Son lecciones que cambian vidas lo que ocurre en el Bachillerato Técnico Vocacional Agrícola del Complejo Educativo del cantón El Jagüey, en Conchagua, La Unión. Ahí los 32 alumnos aprenden la lección, la practican, cosechan el fruto de lo aprendido y luego lo venden en la misma comunidad rural. El dinero recaudado está destinado para que las clases sigan.
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Así que no resulta extraño a la comunidad, cuando los estudiantes salen a vender lácteos, carne de cerdo, conejo o aves, huevos y hortalizas; antes también incluían pescado pero dejaron de criarlo por problemas de dinero.
El complejo educativo ofrece estudios desde parvularia hasta bachillerato, especializado en agricultura. Solo para el funcionamiento del bachillerato el presupuesto es de $750 al año, de acuerdo con lo expresado por la comunidad educativa. Ese monto dividido entre la cantidad de alumnos y los 200 días del año escolar significa una inversión diaria, en promedio, de 12 centavos por alumno.
Insuficientes para mantener las prácticas y la producción en las diferentes áreas de agronomía, acuicultura, producción de hortalizas y de especies mayores.
Si los alumnos no vendieran todo lo que se produce, la institución educativa tendría problemas para comprar insumos como concentrado, desparasitantes, vitaminas, semillas, fertilizantes; es decir lo necesario para que funcione la producción de hortalizas, crianza de cerdos y aves de corral, la siembra de alevines y las prácticas en los bovinos, de acuerdo con la comunidad educativa.
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Las actividades de venta las anuncian a la comunidad a través de la cuenta de Facebook, los pobladores les apoyan en la compra de huevos, pollos, conejos, carne de cerdo y las producciones de las hortalizas.
Desde hace varios meses, los docentes y los alumnos montaron una porqueriza; como parte del aprendizaje de los jóvenes.
Nelson Soriano, ingeniero agrónomo y quien trabaja en la parte técnica con el alumnado, explicó que para tener la crianza de cerdos optaron por un crédito por $2,500, el cual están pagando con la venta de lechones o de carne de los destaces que hacen.
“Todos los meses hacemos actividades, destace de cerdos para vender la carne, venta de enchiladas, panes, pollos, huevos, las hortalizas que producimos, hacemos rifas, se venden cuajada, crema y queso fresco, todo eso los alumnos salen por las comunidades a venderlo, van en un montacarga que tenemos”, manifestó Soriano.
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Soriano añadió que en este momento el área de acuicultura no la están enseñando porque no tienen fondos para comprar alevines.
Con la dinámica que impulsan alumnos y profesores de vender lo que producen, sumado al apoyo de la Fundación para el Desarrollo de El Tamarindo (FUNDATAMARINDO), las puertas del bachillerato agrícola de El Jagüey siguen abiertas. La Fundación paga el sueldo de los técnicos para el bachillerato.
Rigoberto Meléndez, quien también trabaja en la parte técnica, señaló que la fundación es un pilar fuerte para el funcionamiento del bachillerato, “tienen varios años que están absorbiendo algunos gastos de la institución y sin ellos este bachillerato estaría más decaído”.
El director del complejo educativo, Jorge Araniva, manifestó que el enfoque del bachillerato a partir del 2007 es para mantener la seguridad alimentaria a través de la producción, esa fue la apuesta del ministerio ampliar los servicios educativos con el bachillerato agrícola.
La apuesta va en armonía con la realidad de esa comunidades rural de la zona costera, la cual se dedica a la pesca, el comercio en general, un poco de ganadería y cuando no hay pesca hacen agricultura para la sostenibilidad de las familias, describe el director.
Araniva reconoce el apoyo de Fundatamarindo ya que sin los maestros del área técnica que ellos financian, sería imposible la enseñanza de esa parte.
El director, también, explicó que las ventas que hacen los alumnos suma al aprendizaje de ellos, ya que es un ejercicio para el emprendimiento de los jóvenes; además hace sostenible que la institución pueda tener los animales con los que practican los alumnos, cuya crianza, cuido y alimentación consume muchos recursos económicos.
Los alumnos, como parte de esa enseñanza de ser emprendedores, también les enseñan las medidas higiénicas para manipular los alimentos, sacar costos de productos, y el valor nutritivo de los alimentos.
Isaías Méndez, de 19 años, estudiante de segundo año de bachillerato, y su plan de vida es que al terminar sus tres años de bachillerato continuará sus estudios universitarios para graduarse como ingeniero agrónomo.
“Antes de iniciar el bachillerato no sabía nada sobre producción de hortalizas, esto es bastante emprendedor y nos impulsa a crear nuestra propia empresa porque salimos con los conocimientos para hacerlo; ya cultivé los primeros chiles en mi casa y esa producción la compartí con la familia”, comentó el joven alumno.
El director de campo de Fundatamarindo, César Carranza, expuso que la Fundación desde sus inicios apoya la educación, a través de las escuelas de la zona, dentro de las que está el Complejo Educativo del cantón El Jagüey.
“Tenemos varios años de estar apoyando con el pago de los docentes para el bachillerato agrícola, así como el financiamiento del centro de cómputo”, agregó Carranza.
Desde su fundación el bachillerato ha tenido algunas mejoras en el acondicionamiento de aulas técnicas, la compra de herramientas y otros equipos han sido con los fondos obtenidos a través de concursos donde participaron los estudiantes del mismo bachillerato.