En los últimos veinte años, CD Águila se ha acostumbrado a cosechar cada vez menos historias de éxito y gloria y más relatos de horror deportivo, siendo el más promimento de ellos la incansable trituradora de entrenadores que se activa, en promedio, una vez cada seis meses.
De ser uno de las marcas más importantes en los currículos para el fútbol salvadoreño, dirigir al Águila es ahora sinónimo de inestabilidad laboral. Treinta y cuatro entrenadores distintos se han sentado en las últimas dos décadas en el banquillo negronaranja -algunos, en más de una etapa, y otros, apenas como interinos-, y solo diez consiguieron disputar un título de Primera División en una final.
CD Águila termina relación con el técnico “Chochera” Castillo
Ningún entrenador emplumado duró tan siquiera tres torneos cortos dirigiendo de corrido. Ni siquiera aguantaron los únicos tres que tuvieron la fortuna de conquistar la copa, todos ellos salvadoreños: el serbio naturalizado Vladan Vicevic, en el Clausura 2006, el mítico Víctor Coreas Privado, en el Clasurua 2012, y el joven Carlos Romero, en el Clausura 2019. Cada uno de ellos dejó su cargo en algún punto del torneo siguiente, principalmente a causa de bajones de rendimiento.
Es que en Águila el resultado es el que manda. Pero no solo eso, sino que impera de tal modo que parece ser lo único que importa. Por ello, casi ningún entrenador ha logrado dejar escuela en este equipo, marcar con una identidad a su camada de jugadores y hacerlos competitivos en el largo plazo.
Curiosamente, tampoco las directivas han soportado demasiado el ritmo al que consume este equipo: diez presidentes distintos se han sentado en la silla mayor de Águila en estos 20 años, a razón de uno distinto cada cuatro torneos.