El nombre popular de la Pepa (el artículo en minúscula y sin comillas) fue con el que se conoció a la Constitución de España de 1812; lo anterior debido a que fue promulgada por las Cortes Generales españolas, integradas por diputados de América, Asia y la Península, reunidas extraordinariamente en Cádiz el 19 de marzo de 1812, día dedicado en el santoral a San José. Se le ha otorgado una gran importancia histórica por tratarse de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo.
Esta constitución fue, sin duda, una novedad, no solo por el avanzado contenido en materia política, por establecer la soberanía en la nación y no en el rey, sino también en materia de gobierno, por decretar la separación de poderes; pero también en materia de reconocimiento de los derechos de las personas, incluyendo —lo cual fue primordial— no solo los mismos derechos para los habitantes de la Península en relación con las colonias, sino el pleno goce de ciudadanía para los nacidos en cualquier territorio de España.
Si esta constitución, que aparece en el contexto de la famosa guerra de independencia española, hubiese podido entrar en pleno vigor aún después de la expulsión de los invasores franceses de suelo español, es posible, aunque parezca especulativo, que la independencia de las colonias de la América Española no hubiese sido como la conocemos, sino quizá hubiese España ganado por más de 100 años al Imperio Británico en la creación del Commonwealth. Porque la investigación historiográfica moderna ha demostrado, en mucho, que el criollismo (nombre que suele darse a los movimientos de los criollos en América, no solo de tipo literario) se decantaba más por ser autonomistas, que por ser independentistas.
Pero ese fantástico instrumento político-jurídico fue derogado tempranamente al volver al trono Fernando VII, un oscuro y viciado monarca que antes de asumir el trono y durante su cautiverio en Francia —propiciado por su propia estupidez y picardía, aunque el pueblo no lo sabía— fue llamado “el deseado”, por los altos niveles de popularidad de los cuales gozaba entre la población, tanto de la península como en los territorios de ultramar, considerándose que era el hombre de las soluciones, el adalid de la libertad, pero bastó poco tiempo desde su retorno al trono, en 1814, para que su falta de capacidad, su megalomanía, su deseo desmesurado de poder y su ambición por ser él y no España (como lo dejó establecido la Pepa), quien recibiera el fruto de los tributos pagados por las colonias, para que se trastocara la visión sobre su persona y pasara a ser llamado “Rey Felón”, que según la definición de la RAE es (felón) “malo o malvado” y, según el diccionario Larousse, “falso o traidor”. Siendo este último epíteto muy acorde para la conducta que tomó con el ejército español que luchó para devolverlo al trono y al que luego, él mismo disolvió para quedarse con tropas, ni más ni menos que francesas.
Y fue tan incompetente al mando del gobierno, que para 1820 la situación en España era tan mala que llevó a un levantamiento, liderado por el Teniente Coronel Riego, que lo obligó a volver a instaurar a la Pepa, a través de un decreto real, en el cual con lujo de falsedad expresaba: “Marchemos todos juntos y yo el primero, por la senda del respeto a la Constitución…”, para tres años después (el trienio liberal), con ayuda de tropas extranjeras (otra vez), restablecer el absolutismo y declarar nula la Pepa y todas las demás leyes que de ella derivaron.
Dentro de la historiografía moderna se considera a semejante perverso, como el peor rey en la historia de lo que hoy conocemos como España, o al menos, de la dinastía de los Borbón españoles.
Cabe pensar con buen grado de certeza, que la Pepa sirvió en mayor o menor grado de inspiración, dado su alto contenido de pensamiento liberal, humanista, a los que buscaban cambios en el ordenamiento político, social y económico de las colonias de la América Española; y por otro lado, la mezquindad del Rey Felón sirvió de acicate para que quienes tenían dudas si continuar o no unidos a la Península entendieran que seguir bajo el gobierno de semejante monstruo no podía traer sino ruina, miseria, esclavitud y toda clase de males a las tierras americanas.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República.