Educadores, padres de familia, entidades públicas: como efecto de los cierres a causa de la pandemia, el nivel de conocimientos de niños y jóvenes en su mayoría se ha deteriorado, lo que plantea preguntarse: ¿cómo puede solucionarse este problema, más en países saqueados como el nuestro donde la mitad de la población ha caído en la pobreza?
Los resultados de la última prueba Avanzo descorazonan, a lo que se suma el hecho de que el régimen está más interesado en formar militares que obedecen sin chistar, como se viene demostrando con la ola de capturas hechas “sin ton ni son”, a la diabla, atropellos denunciados tanto por personas informadas y académicos dentro del país y organizaciones que velan por los Derechos Humanos esenciales.
La última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) 2021 evidenció que el promedio de grados que se estudia en El Salvador es de 7.1. Esta clase revelaciones explica por qué el régimen cerró la Dirección General de Estadística y Censos, que las hacía y mostraba la realidad, muy distante de la fantasía que vende el bukelismo.
El doctor Oscar Picardo Joao, especialista en educación, dice que la misma encuesta muestra que el analfabetismo sigue muy vigente puesto que la tasa no se ha alejado mucho del 17% y 18 % que rondaba en los años 90.
Una importante conclusión que saca de la encuesta 2021 es que “el sistema educativo está fracasando en su eficiencia y no hemos hecho nada y lo sabemos desde mediados de los años 90”.
A ello se suma otro escalofriante hecho: por la necesidad de ir tras “el pan de cada día”, padres y madres de familias de menores ingresos tienen que dejar a sus hijos solos, expuestos a toda suerte de vejámenes.
Es casi un lugar común decir que el futuro de cada nación está en manos de sus jóvenes, lo que en nuestro caso y no digamos con lo que sucede en Nicaragua en estos momentos, plantea una enorme interrogante: ¿qué espera a Centro-América?
Para el especialista educativo, la situación del país puede definirse como “el síndrome del freno de mano”. “Estamos como un vehículo que quiere avanzar: ponemos la primera marcha para desplazarnos, pero el freno de mano está puesto; la marcha es lenta, casi estática, no avanzamos, y estamos así desde el fin del conflicto armado en 1992”.
La “fuerte diplomacia” de EE.UU. solo envalentona a los dictadores
El pasado 30 de agosto se cumplió un año de la retirada de las tropas de Estados Unidos de Afganistán.
La política del presidente Biden, de no intervenir directamente en ningún país sino apoyarse en una fuerte diplomacia, condujo a la toma del poder de los talibanes en Afganistán y la imposición de un esquema que relega a la mujer a la condición de personas de segunda clase, a quienes se les niega educación a partir de los diez años, además de taparlas de pies a cabeza con velos y trapos diversos para volver a una ilusoria situación que se vivió cuando Mahoma vivía.
Afganistán, en manos de los enloquecidos talibanes, enfrenta una hambruna de proporciones africanas, como las que el mundo presenció en Biafra hace pocas décadas.
La “fuerte diplomacia” no pasa de regañitos, que en el caso de los talibanes y los dictadores centro-americanos solo provocan carcajadas…
La “fuerte diplomacia”, a Dios gracias, no se aplica en Ucrania, que no habría podido resistir por mucho tiempo la no provocada invasión del criminal de guerra y envenenador Putin, a quien literalmente los ucranianos han dejado con la cola entre las patas…