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"¡Hasta siempre, papá Nan!": la despedida para don Hernán Carrasco

Más que amigo, el fútbol salvadoreño consideró un padre a don Hernán Carrasco Vivanco. Esta es la carta del adiós del exfutbolista Manuel Cañadas

Por Manuel Cañadas |

Las muestras de cariño hacia él siempre fueron evidentes. Foto EDH/ Archivo

Hace unos meses, sus hijos espirituales le organizamos un homenaje a don Hernán Carrasco Vivanco, la ocasión era propicia, pues cumplía 100 años de edad.

Esa mañana, estuvo radiante y feliz; nos expresó con suma lucidez, su inmenso agradecimiento, no solamente por la celebración de su siglo de vida, sino por el reconocimiento a su existencia dedicada a la enseñanza del fútbol.

Y hoy (este domingo), estamos lamentando la partida de este ser humano maravilloso, que dedicó su afanes a educar generaciones de chilenos y salvadoreños.

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Hay un inmenso vacío y tristeza en nuestras vidas y paradógicamente, una sensación de júbilo, porque nuestros padre espiritual logró escapar de los sufrimientos físicos que lo agobiaban.

Y es que don Hernán y el fútbol eran el uno para el otro, desde su juventud en su patria chilena, donde trabajó en grandes equipos como la Universidad de Chile y el Colo Colo, al cual hizo campeón, hasta su llegada a El Salvador en que dirigió a la Selección Nacional y logró títulos con el Alianza, Marte, Águila y Negocios Internacionales, dejando huella en cada cancha y en cada alma que tocara.

Pero su mayor aporte fue haber formado a legiones de salvadoreños que nos nutrimos de sus sabias enseñanzas.

Una de sus grandes realizaciones fue la creación de su Escuela "Futuro" que durante casi tres décadas atendió hasta que un accidente casero lo inhabilitó.

Foto EDH Menly González

Fue cuando el entrenador sin dejar de serlo, pasó a una vida más tranquila, los años y los achaques lo limitaban pero siempre mantuvo inalterable su pasión por la pelota y lamentaba el bajón en que había caído nuestros fútbol.

Es que nunca dejó su cantinela de trabajar con las canteras, entonces se encendía y lamentaba la indiferencia dirigencial hacia ello.

En ese andar fabricó numerosos admiradores y pudo ver los frutos de su trabajo porque las aristas de su personalidad nunca estuvieron emparentadas con la inactividad, dándole validez a sus opiniones acerca del acontecer futbolero nacional y mundial.

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Para sus alumnos siempre fue el guía que nos iluminó, un personaje que con su tierna sonrisa, su nobleza y bonhomía nos aconsejaba y no toleraba mentiras, ni engaños.

Ahora ya no nos quedan ni su presencia ni su voz, pero sí su pasión por la pelota, su historia, su ejemplo.

Su caballerosidad, su ternura y sus consejos, seguirán merodeando en los estadios, las canchas, las charlas de café, las sobremesas, en la historia del redondo nacional, en sus alumnos, sus hijos espirituales.

Foto EDH/ Archivo

Su recuerdo nos dará diarias garantías de que por esta tierra pasó un chileno que la quiso entrañablemente y que siempre pregonó sin ambages su amor por todo lo cuscatleco.

Hoy deja este mundo terrenal, en el país que tanto quiso y donde a cada paso recibió reconocimientos.

¡Querido Maestro! querido Papá Nan, hoy ya está ante la presencia de Dios, pero ha dejado en todos nosotros recuerdos inolvidables, valiosas lecciones y un gran conocimiento que hemos guardado como verdadero tesoro durante toda nuestra vida. Gracias por haberse delicado a esta noble profesión y por haber influenciado nuestro andar para bien y cuando hablo de ello, debo citar a tantas generaciones que nutrió con sus enseñanzas.

Un ser humano excepcional, entrenador para quien contaban las cualidades de sus alumnos.

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Es nuestro deber, velar porque no caiga en el olvido, porque fue un insigne maestro,

alguien que verdaderamente sentía amor por su profesión y que podía ver en cada uno de sus discípulos un inmenso potencial por desarrollar.

Miles de gracias y que Dios le brinde el descanso eterno. Para nosotros, más que un entrenador, fue un maestro, más que un maestro, fue un guía, más que un guía, fue un padre, más que un padre fue un ángel con el que Nuestro Señor bendijo a nuestro fútbol y a nuestras vidas.

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