo del Crawley, como si se tratara de un asistente más.

La megafonía del estadio se lo tomó a broma: "El mejor momento ha sido cuando el señor Johnson le ha preguntado al cuarto árbitro cómo iba lo de los cambios. Buena suerte, aficionados del Crawley".

Foto: AFP

La compra del Crawley por parte de Johnson y Smith, que juntos conforman la empresa Wagmi United, se produjo en abril, después de que no pudieran hacerse con el control del Bradford City. Su objetivo era revitalizar las finanzas del club, mejorar la situación deportiva (quedaron duodécimos la temporada pasada) y aumentar el poder de decisión de los aficionados en el equipo. ¿Cómo? A través de la venta de NFT (Token No Fungible), una moda que surgió a raíz del éxito de las criptomonedas y que se ha desplomado con la misma rapidez que estas.

Para ascender en la tabla, los nuevos dueños entendieron que el primer paso a tomar era cambiar el sistema de reclutamiento y establecer uno que se basara en estadísticas. Al estilo del 'Moneyball' de los Oakland Athletics o del propio Brentford en la Premier League. Su primer movimiento fue fichar al máximo goleador de la League Two, Dominic Telford. Buen fichaje, pero aquí comienza el lío.

Le ofrecieron el doble de sueldo que en su anterior equipo y, tal como cuenta The Guardian, un bonus en función de cuántas veces recuperase la pelota en cambio contrario. Un incentivo más propio del videojuego Football Manager que de la realidad.

No pararon aquí las excentricidades de la nueva dirección técnica y a la hora de fichar un defensa central le ofertaron más dinero en función de cuántos cabezazos pegara por partido. Por suerte para las finanzas del club, el jugador prefirió irse a otro sitio.

También trataron de organizar un partido entre Youtubers para encontrar posibles incorporaciones. No hubo éxito.

La extravagancia final del departamento de fichajes llegó en noviembre, cuando el por entonces técnico, Matthew Etherington, se quedó sin poder alinear a su delantero Tom Nichols porque lo habían vendido a uno de los clubes que pelean con ellos por no descender.

El trastorno en el campo también ha tenido su réplica en los banquillos, con tres inquilinos en lo que va de temporada. Kevin Betsy, procedente del Arsenal, duró cuatro meses, Lewis Young, que duró unas semanas, y Etherington, con pasado en el Stoke City y con graves problemas de apuestas que le hicieron acumular una deuda de casi dos millones de euros. El reinado de Etherington duró 32 días, en los que dirigió tres partidos.

Para rematar el rumbo de un conjunto que huele a National League (Quinta división), el equipo ha apartado a tres jugadores, incluyendo el capitán, George Francomb, por criticar el sistema de fichajes y pedir refuerzos en invierno.

La respuesta de los aficionados ha sido pedir una reunión con los dirigentes, que la han rechazado. "Estamos concentrados en solventar importantes problemas legales", dijeron los dueños en un comunicado que no hace sino aumentar las dudas sobre quién y cómo está operando el Crawley Town, un equipo de 126 años de historia.

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